Manuel Montero, EL CORREO, 22/3/12
Nacionalistas y socialistas están haciendo más esfuerzos para que se crean las posiciones de la izquierda abertzale que ella por hacerlas presentables: será que les conoce e intuye grandes tragaderas
Convendría que la política vasca dejara de desplazarse hacia el misticismo. Dando por supuesto que no nos quiere vender gato por liebre, las consideraciones parlamentarias del consejero de Interior sobre la kale borroka se mueven en la metafísica. Aseguró que la lucha callejera que hay no es kale borroka. Utiliza la metodología de la kale borroka, dice; al parecer los desmanes los cometen los de antes, que ya van entrenados, y hacen las mismas cosas que hacían. Pero no es kale borroka. Pues qué bien. Esto es como si te ataca un sujeto disfrazado del ‘carnicero de Rostov’ y te descuartiza con la misma técnica. Quizás al descuartizado no le tranquilizase saber que el descuartizador es un impostor. Y se quedaría perplejo al averiguar que quien se ha enmascarado de ‘carnicero de Rostov’ es el propio ‘carnicero de Rostov’.
Para justificar la conclusión bizantina de que esta kale borroka es falsa el consejero esgrime unos argumentos que aumentan la desazón. Dice que sigue su «metodología clásica» pero que no está organizada, conclusión que se antoja prematura mientras no se detenga y compruebe. Dos: que está relacionada con motivos concretos (protestas laborales, 3 de marzo en Vitoria…) y eso no solía ser. Pues bien: fue frecuente que la kale borroka actuase con reivindicaciones específicas, tales como clausuras de gaztetxes, obras del TAV o política penitenciaria. No se ve que tal argumento pueda servir para quitarle ‘kaleborrokoridad’ a los actuales ataques callejeros. Es más: el 3 de marzo del año pasado hubo actos parecidos a los de este año –y no por primera vez– y por las mismas razones. El Departamento de Interior no tuvo dudas entonces de que aquello era kale borroka. Ni los demás.
¿Qué ha pasado de ayer a hoy? A lo mejor explica la distinta interpretación una frase del consejero. No tenemos que confundir las cosas, viene a decir. Estamos en un ‘nuevo tiempo’, tras el cese definitivo de ETA. Conclusión: la kale borroka de los nuevos tiempos no es kale borroka.
Son nostálgicos de la kale borroka, dijo. Un revival. Hay gente apegada a sus tradiciones seculares.
Tampoco se entiende que, así las cosas, unos días después otro acto de kale borroka sea considerado tal. La explicación que se nos da: han seguido el ‘modus operandi’ de la violencia callejera. Acabáramos. Aquellos no eran kale borroka pese a que usaban su metodología clásica. Estos lo son porque tienen el mismo modus operandi. ¿Qué diferencia la metodología y el ‘modus operandi’? Como sigamos con misterios nos vamos a volver locos.
Pese a que a la última acción sí se le dé importancia, se impone una impresión: el Gobierno vasco tiende a quitar hierro a los desafueros que se asocian a la Batasuna reconvertida. Ha asumido su vocabulario a pies juntillas, su ‘nuevo tiempo’, que es la expresión que justifica la ‘deskaleborrokización’ conceptual de la kale borroka. El ‘nuevo tiempo’ no viene definido porque no ocurran aquellas cosas, sino que éstas no se llaman como entonces.
Se diría que este Gobierno está comprometido en creer a toda costa a los hijos de Batasuna; que necesita que nosotros creamos que los están llevando al redil. A lo mejor esta ansia de fe está condicionando sus evaluaciones. De lo contrario, no se explicaría el dislate sobre si la kale borroka lo es o no. Seguramente los autores de los desmanes no tienen ninguna duda al respecto. Estarán indignados porque les llamen nostálgicos y les rebajen su papel en el ‘escenario de paz’.
La actitud gubernamental tiene riesgos serios y no solo de credibilidad. Ha de recordarse que en 2006 el Gobierno verificó que el robo de pistolas por ETA no quería decir que no hubiese tregua. O que se dio por buena la afirmación de la contraparte, que aseguró no controlaba la kale borroka cuando esta se relanzó en otoño de aquel año. La fe, las ganas de creer o la necesidad de demostrar que uno no se equivocó al ir Loyola pueden llevar, también ahora, a que se confundan deseos y realidades. A que se admita la versión de quienes transitan entre la brutalidad social y la democracia, sin que se sepa en qué dirección. La fe suele dar en fe ciega: pero está ciega y no sirve para el buen gobierno.
Nacionalistas y socialistas están haciendo más esfuerzos para que se crean las posiciones de la izquierda abertzale que esta por hacerlas presentables: será que les conoce e intuye grandes tragaderas. El lehendakari proporcionó una doctrina similar a las absurdas disquisiciones batasunas sobre que el perdón es un concepto cristiano no válido para el caso. Quizás fuera retórica, pero contribuye a la imagen de que la democracia está en almoneda. Solo falta que se les diga que ya no hace falta que condenen a ETA. Total, estamos en el nuevo tiempo.
Manuel Montero, EL CORREO, 22/3/12