Enrique Aguirrezábal, EL MUNDO, 23/6/11
Lo que está sucediendo en el País Vasco –y lo que está por venir– a propósito de la invasión de los bildunos, me trae a la memoria un fragmento de la historia. Corría el año 390 a. C. cuando Breno, jefe de la tribu de los senones, un pueblo galo de la costa adriática de Italia, dirigió a su ejército en un ataque contra Roma en la conocida como batalla de Alia. A pesar de que el ejército romano estaba mejor dotado para la guerra, lo cierto es que los galos consiguieron derrotarlo haciendo retroceder a las legiones hasta la colina Capitolina, donde se hicieron fuertes. Breno sitió la capital romana, saltó sus murallas y la ocupó toda menos el Capitolio.
Como era costumbre en aquellos tiempos, las tropas del jefe de los senones se dedicaron al pillaje y a la destrucción de la capital, y así estuvieron siete meses, el tiempo que los romanos asediados en la colina aguantaron hasta rendirse. Enseñoreado y ensoberbecido el tal Breno, exigió a los vencidos un gran rescate en monedas de oro. Cómo no, los romanos reunieron todo el oro que pudieron y empezaron a pesarlo en las balanzas que, por si acaso, se había traído el galo. Pero hete ahí que los paganos –nunca mejor dicho– sospecharon que las pesas usadas eran falsas, y no se les ocurrió otra tontería que denunciarlo a quien correspondía.
Pues bien, Breno, por toda respuesta, desenvainó su espada y la puso encima de las escalas, diciendo la famosa frase «Vae victis!» (¡Ay de los vencidos!), que ha quedado como frase hecha para indicar que los vencedores no se apiadan de los vencidos.
Pues bien, aquí y ahora me da la impresión de que la historia se repite. Los jefes de la tribu de Bildueta, tras el asedio –con la inestimable e impagable colaboración del Tribunal Constitucional–, primero amagando con Sortu y luego embutidos en el vientre troyano de EA y Alternativa, han conseguido franquear las puertas de las instituciones y se aprestan a cobrar un rescate. Y a quien se queje, ya sabe lo que le espera. Espada que poner sobre las pesas amañadas no tienen, pero sí el bastón de un centenar de alcaldías y pronto el de alguna Diputación foral. No han transcurrido diez días desde la toma de los capitolios municipales y ya se les ve la hilacha. Así que quien no quería taza, tomará taza y media.
Fuera la bandera de España del frontispicio consistorial, fuera los carteles ETA NO-ETA EZ, o lo que es peor, emborronarlos a su estilo y con desprecio de su significado. Los escoltas, ni un paso al frente a la que llegan al dintel del ayuntamiento de turno. Por si fuera poco, este fin de semana, para celebrar el indiscutible éxito electoral, homenaje a los represaliados en Hernani, pues a ellos, a la postre, se debe en gran medida el éxito mentado. De no ser por sus asesinatos o su contribución a los mismos, nada de lo que ha alcanzado Bildueta sería posible.
Y esto, como decía, en escasos diez días. Qué no podrá acaecer en cuatro años de asedio, pillaje y destrucción de la democracia. Y menos mal que su programa no tenía más que tres puntos: independencia, presos a casa y al castellano –única lengua obligatoria–, que le den.
Y así las cosas, que son como se las he contado, todavía hoy haylos que creen que con la llegada de los senones de Bildueta, las cosas se arreglarán. Se les llena la sesera de paz, normalización, de un nuevo escenario político, del final del conflicto vasco, etcétera. Y aquí, a decir verdad, lo único que hace falta es libertad. No estamos en guerra, por lo que la paz huelga, ni hay más conflicto que el que generan unilateralmente los asesinos de la Eta y quienes les dedican las fiestas patronales. Sólo se anhela la libertad. Simplemente. Y no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que cuando estábamos tocándola con la punta de los dedos, nos ha sido arrebatada. Gracias TC. Tuyo siempre. Un vencido. ¡Ay!
Enrique Aguirrezábal, EL MUNDO, 23/6/11