Urkullu delega en los partidos el debate sobre el estatus para no generar «división»

EL CORREO 20/09/13

· La entente PNV-PSE sobrevuela un pleno rico en apelaciones a alcanzar grandes acuerdos de país, mientras EH Bildu defiende la ‘vía vasca’.

El primer pleno de política general de Iñigo Urkullu como lehendakari resultó, desde el principio, diferente al tipo de sesión que el Parlamento vasco acostumbraba a ofrecer en años precedentes durante el casi siempre esperado arranque del curso político vasco. Ayer, en un ambiente algo menos caldeado de lo habitual –incluso desapasionado–, la Cámara vasca vivió una sesión de resaca del acuerdo rubricado el lunes entre el PNV y el PSE, todo un hito político después de tres lustros de desencuentros entre nacionalistas y no nacionalistas.

Las intervenciones del jefe del Ejecutivo y de los grupos de la oposición pudieron leerse, de hecho, como una especie de corolario al pacto que garantiza la estabilidad al Gobierno vasco hasta el final de la legislatura. Una entente cuyo origen Urkullu situó en la cumbre política que él mismo convocó el 21 de mayo, «un momento ilusionante como vasco» porque ese día, según dijo, vislumbró el inicio de un «nuevo tiempo» de «concertación» en Euskadi que se comprometió además a «extender» a otras instituciones.

En la estela de ese acuerdo, pendiente de la más que posible incorporación del PP, los discursos de jeltzales, socialistas, populares y del propio presidente vasco estuvieron teñidos, en mayor o menor medida, de apelaciones a la necesidad de cimentar la recuperación económica, la consolidación de la paz y la vertebración política del país sobre acuerdos amplios, transversales y plurales. Incluso, el lehendakari, al margen de sus ideas como militante del PNV, renunció a ejercer su liderazgo en materia de autogobierno para no generar «división».

«Soy consciente de que soy el lehendakari de la comunidad autónoma vasca», recalcó un Urkullu empeñado en reclamar acuerdos «de país». Pactos «entre diferentes», según demandó la líder popular Arantza Quiroga, o un entendimiento «para la concordia y la unidad», en palabras del socialista Patxi López.

La luz al final del túnel

Mientras tanto, la izquierda abertzale, cada vez más en su papel de contrapeso al eje PNV-PSE-PP, se miró en el espejo catalán para reivindicar la ‘vía vasca’ hacia la soberanía porque, a su juicio, sería un error desligar la salida de la crisis del avance hacia un estatus propio. Solo «siendo más Euskal Herria», según Laura Mintegi, será posible ver la luz al final del túnel. Un rayo de esperanza, por cierto, que Urkullu quiso mantener vivo con un mensaje pleno de confianza y optimismo: «Euskadi va a crecer, la recuperación se va a producir», alentó, solo unos días después de que López dijera que en Euskadi «los brotes verdes ni asoman». La recuperación de las exportaciones, la reforma tributaria, el incremento de la recaudación o el anunciado aumento del 1% en el PIB en 2014 tras dos años consecutivos de caída dieron pie al llamamiento de Urkullu a la «confianza» en el futuro.

Aunque el jefe del Ejecutivo sí logró, en alguna medida, que el pleno discurriera por los cauces del «espíritu constructivo» y «positivo» que reivindicó machaconamente como modo de ejercer la política en tiempos convulsos – con el mantra «construir, crear, fabricar, levantar»–, no todo fueron parabienes, ni mucho menos. El lehendakari tuvo que escuchar reproches por el pobre balance del primer tramo de su mandato, en el que solo ha presentado dos proyectos de ley en la Cámara, el relativo a la paga extra de los funcionarios y los Presupuestos de 2013, que se vio obligado a retirar. E incluso Patxi López, crecido, sugirió que la legislatura arranca de verdad ahora y, por si fuera poco, con el «programa de los socialistas» como eje de actuación.

El Gobierno era consciente, en todo caso, de que el lugar de donde de verdad podía hacer aguas su canto a la transversalidad y su satisfacción por haber puesto fin a «quince años de política de bloques y de bloqueos» era el siempre pantanoso terreno soberanista, de recuerdo doloroso para muchos. «Los vascos hemos sufrido mucho en el pasado. No nos merecemos sufrir la exaltación de sentimientos, la tensión del independentismo», recordó la presidenta del PP al lehendakari, que agradeció a Quiroga su «tono», le mostró su disposición a explorar vías de diálogo con su partido y le reconoció el sufrimiento que las víctimas, especialmente populares y socialistas, han padecido en Euskadi.

También el secretario general del PSE lanzó una advertencia contra la tentación de reeditar, al estilo de Lizarra, ejes abertzales que «marginen y expulsen» a los no nacionalistas y traten de construir el país «unos contra otros». En lugar de eso, López tendió la mano del PSE para consensuar una reforma estatutaria encaminada a «seguir viviendo juntos».

Sabedor de ese flanco abierto, Urkullu llegó a la tribuna con un discurso poco agresivo, pero a la vez inconcreto e incluso ingenuo sobre el asunto que marcará la agenda política este otoño, con la constitución de la anunciada ponencia de autogobierno. El lehendakari se limitó en su discurso matinal a subrayar que, en un contexto de fin de la violencia de ETA, «debilitamiento» del Estado autonómico y un cada vez mayor reconocimiento de las nacionalidades en el ámbito europeo, ahora «es el momento» de plantear el debate sobre la nueva relación con España. El Parlamento, agregó, es «el lugar» para hacerlo, sobre una «base acordada» y lo más amplia posible.

También apuntó los ejes sobre los que debería abordarse el debate: la pluralidad, el rigor jurídico y el pleno «desarrollo» de los textos acordados. «La insatisfacción con nuestro nivel de autogobierno tiene menos que ver con la literalidad de los textos y más con un desarrollo que no ha estado a la altura de las expectativas de bilateralidad e imparcialidad», apuntó, en un intento de tranquilizar a quienes ven rupturismo en el empeño del PNV en rescatar el debate soberanista.

Como era de esperar, los grupos de la oposición exigieron a Urkullu concreciones sobre lo que de verdad pretende. Pero el jefe del Ejecutivo, lejos de las ‘hojas de ruta’ tasadas al milímetro en las que Ibarretxe comprometía su crédito político y que acabaron por entramparle, y con la encrucijada catalana de Artur Mas al fondo, prefirió delegar el debate en los grupos parlamentarios.

«No sé dónde estaban»

Sí hizo suyo, como miembro del PNV, el ideario jeltzale, que, según dijo, apuesta por el reconocimiento de Euskadi como nación, el ejercicio «pactado» del derecho a decidir, el estrechamiento de los lazos con Navarra o la presencia del País Vasco en órganos decisorios de la UE. Pero dejó claro que prefiere evitar el «riesgo» de que una iniciativa presentada por él como lehendakari se convierta en «motivo de enfrentamiento o división» «Creo en el acuerdo entre diferentes y creo que se puede sustanciar esta legislatura», aventuró. Joseba Egibar, por su parte, dejó claro que el PNV se cuidará de que Bildu intente comerles terreno: «Llevamos 35 años en la vía vasca, no sé dónde estaban ustedes», les espetó.

El guión del pleno discurrió, en menor medida, en torno a la polémica ponencia de paz, en vía muerta tras la decisión del PSE de abandonarla mientras la izquierda abertzale no asuma el mínimo ‘suelo ético’ consensuado la pasada legislatura. Socialistas y populares mantuvieron el listón de la «exigencia democrática», EH Bildu lamentó que se pongan «excusas» para no avanzar y el lehendakari mostró su compromiso «activo» con este órgano parlamentario y su disposición a «integrar» en su plan de paz las aportaciones de la oposición. Según dijo, la memoria es troncal en un plan que pretende impulsar la «desaparición definitiva» de ETA, pero sin «humillar» a nadie.

EL CORREO 20/09/13