Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 10/1/12
El abertzalismo, entorno y excrecencia del terrorismo, aúna el repudio a ambas clases de progreso: el que representa el AVE y el que representa la democracia.
Aunque uno no crea todo lo que ve, hay cosas que de no verlas, no se creen. Y a esa categoría pertenece uno de los sucesos recién acaecidos en Bilbao, toda vez que el otro, esto es, la manifestación de apoyo a los autores y cómplices de crímenes, es una impudicia que se ha hecho rutinaria. Me refiero a la protesta que soportaron el domingo tres heroicos comercios de aquella ciudad y sus no menos heroicos clientes. Fueron abucheados, increpados, en definitiva, acosados, los unos por atreverse a abrir y los otros por osar comprar en un día festivo. La coacción estuvo a cargo de unos piquetes de los sindicatos nacionalistas más los dos que ostentan el título de mayoritarios. Su actuación estuvo a la altura de las prácticasmatoniles que allí tienen tanto adepto, pero que se ensayan con frecuencia en otros lares. Bien mirado, los dos sucesos bilbaínos tienen algo en común. Ambos son facetas de un rechazo a la libertad que viene de largo.
La muy restringida libertad de horarios comerciales ha sublevado a los sindicatos vascos, cuya idea de una «protesta democrática» como la que anunciaron consiste en amedrentar a la gente. Aún habrá que agradecerles que se contuvieran para no romper los escaparates y propinar palizas a los clientes. Porque estamos hablando de un contexto en el que se ha ejercido la máxima forma de coacción, es decir, el atentado, el asesinato y el secuestro, contra signos de progreso material como las autopistas y los ferrocarriles. Un caso significativo de que ese tipo de progreso mal puede avanzar si no se progresa en civilidad. Y ahí topamos con el abertzalismo, entorno y excrecencia del terrorismo, que aúna el repudio a ambas clases de progreso: el que representa el AVE y el que representa la democracia.
Su cabecilla Otegi aseguraba, no hace tanto, que el día que «en vez de estar contemplando los montes», los vascos estuvieran «funcionando con internet», su mundo se acabaría. Ojalá, cuanto antes. Aunque él bien aprovecha la conexión gratis que se le ha puesto en la cárcel. Lo del batasuno era un eco del mariscal Pétain, el hombre que entregó Francia a los nazis, para quien la grandeza de la patria sólo habría de volver cuando los lobos aullaran a las puertas de las aldeas. La Arcadia nacionalista no tolera los adelantos. Esa lucha contra el tren o la electricidad, contra las carreteras o la libertad de horarios, es una lucha contra la Modernidad y, por ello, contra España.
Cristina Losada, LIBERTAD DIGITAL, 10/1/12