Un folklórico suspiro de España

Es en el narcisismo donde encuentran el espacio común las representantes socialistas, nacionalistas y de Batasuna en el documento que han redactado. No hay acuerdos políticos. Es en la misión hacia el nuevo marco, que es lo que ETA siempre ha dicho, donde se halla la razón del encuentro. Narcisismo terrorista, narcisismo socialista a la búsqueda de la nueva etapa.

Eso parecía la despedida de Bono de su ministerio. Debían haber tocado esa melodía cuando se alejase por la puerta. A él, que mencionaba España sin disculparse, que ponía como condición para entregar el fuerte de Montjuich que siguiera ondeando la bicolor, que se dejaba acompañar no sólo de militares sino también de jerarquías eclesiástica, y de alguna cantaora o famosos de la tele. Era lo último de la España que nos quedaba, aunque empachada de folklore panderetero, que es a la postre lo que gusta a la gente. Ahora la nueva generación confundida que le toca dirigirnos usará de otras formas y estilos.

Si algo les es característico a los que acaban de llegar al dominio de lo político es el narcisismo. De hecho es en el narcisismo donde encuentran el espacio común las representantes socialistas, nacionalistas y las de Batasuna en el documento que acaban de redactar al alimón. No se aprecian acuerdos políticos, por el contrario es en el descubrimiento de una nueva etapa, y en la búsqueda, conceptos centrales y repetidos, auténticos descubrimientos, desde donde partir sin condiciones previas a la consecución de la paz. Es en la misión hacia la nueva etapa, nuevo marco, que al fin y al cabo es lo que ETA siempre ha dicho, donde se halla la originalidad y la razón de ser del encuentro. Narcisismo terrorista, consustancial a cualquier terrorismo, narcisismo socialista o progre a la búsqueda de la nueva etapa.

Esta actitud nos llevaría a prolongar el inicio constituyente que supone el recién aprobado nuevo Estatut con la solución político-jurídica del denominado por los nacionalistas conflicto vasco. De nuevo más proceso constituyente donde encajar pretensiones nacionalistas aunque éstas vengan contaminadas por el terrorismo. Superación del Plan Ibarretxe con nuevos interlocutores cuyo objetivo, en una nueva etapa, en un proceso de paz “blindado”, con el pretencioso discurso de que todo proyecto político, relativismo criminógeno, es válido: “No hay que imponer ninguno. Hay que buscar un escenario democrático que permita y garantice el desarrollo y la materialización de todos los proyectos en condiciones de igualdad, por vías políticas y democráticas”.

Pretencioso documento, ya está dicho que narcisista, donde hay que encontrar un nuevo escenario democrático, vocación constituyente, denigratorio para el anterior en el que no entraban los terroristas, a los que por el contrario se les concede la igualdad en un nihilismo irresponsable. Por no comentar la explícita llamada a la autodeterminación,“que lo que la sociedad vasca decida sea respetado”, lo que le convierte en un documento nacionalista radical. Y sin embargo los nuevos aires desde otrora el socialismo español puede con todo eso y más, para eso está el narcisismo.

Blindado, solemnizado por declaraciones del presidente de la ONU o el mismo Papa, dignificado el gran interlocutor, Otegui, que bosteza sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional tras volver a salir en manifestación por los derechos civiles y lo que haga falta. Para animar, como no podía ser de otra manera, a que en el Zutabe ETA ponga todas las condiciones maximalistas, después de que los portavoces de la extinta Ekin nos ofrecieran un aperitivo semejante. Y es que cuando se solemniza toda negociación, se dignifica al interlocutor, éste, más si es terrorista, tiene la extraña manía de pedir imposibles.

Sale del ministerio Bono con los aires finales del acto final de “Carmen”, sin la mirada de la estatua del dictador Franco que retiraron, pero sí la del busto de Prieto, que amenazó con dimitir si su partido apoyaba el derecho de autodeterminación allá por el 43. Estilos más adustos nos esperan de ahora en adelante, no sabremos de énfasis para que ondeen en determinados lugares la bandera española, ni veremos obispos y cardenales a la vera de ministro alguno, se nos acaba la España de cigarreras y toreros que en el fondo era muy poca cosa que oponer a la pretensión periférica de reducirla sólo a Estado, a pura administración. Era un modelo simpático, el de Bono, pero pobre y añejo, que incluso escondía y hacía desaparecer la ilustrada y republicana concepción de España, que si que hubiera podido ser un modelo más digno y serio que el de los radicales nacionalismos periféricos.

Teo Uriarte, BASTAYA.ORG, 18/4/2006