Una televisión deportiva

ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 07/11/14

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· La primera emisión de TV3, el 10 de septiembre de 1983, vino precedida de este anuncio insertado en la prensa de la época: «El nuevo Canal 3, la Televisión de Catalunya, estará al servicio de todos sus ciudadanos, sin exclusiones ni exclusivismos. Catalunya es la tierra de todos los que viven en ella. Las más variadas aportaciones culturales enriquecen nuestra manera de ser y de pensar. El origen y la lengua no deben ser nunca razones para excluir a nada ni a nadie. Todo el mundo podrá expresarse en su propia lengua. Toda aportación cultural, y particularmente la que esté presente entre nosotros, será potenciada. Queremos una televisión pública de todos y para todos. (…) Ésta es y será nuestra filosofía: de todo y para todos. El 3 llega el 10 (pero no olvide consultar a su antenista)».

Es un texto interesante. Extrapolándolo, poco, puede entender perfectamente lo que han hecho los nacionalistas con el pacto general de la Transición y con los propios ciudadanos catalanes. Sería interesante saber si ya mentían entonces o las mentiras se les impusieron. Pero esto sólo tiene una importancia melancólica. La función de TV3 no ha sido en absoluto extraña a lo que se esperaba de su naturaleza. En los albores de la modernidad, la aparición del periódico y la nación son simultáneas, porque no podía ser de otra manera. Obviamente, las cosas son distintas en nuestro mundo. Aunque no radicalmente distintas. En especial, cuando se proyectan sobre el anacronismo que supone la construcción de una nación, que ha sido el objetivo principal, por no decir único, de los sucesivos gobiernos nacionalistas. TV3 ha trazado el marco mental de los catalanes a partir de rasgos diversos. Para empezar, el marco físico: cuando la sección de Meteorología da la previsión del tiempo en Sevilla en el apartado Ciudades Europeas y el de Valencia en Països Catalans, parece que uno esté viendo a un carpintero trazar el marco a burdos golpes de martillo. A la elementalidad física le corresponden muchos otros marcos morales.

Fijémonos, por ejemplo, en el que traza una de las normas del libro de estilo de la televisión pública ante la circunstancia habitual de tomar declaraciones a los paisanos congregados en cualquier lugar de los hechos, bien porque se haya ganado una copa deportiva o se haya producido un crimen. El libro de estilo es tajante: se privilegiará la opinión de aquellos que puedan expresarse correctamente en lengua catalana. La lengua, obviamente, y lo que llaman su normalización, ha sido el centro de la actividad moral de TV3. Ya es tópico referirse a aquel «llueve en el estado español» que caracterizó, con la prohibición de pronunciar la palabra España, su primera andadura. Pero la lengua, los usos lingüísticos, han tenido una importancia mucho más sofisticada en el trazado del perímetro moral. Durante los últimos años, en los programas informativos se ha instalado una confianza entre los avisados que va más allá del tuteo. Es lo que permite que Junqueras, el líder republicano, trate de «chico» al contertulio que le interroga. O que en muchos de sus comentaristas, sea costumbre llamar Mariano, e incluso el Mariano, al presidente del Gobierno español. Esta confianza cachazuda también crea comunidad. E incluye tanto como excluye.

La exclusión ha sido, como resulta obvio, otra de las grandes estrategias de la construcción mediática de la nación. TV3 es importante no sólo por lo que incluye, sino sobre todo por lo que excluye: las personas y los asuntos. Gratos y non gratos. Es ocioso poner ejemplos. Pero pongamos dos clamorosos, uno en la historia y otro en el presente: para TV3 nunca ha existido la disputa lingüística en Cataluña y tampoco la evidencia de que el presidente fundador de la nación compatibilizó su cargo con la evasión fiscal. Y es hasta gracioso que cuando se viera obligado a hablar de este último, se limitara a decir que había regularizado su situación fiscal en las últimas semanas.

Hay, por último, un rasgo que no suele ser citado en los análisis de este tipo y cuya importancia me parece manifiesta. TV3 ha sido una televisión eminentemente deportiva. Y precisando aún más. Una televisión futbolística. Y, huelga decirlo, arrasadoramente barcelonista. Lo interesante, para lo que estamos tratando, es que TV3 ha explicado frecuentemente el mundo en forma de contienda. De contienda entre barcelonistas y madridistas. Es decir, entre madrileños y barceloneses. Es decir, entre catalanes y españoles. Estos escalones sutiles han sido paulatinamente superados en una labor que se ha visto ayudada por la deportivización general del propio periodismo, donde la cultura, la economía y, por supuesto, la política se explican frecuentemente en términos de contienda deportiva, maniqueos y básicos.

Es moda tranquilizante, sobre todo para algunos expertos de Madrit, el señalar que la crisis económica ha tenido una importancia notable en la extensión del secesionismo. Puedo aceptar que una parte del voto secesionista sea en efecto un voto de protesta, genéricamente considerado. Pero hay dos objeciones a esa hipótesis: que anteriores crisis, como la del 93, no provocaron expansión ninguna del soberanismo y, sobre todo, que ni el más optimista de los partidarios de la independencia ha dejado de reconocer nunca que la secesión perjudicaría gravemente el nivel de vida de una generación de catalanes. Por el contrario, jamás se vincula al éxito soberanista de estos últimos años la brillantísima e insólita trayectoria del Barcelona, club de fútbol, cuyas humillaciones al eterno rival adquirieron en algún momento proporciones épicas.

Les debe de parecer a los analistas que eso es frivolizar el secesionismo. ¡Como si lo necesitara! TV3, y el conjunto del sistema mediático catalán (queda para otro momento el análisis de hasta qué punto se trata de un sistema abusivo e impermeable, que incluye a la programación local de periódicos y grandes cadenas españolas) construyeron con el Barcelona, club de fútbol, un mito de gigantescas proporciones. No sólo la frontera entre el deporte y la política quedó borrada. Es que en un determinado momento ya fue imposible distinguir entre la manifestación que celebraba la enésima victoria del Barça o la que desfilaba con igual entusiasmo cualquiera de estos últimos 11 de septiembres masivos. En alguno de estos momentos, el catalán realmente existente, es decir, el hipnotizado, se dijo que si habían ganado la Champions bien podían ganar la independencia. Y, sobre todo, aún se dijo más: que si la Champions la habían ganado otros, la independencia iba a ganarla él. La expansión de la hipnosis le correspondió ejercerla básicamente a TV3.

Lo que ha venido luego, en estos últimos meses, ya tiene mucho menos interés. Sucia y tosca propaganda. TV3 sabe, proclama y demuestra que la verdad es la primera víctima de la guerra. Y que están en guerra.

ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 07/11/14