La buena gente, como ha pasado en Irlanda, premiará con sus votos a las opciones terroristas que han decidido dejar de matar, y ese éxito electoral de los que ejercieron la violencia casi ha barrido del mapa a los partidos moderados, que observan temerosos cómo las anteriores acciones criminales se modifican en actuaciones de extorsión social y económica.
Estaba leyendo el siempre interesante y último artículo de Joseba Arregi, en el que preocupado ante el sesgo que va tomando el proceso, donde iniciales condiciones para que se diera la negociación no se cumplen, como el de la inexistencia de la violencia, voluntariosamente dispuesto a pasarlo por alto a cambio de una mayor claridad por parte del presidente del Gobierno explicando a donde se va y qué problemas hay, cuando inmediatamente recordé la frase que éste dijera el día anterior en la conferencia franco-española a preguntas de algún periodista que no me quitó ninguna duda: “El camino que se tramite determina el resultado. Y como el resultado ha de ser paz, democracia, ley, mirar hacia el futuro, tenemos que caminar por el camino de la ley y de la política, que puede contribuir al final de la violencia”.
¡Cómo te explicas!, maestro. Los diálogos de los hermanos Marx eran un tumulto de significados comparados con las frases que de un tiempo a esta parte enarbola con el ceño fruncido nuestro presidente. No entendí nada, y al ponerme a sospechar, tras arriesgadas elucubraciones, sobre lo que quería decir, consideré que la palabra clave parecía ser “futuro”, que gusta mucho a los publicitas puesto que connota esperanza y optimismo, pero que aquí no parecía concluir un mensaje nada bueno. Puesto que quien quiera cerrar la violencia mirando al futuro debiera cerrar bien antes el pasado de violencia, porque si no ésta quedará entronizada en ese futuro. De todas maneras no deja de ser una suposición tras tan indescifrable mensaje en un tema necesitado de urgente aclaración por parte del presidente. Que, si por esta frase fuera, nos quedaríamos con cara de tontos.
Era evidente el tronío y superioridad republicana que rezumaba Chirac dejando caer como el que no quiere la cosa que el tema de la negociación no incumbe a Francia, a pesar de que los interlocutores necesarios introducen en su territorialidad territorios franceses, y a pesar, educación obliga, de admitir que ellos apoyan al Gobierno español en el proceso de paz iniciado. Y entonces nuestro presidente, contagiado por tal derroche de cartesianismo, intenta aclarar las cosas y las deja mucho peor, metiéndonos el miedo en el cuerpo, cuando dice que, sin violencia, se pueden dar pasos para un diálogo que permita el fin del terrorismo, pero, con ella, «esos pasos serán mucho más difíciles». Y los medios, en una ejemplar labor, nos intentan explicar estas declaraciones resumiendo que Zapatero dice que los pasos del proceso de paz son «mucho más difíciles» con violencia. Que incluso con violencia no se descarta el proceso.
Entonces uno se acuerda que lo que se aprobó en el Congreso de los Diputados para iniciar un proceso de dialogo con ETA estaba condicionado a la inequívoca voluntad de abandono de la violencia, y aunque esta voluntad se haya roto multitud de veces, en ocasiones con actos muy crueles como la quema del comercio de un concejal del PP en Burlada, o el intento de quemar a un guardia municipal en Bilbao, nunca se había dicho que con violencia, aunque con mayores dificultades, también se negociaria, lo que supone una extralimitación del propio mandato parlamentario que el presidente recibiera. Por lo que pudiera uno deducir, ante tan equívocas declaraciones, en unos casos, y tras otras que no lo son tanto, las cuales irán dirigidas a los interlocutores necesarios, que el proceso está desbocado, y quizás, por ello, es por lo que la mayoría consideramos que está en crisis. Porque a nadie en su sano juicio se le pudiera ocurrir seguir con las negociaciones mientras los terroristas no sólo ejercen el terror sino que lo incrementan. Pero a cosas más sorprendentes estamos asistiendo acostumbrados.
Ante una sociedad cuyos planteamientos lógicos están seriamente perturbados por la presencia continua de la presión terrorista, si ésta ve, con toda la buena e ingenua intención que le caracteriza, la salida del túnel aunque en su boca se abra un precipicio, correrá hacia ella. La buena gente, como ha pasado en Irlanda, premiará con sus votos a las opciones terroristas que han decidido dejar de matar, y ese éxito electoral de los que ejercieron la violencia casi ha barrido del mapa a los partidos moderados, que observan temerosos cómo las anteriores acciones criminales se modifican en actuaciones de extorsión social y económica. Y allí ni Major ni Blair les hacían propaganda.
Aquí los grandes publicistas de Batasuna ante las próximas elecciones van a ser Blanco y Zapatero, repitiendo por enésima vez, como un mérito, algo que los demás no hacemos: «Tengan en cuenta que llevan cuatro años sin matar». Sólo les falta declamar: «¡Vótenles!»
Eduardo Uriarte, BASTAYA.ORG, 22/11/2006