Un crimen repugnante hasta para el mundo de ETA

El atentado que costó la vida el 7 de noviembre de 1991 al niño Fabio Moreno no fue un acto terrorista más. La onda expansiva de la bomba no se limitó al coche en el que viajaban el guardia civil Antonio Moreno y sus dos hijos gemelos, Fabio y Álex. Sus efectos se trasladaron al interior de la propia banda terrorista.

Juan Carlos Iglesias ‘Gadafi’, y Javier Martínez Izaguirre ‘Javi de Usánsolo’, miembros entonces del ‘comando Vizcaya’, fueron los autores materiales del atentado por el que han sido condenados a más de ochenta años de cárcel cada uno. En aquella época, los etarras estaban escondidos en un piso de la calle Pagoeta, de Erandio, en el que desde 1987 se ocultaban miembros de la célula. La vivienda la encontraron los etarras presentándose un día en las oficinas del sindicato LAB de Erandio «para buscar alojamiento», según señaló la sentencia que condenó al matrimonio propietario de la casa. Como si fueran a una inmobiliaria.

Casi cinco años con el piso a su disposición y de la noche a la mañana se encontraron en la calle. Los propietarios de la vivienda, «a los que había repugnado» el asesinato de Fabio, les dijeron a los dos etarras que no querían volver a acogerles en casa. El desahucio les pilló a los dos ‘liberados’ en uno de los peores momentos. Una sucesión de operaciones de la Ertzaintza y la Guardia Civil contra la infraestructura de ETA en Vizcaya había llevado a la cárcel a más de sesenta personas en apenas año y medio.

‘Gadafi’, agobiado, escribió a la dirección de ETA dando cuenta de la penosa situación en que se encontraban: «Todo ha caído. A decir verdad, aparte de la casa donde estamos, no tenemos nada. Hemos empezado a mandar nombres para hacer captaciones». El destinatario de la misiva, Francisco Múgica Garmendia, defiende desde hace años el abandono del terrorismo y otro tanto hace, desde la cárcel de Nanclares, la persona que en aquel momento les tenía alojados en la única casa a disposición de la célula etarra.

La dirección de ETA justificó el asesinato de Fabio Moreno en un comunicado difundido el 21 de noviembre, en el que recordaba que desde 1981 había declarado objetivo militar a las casas cuartel y en el que acusaba a los agentes del Instituto Armado de utilizar a sus familiares como escudos. Además, ponía a la misma altura el asesinato de Fabio y la muerte del etarra Xabier Goitia al estallarle la bomba que estaba manipulando.

Más dura todavía fue la dirección terrorista -formada entonces por ‘Pakito’, ‘Txelis’ y ‘Fitipaldi’- en una comunicación interna dirigida a sus comandos en la que les instaba a seguir poniendo bombas lapa: «No debemos modificar nuestros procedimientos porque el enemigo utilice cobardemente a sus hijos para protegerse (…). No hay que escatimar medios y arriesgar la vida de nuestros luchadores, que valen cien veces más que la del hijo de un ‘txakurra’».

El asesinato de Fabio Moreno fue el detonante que hizo estallar una crisis entre los presos. Unos días más tarde de la explosión de la bomba, el veterano etarra Isidro Etxabe se desahogaba en una conversación en el locutorio de la cárcel de Nanclares: «En los últimos dos años, de cada cuatro [atentados], tres mal hechos. (…) Con este tipo de ekintzas no vamos a ningún sitio, a ninguno. La gente en el pueblo está pasando de ellos. Están creando odio en todos los sitios. Tanto crío, tanto….». «Una cosa es ir a por un objetivo concreto… pues bueno, aunque lo aceptes o no lo aceptes. Pero críos, críos… Y no se dan cuenta de que en la misma Euskal Herria está creándose un ambiente contra nosotros», añadía.

Etxabe, que cuestionaba las justificaciones dadas por ETA («se dice que no tienen que andar con la familia. ¡Coño! Un padre puede llevar al crío a la escuela, a la piscina… eso es lo normal»), y un grupo de presos alineados con sus tesis protagonizaron una ruptura que les llevó a desmarcarse definitivamente de la banda terrorista. El asesinato de Fabio marcó el momento de la ruptura.

Florencio Domínguez, EL CORREO, 30/7/2010