Santiago González, EL MUNDO, 18/5/12
La política española es un «vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero / que muero porque no muero», que es el manifiesto fundacional de la mística, piedra angular del minimalismo conceptual en la literatura española. A uno le parecía que la permanencia de Griñán en San Telmo iba a suponer un problema añadido para Rajoy y su empeño en embridar el déficit, le cueste lo que nos cueste.
Ayer fue un día intenso para las cuentas españolas. El Gobierno convalidó los decretos leyes sobre educación y sanidad que el pasado 9 de abril anunció con la solemnidad de una nota de prensa para ahorrar 10.000 millones.
Además de la demagógica campaña de Griñán, estaba la exigente compañía de Izquierda Unida para ayudarle a gastar dinero público, como si él solo no se diera suficiente maña.
Lo que son las cosas. El mismo Griñán que denunció en su investidura los 2.600 millones que iban a costar los recortes de Rajoy no ha hecho más que llegar al Gobierno y se ha puesto a la tarea de recortar con admirable disciplina. ¿Que Rajoy imponía 2.600? Pues 3.500, que a nosotros no nos va a achicar nadie en el Consejo de Política Fiscal y Financiera. O sea, 1.000 millones de subida de impuestos y los 2.500 de recorte.
Lo más impresionante del caso es que Javier Arenas haya calificado el anuncio de Griñán de «recortazo», al tiempo que lo acusaba de haber mantenido «una agenda oculta», que era justamente de lo que acusaba Rubalcaba a Rajoy hasta las elecciones del 20-N. Ya saben por qué este señor nunca va a llegar a presidir la Junta. Luego está lo del socio Valderas, que recorta por imperativo legal, como si fuera un batasuno jurando la Constitución, y se manifiesta fuera contra lo que recorta dentro, jugando a dos ligas distintas en un solo partido.
Algo parecido puede pasar en Asturias, donde para ganar el voto de UPyD a su investidura el PSOE ha aceptado, de momento sobre el papel, respetar el pacto de estabilidad y el objetivo del déficit que tanto y tan bien había cuestionado Rubalcaba.
Extraordinario también lo del nacionalismo felizmente gobernante en Cataluña, que no le hace ascos a los recortes sanitarios y educativos con tal de mantener a salvo el gasto identitario: si hay que cerrar hospitales se cierran, pero embajadas ni una, y la política lingüística, intocable.
Parece que los principios de la oposi- ción destiñen en presencia del poder, aunque no en todos los casos. Está la honrosa excepción del lehendakari Patxi López, a quien ni la responsabilidad de gobierno ni el apoyo del Partido Popular han desviado de su coherencia ejemplar en la oposición a los recortes; pero eso es porque el cargo va desarrollando en él esa inigualable habilidad de los vascos para ejercer la oposición desde el mando. Todas las posiciones son intercambiables y el lenguaje viene a ser el mismo: la oposición no arrima el hombro y pone palos en las ruedas (Leire Pajín en 2011 y el PP en 2012).
Santiago González, EL MUNDO, 18/5/12