Una bomba de neutrones sobre el Partido Popular

EL MUNDO – 23/04/15 – VICTORIA PREGO

· Las bombas de neutrones estuvieron de actualidad en la década de los 80, en plenas negociaciones Este-Oeste sobre desarme, y fueron rechazadas por varios países miembros de la OTAN, que se plegaron ante la presión de sus opiniones públicas. Su principal característica es que tenían una inmensa potencia de destrucción, pero sólo de los seres vivos, dejando intactos edificios, carreteras y todo tipo de instalaciones. Una bomba de neutrones lanzada sobre una ciudad habría dejado en pie su esqueleto entero, pero habría destruido todo vestigio de vida.

Eso es lo que les está pasando a los miembros del PP. Están muriendo política y electoralmente en masa aunque sus estructuras de poder se mantienen todavía incólumes. Pero llegan muertos a las próximas elecciones. Si ya antes de esto los dirigentes del Partido Popular se veían amenazados por el abandono de sus votantes tradicionales, los efectos radiactivos del ‘caso Rato’han multiplicado la destrucción de sus miembros hasta aniquilar a todo el capital humano que compone al partido.

No ha sido todavía suficientemente calibrada la potencia destructora del comportamiento del ex vicepresidente de los gobiernos de Aznar una vez que sus hechos han pasado a conocimiento de la opinión pública.

Y da lo mismo que el Gobierno, estupefacto y completamente superado por la dinámica de los acontecimientos, intente argumentar que ellos perseguirán el delito allá donde se cometa, no importa cuál sea la identidad política del autor. Nada de eso les servirá de nada porque la onda expansiva de las informaciones sobre las múltiples sociedades de Rato, sobre los millones recibidos por no se sabe qué servicios y sobre las enormes cantidades ocultadas a la Hacienda pública, han impregnado irremediablemente a todos los que pertenecen al PP aunque nada tengan que ver con el asunto.

Los candidatos a las elecciones autonómicas, los aspirantes a los ayuntamientos, los dirigentes que se sientan en los despachos de Génova, todos están muertos. Y los miembros del Gobierno, con su presidente a la cabeza, no están más vivos que los demás. Por eso, decir, como hace la oposición, que el caso Rato es la demostración de que el Ejecutivo intenta proteger a sus amigos es una tontería que no se corresponde ni de lejos con la realidad política que tenemos delante.

Al partido que conquistó una amplísima mayoría absoluta en las últimas elecciones y que ha sido capaz de sacar a España de la crisis más grave de su historia reciente, le espera un auténtico cataclismo. Y la bomba que acaba de hacer estallar su en otro tiempo muy amado líder ha culminado la destrucción devastando a todas las personas que se disponían a luchar para levantar sus siglas. Políticamente, ya no quedan en su campo de batalla más que cadáveres.