Ángeles Escrivá, EL MUNDO, 3/6/12
Fue simplemente un impúdico ejercicio de desvergüenza. Y quien quiera ver otra cosa estará mostrando un voluntarismo muy poco práctico. Lo que pretende la izquierda abertzale es renegociar las condiciones de salida de sus presos de las cárceles, renegociar la aplicación de la ley. Y lo hace en unos términos pornográficos. Sus reclusos mantienen que son España y Francia los opresores y los generadores del «conflicto». Reivindican (del mismo modo que lo hicieran los ex dirigentes de Batasuna con Sortu) que los atentados son los que les han permitido sus logros políticos y los que lograrán que queden libres. Se niegan a asumir las condiciones de arrepentimiento y delación cuando esto no es negociable –no se trata del cristiano pedir perdón–: es lo que marca la ley. Y, del mismo modo que lo hiciera la izquierda abertzale en su documento sobre las víctimas, se colocan como testigos, al decir que «no se niegan a reconocer» que el «conflicto» ha generado «perjudicados y víctimas», cuando ellos son los asesinos.
Pero la argumentación más impúdica es aquella en la que aseguran ser «plenamente conscientes del múltiple dolor generado» y se meten con las víctimas. No sólo no muestran ningún tipo de contrición por el daño causado, sino que se erigen ellos y su entorno en las verdaderas víctimas –por eso hablan del «múltiple»– y reprochan a «algunos» que usen el «tema de las víctimas» de ETA como un instrumento para «eternizar el conflicto».
Es aquí donde siguen a pie juntillas las directrices de la banda. Hay varios documentos desde 2008 en los que ETA se lamenta por el perjuicio que la imagen de los asesinados le estaba ocasionando. Era una cuestión de marketing que había que combatir, porque el hecho de que las víctimas tuvieran una presencia insistente en los medios y fueran escuchadas empezaba a erosionar la imagen de la banda entre sus propios simpatizantes.
Permach aseguró hace dos días que este acto iba a ser histórico. Una vez más, las expectativas quedaron defraudadas, pero esto no impedirá que mantenga este argumento, porque a la izquierda abertzale le ha ido muy bien la estrategia de ir dando pasitos, que iba calificando de históricos, para hacer ver a sus potenciales votantes y a los tontos útiles internacionales que ella se movía y el Estado no, para presionar y para evitar escenificar su derrota teniendo que cumplir todos los requisitos marcados por el Estado de Derecho. Le ha ido bien porque ha acabado en las diputaciones y en el Congreso sin tener que pedir la disolución de ETA y sin repudiar los asesinatos que justificó de tan buen grado.
Ahora, le han colocado un programa de máximos al Gobierno, escrito en parte por Arantza Zulueta –una de las más irreductibles–, para empezar con el listó alto. Pero lo cierto es que el Gobierno no tiene el problema y sería un error que lo asumiese como tal. Éste es un problema de la izquierda abertzale: son sus presos los que están hartos de la cárcel, que se ha convertido en una olla a presión en la que no todos están de acuerdo –una parte no suscribe la dureza del documento–. Son sus presos los que creyeron que podrían salir apenas ETA firmase el cese, porque eso era lo que se había acordado con el Gobierno socialista. Ha de ser la izquierda abertzale la que tome las medidas que impidan que el Estado pueda aprovecharse de sus divisiones.
Y sobre su amable ofrecimiento para dar «nuevos pasos si existen condiciones», ya existen esas condiciones: hay unas leyes muy precisas a las que se pueden acoger. El Estado ya ha conseguido que quede inoperativa la organización que les impedía salir antes de prisión. Ahora, que no pretendan que ponga la cama. Han perdido. Qué menos que sean ellos quienes recorran el camino que no recorrieron antes por cobardía o por convicción. Si quieren. Y, si no, pues santas pascuas.
Ángeles Escrivá, EL MUNDO, 3/6/12