Volved, todo está perdonado

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 10/01/16

Arcadi Espada
Arcadi Espada

· Mi liberada: La primera portada de Charlie Hebdo que se publicó, hace ahora un año, tras el atentado mostraba a un lacrimoso y lacrimógeno Mahoma haciendo suya la leyenda Je suis Charlie. Arriba, dominando la página, se leía: «Todo está perdonado». Recordarás la portada, porque te gustó mucho. Te pareció un ejemplo de reacción equilibrada, constructiva y respetuosa, que desvinculaba la religión de los asesinos. A mí, como sabes, me gustó mucho menos. Era el dibujo de alguien noqueado y pensé entonces que no es imprescindible que las personas noqueadas se pongan a dibujar. Esta semana Charlie Hebdo ha recordado a sus muertos con un número especial. En una de sus páginas aparecen cinco caricaturas de sus dibujantes asesinados. Y esta llamada: «Volved. Todo está perdonado». Una leyenda afiladísima, difícil de desvincular de la portada de un año atrás. Y coherente con el músculo general del número de este doloroso aniversario.

El dibujo principal muestra a un dios que corre, con un kalashnikov en bandolera y manchas de sangre en el cuerpo. Su rostro es feroz y desagradable. La leyenda sin concesiones: «El asesino anda suelto». A la jerarquía católica le ha ofendido este dibujo. Y a muchos católicos. El dios de Charlie se parece demasiado al icono tradicional con que los católicos lo representan. No solo las barbas; también el ojo omnisciente y el triángulo de la santísima trinidad; aunque es verdad que ni el judaísmo ni el islamismo, las otras dos religiones con libro, tienen una forma tan establecida de representar a dios. Te he dicho alguna vez que ser ateo no me obliga a ser relativista; y es una obviedad que todas las religiones no son iguales y que las matanzas de París, la de Charlie y la del viernes noche, son crímenes que se realizaron bajo la invocación del concreto dios islámico.

Es legítimo que se pueda acusar a Charlie de injusticia respecto a los católicos; aunque existieron, las matanzas de los católicos son remotas. Pero nunca deberá olvidarse cómo el Papa Francisco fue incapaz de solidarizarse por completo con Charlie, aquel desdichado día en que habló a bordo de un avión sobre el crimen: «Si alguien dice una palabrota sobre mi madre, puede esperarse un puñetazo». La falta de solidaridad plena que el Papa exhibió con su ingenuidad populista es la que acaba justificando el puñetazo por elevación de la portada del aniversario. Dios, en efecto, está en todas partes, empezando por las religiones.

Hay otra cuestión importante. Esta portada, como el resto del número, no está dirigida específicamente a los musulmanes. Sus principales destinatarios no son los asesinos ni su mundo, sino Francia y el mundo donde se inscribe Francia. Y se les advierte, crudamente, que el problema final es dios. A bordo de un crimen viajan muchos pasajeros: la testosterona, la juventud, el grupo, la miseria, la ignorancia y George Bush. Tú, liberada, parloteas mucho y con frecuencia de las causas. Pero ninguna de esas condiciones, probablemente necesarias para el crimen, forma parte del relato que se cuenta y cuenta el criminal. Estoy seguro de que lo entenderás con dos ejemplos.

Se da, en cualquier lugar del mundo, pero a ti te gusta que sea en Alemania, un crimen racista. Antes de disparar o de acuchillar a la víctima el criminal dice: ¡Jodido turco! o ¡Jodido negro! o ¡Jodida sudaca!¡Por la supremacía! Y la prensa titula Un crimen racista, bla, bla. Lo titula y lo titula bien por más que el asesino fuera huérfano, le faltara litio, hubiera sufrido los abusos de un turco, viviera entre el barro, no hubiera cumplido con la educación general básica o se forrara de drogas con la panda todos los viernes. Y, aún más. Para adjetivar un crimen ni siquiera hace falta que el asesino abra la boca. Aún es la hora, que yo sepa, de que uno de esos crímenes que llamas machistas vaya precedido por la exclamación ¡Por el macho! Por el contrario tú, la izquierda vegetativa, la izquierda indigente y la prensa, una y otra, sois renuentes a llamar por su nombre a las matanzas de París, de Londres, de Madrid, o de América. Charlie lo ha hecho por vosotros. Eso son: un crimen religioso.

La reclamación del Charlie de aniversario solo es ésta: señalad al culpable. Eso que os gusta tanto y que tan mal utilizáis casi siempre: el autor intelectual. La inmigración, y básicamente la inmigración musulmana, está provocando un cambio de notoria importancia y gravedad en Europa. No parece que en estos momentos ya pueda sostenerse lo que hace apenas una década era indiscutible en Europa, y es que dios estaba en franco retroceso. Es evidente que la sumisión houellebecquiana empieza por aquí. Y es explicable que Charlie lo subraye. Uno de los artículos más vigorosos del número, que firma Gérard Biard, y se titula Al pie del muro, comienza: «Consentir o abdicar.

Esta es política y socialmente la alternativa que se ofrece hoy a nosotros ante el totalitarismo religioso y todo lo que va con él: terrorismo, desintegración social, legitimación de la violencia, sumisión ideológica, rechazo del laicismo y de los valores democráticos…». Más adelante, Biard, que es el redactor jefe de la revista, señala una cuestión clave respecto a la relación entre Religión y Estado: «Consentir es recordar que la ley de 1905, que hunde sus raíces en el edicto de Nantes y en el siglo de las Luces, ya nació para contener un poder religioso que pretendía ser hegemónico. Es el Estado el que se defendía contra la religión y no a la inversa». Durante los últimos años era el simple estado de las cosas el que iba relegando a la religión a un lugar marginal. Pero todo ha cambiado drásticamente. La defensa de los valores europeos exige Estado. Policía, desde luego; pero también beligerancia ideológica y política contra el autor intelectual de los hechos.

Sería injusto y desagradable concluir que Charlie ha optado por denunciar a dios por miedo de hacerlo con Mahoma. El conjunto del número, devastador contra el islamismo, está a la altura del valor que ha caracterizado a los dibujantes de la revista. Y a la altura, sobre todo, de esa fatalidad, inexorablemente cruel, de la razón. Debo ir contra Tolstoi y madame de Stäel, yo no me arredro, y su tout comprendre tout pardonner: cuando el mal se comprende a fondo resulta imperdonable.

Y tú, sigue ciega tu camino.

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 10/01/16