Una desidia que daña la confianza en el sistema

VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 12/03/15

· Estaba cantado que se iban a fugar en cuanto tuvieran la seguridad de que su próximo destino iba a ser de nuevo la cárcel. Santi Potros no tuvo esa oportunidad porque fue detenido y mandado de nuevo a prisión, en calidad de preventivo, por su implicación en dos atentados por los que no había sido aún juzgado. De modo que a este asesino se le echó el guante por otros delitos y ahora se le aplicará la resolución del Supremo, que dice lo mismo que ya dijo en enero: que las condenas cumplidas en Francia o en cualquier otro país de la Unión Europea no deben ser descontadas de las impuestas en España.

Y éste es el punto que hace de todo punto inexplicable que el etarra Plazaola se les haya escapado a las Fuerzas de Seguridad en sus mismas narices. Porque desde enero se sabía ya que el Tribunal Supremo anularía la decisión de la Sección Primera de la Audiencia Nacional. Se sabía y se ha escrito hasta la saciedad que no menos de 80 terroristas se iban a quedar con las ganas de recuperar la libertad antes de tiempo.

Es verdad que Potros y Plazaola eran ciudadanos libres a partir de que aquella sorprendente decisión de la Audiencia les puso en la calle. Por lo tanto no se les podía hacer un seguimiento policial ortodoxo porque eso hubiera ido contra la ley. Pero también es verdad que los dos individuos eran candidatos claros a volver a prisión, con lo que un cierto control oficioso por parte de la Policía o de la Guardia Civil, que efectivamente se realizó, era altamente recomendable si no se quería correr el riesgo de que Plazaola, el único que quedaba libre, se esfumara.

Y esto es lo que ha sucedido. El etarra, que estaba localizado el martes por la mañana, había desaparecido de su casa cuando a las once de la noche fueron a detenerle. Hay que advertir que el auto del Supremo salió a las doce del mediodía pero la orden de detención cursada por la Audiencia Nacional no llegó a la Guardia Civil y a la Policía hasta las cinco y media de la tarde. Es más, a las nueve, el secretario judicial, cuya presencia es preceptiva en los casos de registro domiciliario, no estaba en su puesto, en Bergara, y hubo que ir a buscarlo a Vitoria. Resultado: daban las once de la noche cuando las Fuerzas de Seguridad entraron en casa de Plazaola. Y, naturalmente, el sujeto se había largado. Dispuso de 12 horas de cortesía para pensar qué hacer y para decidir fugarse. Si se ha escapado con la intención de no volver nunca más, es algo que sólo sabe él y que sólo a él le compete.

Porque muy poco, o nada, se puede ya hacer desde aquí. Pero en un asunto que importa tanto a la opinión pública como es el trato que las instituciones otorgan a los terroristas, esa desidia funcionarial, esa desconsideración hacia los sentimientos de los ciudadanos, esa dejadez, resultan altamente ofensivas y del todo intolerables.

VICTORIA PREGO, EL MUNDO – 12/03/15