Una tentación para Mas

EL CORREO 01/10/14
ALBERTO AYALA

· El president pasa a la sociedad civil el testigo del pulso al Estado. ¿Para plegar velas o solo para tomar impulso?

La agenda catalana se sigue cumpliendo con precisión germana. Cuarenta y ocho horas después de que el president Mas firmara el decreto de convocatoria de la consulta secesionista del 9 de noviembre, el lunes llegaba la respuesta del Estado. Con celeridad desconocida, el Constitucional suspendía el referendo de forma cautelar solo horas después de que se lo solicitara el Gobierno Rajoy. Y lo hacía por unanimidad, incluidas las consejeras propuestas por CiU y PNV.

La pelota regresaba así al tejado de la Generalitat. Ayer el Govern debía decidir si acataba la orden del alto tribunal o se deslizaba por la senda de la desobediencia. De nuevo hizo lo previsto: plegarse y suspender la campaña institucional del 9-N, aunque sin renunciar a la consulta. Como también cabía prever, ERC se apresuró a anunciar que ellos no secundarán al Govern y que seguirán adelante con su proselitismo pro referendo.

Que la decisión fuera la esperada no quiere decir que se adoptara sin más. Las noticias que llegan desde Barcelona hablan de un consejo de alto voltaje político. La vicepresidenta Joana Ortega y el conseller de Gobernación, Ramón Espadaler, ambos de Unió, el partido de Duran Lleida, habrían sido los máximos defensores de obedecer al Constitucional. Otros consellers convergentes, con Mas-Colell a la cabeza, habrían puesto bastantes más objeciones.

Mas se reunirá esta misma semana con los cuatro partidos proconsulta (CiU, ERC, ICV y CUP) para decidir los siguientes pasos a dar. Pero mientras, ayer mismo también, la política pasaba el testigo del desafío al Estado a la sociedad civil. A las siete de la tarde, decenas de miles de catalanes se concentraron ante los ayuntamientos de todo el Principado convocados por la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Ómnium Cultural, verdadera vanguardia del movimiento secesionista, para clamar por la desobediencia y exigir que el 9-N haya urnas.

La misma agenda de la que hablaba al principio prevé que, tras el pronunciamiento del Constitucional, el desafío pase poco a poco a mejor vida, posiblemente con otra macromanifestación el 9 de noviembre. Un poco al estilo de lo que ocurrió en Euskadi con Ibarretxe.

Después sería el momento de fijar la fecha de unas elecciones anticipadas –que ERC no quiere que tengan lugar antes de las municipales– y de determinar si en ellas habrá una única lista nacionalista, lo que supondría el desmarque inmediato de Unió y la consiguiente ruptura de CiU. Una opción que tampoco hace ninguna gracia a Esquerra porque se ve ganador de los próximos comicios y de nuevo al frente de la Generalitat, como en la Segunda República.

Ese era y sigue siendo el escenario más probable. Pero a medida que pasan los días son cada vez más, aunque todavía minoría, los que piensan que Mas podría caer en la tentación y romper las previsiones.

Y es que el panorama del president resulta cualquier cosa menos envidiable. Si se rinde a la evidencia y elige respetar la legalidad, de nada le habrá servido haberse aupado hace dos años a la ola secesionista que ni él creo ni jamás ha controlado y pasará a ser denostado por los soberanistas. Los de ERC, los de la ANC y los de su propio partido. ¿Mantenerse unos meses más en el Palau con el apoyo del PSC? Sería, apenas, prolongar la agonía.

En puertas del final, ¿no sentirá la tentación de mantener su apuesta hasta el final? Le costaría la inhabilitación, pero pasaría a la historia como el primer president que intentó en serio separar a Cataluña de España. ¿Improbable? Sí, sin duda. ¿Descartable? Perdonen, pero yo ya descarto pocas cosas. Y esa, no es una de ellas.