Plantearse la movilización ciudadana contra Zapatero en este momento y cuando empieza a hacer bien las cosas es una estupidez solemne. Y este milagro se debe a un hecho simple e innegable: Zapatero ha empezado a rectificar su política antiterrorista.
Uno abre el periódico estos días por las mañanas y empieza a tener la grata sensación, perdida durante la pasada Legislatura, de que en España los políticos han vuelto a hacer política, o sea, de que hablan y discuten de la crisis económica o de la financiación autonómica, que es para lo que les hemos puesto donde están. Este milagro se debe a un hecho simple e innegable: Zapatero ha empezado a rectificar su política antiterrorista. No es que uno le dé una carta blanca al Presidente del Gobierno. No es que uno confíe a ciegas. Todavía queda en el camino de esa rectificación la ilegalización de ANV y del PCTV, que cierre de manera definitiva la puerta a la negociación con ETA, pero no cabe duda de que se ha producido un giro en la política socialista respecto a esa cuestión y el mismo consenso alcanzado entre el PP y el PSOE para reformar las medidas penales contra los símbolos etarras o las ofensas a las víctimas es una prueba obvia.
De este modo, plantearse la movilización ciudadana contra Zapatero en este momento y cuando empieza a hacer bien las cosas es una estupidez solemne, aparte de una descomunal irresponsabilidad. Si estamos hablando de un tema tan grave como el terrorismo de lo que se trata no es de aprovecharlo a destiempo para derribar a Zapatero a toda costa sino en todo caso de animarle a que remate la tarea y llegue a este país la normalización que tantos deseamos. La normalización es eso: que nadie ofenda ni tenga que defender a las víctimas y que los políticos hablen de acuerdos o desacuerdos en la economía, en el empleo, en la financiación autonómica.
La nomalización es eso: que ni el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo ni los portavoces del Movimiento Cívico tengan que estar todo el día en los periódicos porque el Gobierno está soltando a etarras o llamándolos «hombres de paz». La normalización es que el debate nacional sea político y no moral, como ha sido el de la pasada Legislatura. No quiero decir con esto que la ética y la política no tengan que ver nada entre ellas, sino que la primera debe ser la base de la segunda y que -como tal base- no debe ser discutida. Lo que quiero decir es que nos hemos pasado toda la Legislatura anterior discutiendo sobre principios porque éstos no estaban claros. Cuando hablo de hacer política y no moral, estoy dando por hecho que se trata de hacer una «política moral». Doy por hecho, en fin, que la ética está sosteniendo el debate y que lo que se discute no es ésta sino caminos y soluciones más o menos prácticos, pero con ella acordes.
¡Por fin la política! Y no seré yo quien lo sienta, sino el que desee que no se trate de un espejismo momentáneo del verano. Por fin uno desayuna con la prensa delante si sentir que se tambalean todos los cimientos de su nación. LA RAZÓN de ayer era un buen ejemplo de esa España deseada. Los dos grandes titulares eran: «Zapatero y Rajoy cerrarán hoy el acuerdo por la Justicia» y «La Guardia Civil acaba con la célula más peligrosa de ETA». Eso es la normalización y eso es la política: los etarras detenidos y Rajoy llegando a acuerdos con Zapatero para que las calles no tengan nombres de terroristas. ¿Salir a la calle ahora en julio? ¿Para qué? ¿Para gritar «Zapatero asesino y Rajoy traidor»?
Iñaki Ezkerra, LA RAZÓN, 24/7/2008