Un islam con sello republicano

EL MUNDO 16/02/15

· Un partido musulmán surge en Francia en pleno debate sobre la integración de esta minoría

«Tiene todo el sentido del mundo que surja un partido musulmán en Francia». Lo decía el escritor Michel Houellebecq antes de desaparecer del mapa una temporada tras los atentados de París y la polémica desatada por Sumisión, su última novela, en la que profetiza que en 2022 un tal Mohammed Ben Abbes, un personaje que lidera el partido Fraternidad Musulmana, se convertirá en presidente de Francia. Argumenta que los musulmanes no tienen quien les represente políticamente.

Pero eso está cambiando. Una formación fundada recientemente y bautizada como Unión Democrática de Musulmanes Franceses acaba de anunciar que presentará candidatos en ocho circunscripciones (incluidas algunas en Marsella, Lyon y Niza, y dos en el suburbio parisino de Bobigny) en las elecciones locales de marzo. Su líder, Nagib Azergui, asegura que los valores de su partido son perfectamente compatibles con la democracia francesa y que no pretenden imponer en el país la sharia (ley islámica) ni islamizar Francia. Por ahora sólo tiene 900 afiliados y unos 8.000 simpatizantes.

La Unión Democrática de Musulmanes Franceses propugna la derogación de la ley que prohibe en el país cubrirse con un burka en público o acudir con velo a una escuela pública; defiende que se enseñe árabe en los colegios; aboga por que se modifiquen los programas escolares de Historia; y promueve una política financiera islámica que, entre otras cosas, prohiba cobrar intereses.

Tan dada como es al racionalismo, Francia se cuestiona desde hace tiempo la crisis de identidad que padece, el papel que juega el islam en su sociedad y el que debería jugar. Pero desde los atentados perpetrados el mes pasado en París contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado de comida judía, el debate se ha azuzado, alimentado por la preocupación ante los más de 1.100 ciudadanos franceses que, según las autoridades, están vinculados a redes yihadistas.

Se calcula que en 2014 el número de musulmanes en Francia rozó los seis millones, lo que representa alrededor del 10% de la población. El país tiene el mayor número de musulmanes de toda Europa. Alrededor del 60% de la población reclusa gala –unos 40.000 presos– es de origen o cultura musulmana. Y en las barriadas del extrarradio de las principales ciudades francesas, la tasa de desempleo es desproporcionadamente elevada entre los ciudadanos de origen magrebí.

A todo ello se suma que, según una encuesta de Ipsos, el 63% de los franceses considera que el islam «no es compatible con los valores del país» y el 59% se queja de que «los inmigrantes no se esfuerzan lo suficiente en integrarse», lo que en parte explica el auge del Frente Nacional de Marine Le Pen. Todo eso hace que muchos musulmanes se sientan, en la práctica, ciudadanos de segunda división.

El primer ministro, Manuel Valls, defendió el jueves en el Senado la necesidad de un «islam totalmente integrado, plenamente compatible con los valores de la República». Y anunció que el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, iniciará una ronda de consultas con filósofos, imanes y miembros de la sociedad civil musulmana para tratar de encontrar el modo de lograrlo. Pero, además, Valls pretende reformar el Consejo Francés del Culto Musulmám, el organismo que oficialmente representa a los millones de musulmanes franceses. Sobre la mesa estarán cuestiones como la formación que reciben los imanes o la financiación de las mezquitas.

Nicolas Sarkozy, por su parte, también ha decidido abrir un debate sobre el islam que analice el papel que esta religión debe jugar en Francia. En el congreso nacional de su partido dejó claro que, en su opinión, el modelo de integración ha «fracasado» y que las políticas para encarar la inmigración deben apostar por la «asimilación», por que los inmigrantes abracen la cultura, la Historia y los valores franceses.

Pero los debates sobre el islam involucran sobre todo a la población no islámica, ya que los musulmanes brillan por su ausencia en la política francesa. «Nuestro objetivo precisamente es dar voz a esa parte de la sociedad que no se siente representada por los partidos tradicionales», afirma Nabig Azergui, líder de la Unión Democrática de Musulmanes Franceses.