Un segundo asesino en el último crimen de ETA

EL CORREO 30/03/14

La justicia francesa no ha conseguido esclarecer del todo el último crimen de ETA y primer asesinato en su historia de un policía galo. Un tribunal de París va a juzgar en fecha aún no fijada al exjefe militar Mikel Kabikoitz Karrera Sarobe ‘Ata’ bajo la acusación de ser coautor de la muerte a tiros del brigadier jefe Jean Serge Nérin hace cuatro años en el extrarradio de París. Un segundo disparo mortal fue efectuado simultáneamente por otro etarra no identificado según las conclusiones de la instrucción sumarial recién finalizada por dos jueces antiterroristas galos.

La investigación ha permitido establecer la presunta participación en los hechos de los detenidos Izaskun Lesaka Argüelles ‘ Ane’, Azkaitz Agirregabiria del Barrio ‘Kemen’, Joseba Fernández Aspurz ‘Guindi’ y Iosu Urbieta Alkorta, así como del huido Xabier Goienetxea Iragorri ‘Goiene’. A pesar de la movilización de la élite de la Policía Judicial y de la Gendarmería con el concurso del Ejército, tampoco se ha logrado localizar las dos pistolas del crimen ni determinar la finalidad del robo de cinco automóviles por el comando agresor minutos antes del drama.

El último atentado mortal de ETA se produjo el 16 de marzo de 2010 en un descampado de Villiers-enBière, localidad situada a 60 kilómetros al sur de París. Según el auto de procesamiento emitido por los jueces Laurence Le Vert y Christophe Teissier el pasado día 17, Agirregabiria y Urbieta se presentaron a cara descubierta poco antes de las seis y media de la tarde en los locales de Contact Autos, un comercio de coches de segunda mano. Amenazaron con una pistola al único empleado presente, le ataron de pies y manos y le colocaron en la cabeza la funda de un cojín. Los demás componentes del comando irrumpieron encapuchados y comenzaron a llevarse del aparcamiento al aire libre cinco turismos hasta un camino vecinal retirado en el que habían dejado preparados bidones para repostar combustible.

Una patrulla policial de la vecina comisaría de Dammarie-les-Lys observó la polvareda levantada por un coche a toda velocidad en el camino de Fortoiseau y decidió acercarse por tratarse de un lugar frecuentado por traficantes de drogas. A la salida de una curva los policías observaron cuatro coches aparcados en fila india junto a cinco individuos a quienes pidieron que se identificaran. Según la acusación, Agirregabiria dio orden a sus compinches de abrir fuego y se produjo un primer tiroteo tras el que los cuatro agentes, sin resultar heridos, lograron esposar a Agirregabiria y Fernández así como reducir a Alkorta, mientras los otros dos sospechosos huían por un bosque contiguo.

Cuando pedían refuerzos, surgió por el camino un Citroën C4 ocupado por Karrera y otro activista que se apearon, se parapetaron tras las puertas delanteras abiertas y dispararon contra Nérin, el jefe de la patrulla, que encañonaba de pie a Urbieta tumbado en el suelo. Tras alcanzar mortalmente al brigadier, siguieron disparando contra los otros tres policías refugiados tras su Renault Kangoo oficial. En ese instante llegaron Lesaka y otro etarra a bordo de un Renault Espace y un BMW recién robados en el concesionario. Agirregabiria y Urbieta aprovecharon la confusión para montar en la parte trasera del monovolumen mientras Goienetxea se subía a la plaza del copiloto.

El Espace fue abandonado minutos después en una barriada de Ivrysur-Seine, municipio limítrofe con París. El C4 no apareció. El otro coche en el que se desplazaba el comando, un Peugeot 307 robado un mes antes, fue hallado en el escenario del crimen. Allí se recuperaron también los otros cuatro automóviles sustraídos en el atraco al garaje: otros dos 307, un Renault Laguna y el BMW particular, recién comprado, del empleado que mantenían maniatado en el establecimiento.

Los esfuerzos para reanimar a Nérin fueron infructuosos. Su fallecimiento fue constatado a las ocho de la tarde. La autopsia mostró que la aorta y el pulmón izquierdo habían sido atravesados por dos balas. Los proyectiles le entraron por el hueco dejado bajo la axila izquierda por el chaleco antibalas que portaba. Los análisis balísticos y forenses concluyeron que los tiros mortales procedían de dos armas distintas disparadas casi al mismo tiempo a la altura de la cara por los dos activistas colocados de pie a cada lado del C4. La identificación del perfil genético de Karrera en dos casquillos encontrados en la zona de tiro es la principal prueba de cargo en su contra.

Las armas del crimen son pistolas semiautomáticas de marca Smith&Wesson modelo SW 1911 del calibre 45 ACP o 11,43 mm. Un comando de ETA robó 60 ejemplares de este tipo el 24 de octubre de 2006 en una armería de Vauvert (sudeste de Francia). Dotación durante 75 años del Ejército de Estados Unidos, los expertos franceses recuerdan que en la guerra de Vietnam la llamaban ‘the man stoppeur’ por su poder letal contra los blancos humanos.

Hallazgo de 24 casquillos
El hallazgo de 24 casquillos percutidos en el escenario del crimen da idea de la intensidad de los tiroteos. Es una evaluación por lo bajo pues los revólveres que usaron algunos etarras no expulsan vainas y no se descarta que otras se perdieran en la vegetación circundante. Ni Nérin ni la mujer policía de la patrulla emplearon sus armas reglamentarias. Los otros dos agentes dispararon diez y nueve tiros sin que haya constancia de que hirieran a alguien. El coche patrulla presentaba seis impactos de bala.

Del calibre 45 utilizado por los activistas se recuperaron cinco casquillos. ETA afirmó en un comunicado publicado por el diario ‘Gara’ el 4 de abril de 2010 que sus militantes habían disparado nueve veces. También aseguró que el comando estaba formado por siete integrantes mientras que la investigación judicial deduce la participación de ocho o nueve activistas.

La investigación ha determinado que el comando merodeó por la zona los días previos al golpe y que realizó vigilancias de su objetivo. Se cree que pernoctaba al raso en el cercano bosque de Fontainebleau y se ha averiguado que compró en centros comerciales del sector víveres además de los walkie-talkies y los bbidones de plástico empleados en la operación. Pero permanece envuelto en el misterio el objetivo final del proyecto y la necesidad de apoderarse de tantos coches de una sola vez, una primicia en ETA, habituada a robarlos sin violencia de uno en uno con las llaves en el contacto por descuido de sus propietarios.