Un pan redondo

ABC 14/07/13
JUAN CARLOS GIRAUTA

En cuanto se recuperen los dos rombos, que los planten fijos en pantalla, bien grandes, durante toda la programación de TV3. Por obscena. En su origen, los dos rombos advertían del morreo, del magreo, y no alcanzaban al pezón furtivo porque ese ya no llegaba. Superados tiempo ha los prejuicios y represiones sexuales (hartos de sexo, añadiría, asqueados de tanto simio encerrado en casas horteras cosidas a cámaras), lo obsceno ha mutado su habitual acepción y, burlando la entrepierna, ha terminado por alcanzar usos que lo ligan a las exhibiciones de inmoralidad en general.
Dos rombos deberían advertir en TV3, de entrada, contra los anuncios. Nacionalismos tan depurados como el catalán alteran mágicamente el espacio radioeléctrico, y hasta vician la composición del aire narcotizándonos en cuestión de segundos. Los anuncios aparentemente inofensivos, los jingles corporativos de temporada, el cien por cien de las piezas informativas, y el ciento veinte por cien de las propias de cultura y espectáculos, son veneno. «La Veneno» –como el travesti de Adra– sería buen sobrenombre para una cadena sectaria, obsesiva, carísima, aleccionadora, moña y pesada que tiene el valor de presentarse como «la teva» (la tuya). ¡Tuya será!
El CAC, oneroso órgano censor, ha entendido que «Hola, Europa», la penúltima pieza de propaganda separatista emitida en TV3, con treinta opiniones «de la sociedad civil» a favor de la secesión y ninguna en contra, es una cosa equilibrada, sin tacha y en absoluto manipuladora. ¡Dos rombos, por obscenos, al documental, a su directora y al CAC! Con todo, yo insisto en que la propaganda política tan explícita es en manos de TV3 menos eficaz que el plano fijo de un jardín en silencio. No me pregunten cómo lo han hecho; no me obliguen a decir que el medio es el mensaje; créanme, den por buena otra explicación: la hierba es propaganda. No sé si fue Kundera quien lo dijo, ni en realidad me importa.
Dejé de acudir definitivamente a TV3 cuando unos jóvenes cachondos fusilaron al Rey y a mi amigo Salvador Sostres. Los tíos se quedaron encantados: Jo, somos unos provocadores de la leche. La dirección de la cadena interrumpió varias semanas el programa, dura sanción, porque a lo mejor la ejecución sumaria del Monarca no casaba del todo con la hoja de ruta de Artur Mas. El Rey no se dio por enterado; hizo bien. Sostres sí, e hizo mejor. Yo le dije al jefe de informativos –ajeno al programa criminal– que TV3 era una empresa dedicada al terrorismo simbólico y que jamás volvería a pisarla.
Los terroristas simbólicos, tan simpáticos, creativos y performativos, utilizaron una pistola auténtica aportada por un mosso d’Esquadra que pasaba por allí y que tuvo tiempo de instruir al verdugo virtual. Pero lo obvio no es eficaz. Lo realmente obsceno, repito, vino luego. Y había venido antes. Y está siempre allí. TV3 es un exitoso canal público de televisión en la medida en que ha cumplido a pedir de boca con los objetivos para los que fue creada hace treinta años largos: amasar a la sociedad catalana como un panadero paciente. Corriendo el tiempo, nos hemos convertido en un pan de payés, redondo, denso y homogéneo. Los bastoncitos y panecillos sueltos resultamos enojosos, restamos fuerza al conjunto, desentonamos en el bodegón oscuro, fascinante como el vértigo del pozo legendario por donde se pierde la propia conciencia. Pues que nos echen.
Cataluña exige unanimidad, piña (puaj). Se irrita con los matices. Si al amable oscense Duran i Lleida, que traga con todo, lo ponen a parir por desafinado, adivinen el trato que merecerán quienes no piensan contemporizar.