Ya que empezamos con esculturas por motivos que valen la pena, por qué no una calle a las Brigadas Internacionales, y otra a la brigada Lincoln, Así, antes de ponernos a levantar zanjas buscando cadáveres, nuestro folclorismo izquierdista se verá satisfecho sin tanto esfuerzo. Es cosa de compensar a los perdedores, a los que ni siquiera se les dedicó bienaventuranza alguna. Bienaventurados los perdedores que nunca recibirán la indemnización de Madrazo.
Me llama Semáforo por teléfono y me dice que ya tenemos monumento las víctimas del franquismo. Era una excusa, un prólogo para maldecir a Madrazo y decirme que nunca nos va a pagar ni un duro por los ocho años que nos tiramos en el perol, y que Mario tenía razón cuando decía que antes nos íbamos a morir que recibir un duro de él. Llamaron los de Telefonica a la puerta y tuve que interrumpirle, pero su llamada me recordó que la semana anterior había escrito sobre los monumentos y paisajes de Bilbao y que no había comentado nada de éste, del nuestro por propio derecho. Seremos de los pocos que somos víctimas de algo y no cobramos ninguna indemnización. Pues, manos a la tarea, comentemos la obra y, antes, su inauguración.
Estuvieron allí Madrazo e Ibarretxe y ninguno de nosotros fue porque nos hubiéramos indignado. No se le ocurrió al lehendakari otra cosa que decir que «la guerra es injusta para el que gana y el que pierde». Se nota que no ha perdido ninguna. Le podemos asegurar Semáforo y yo que la guerra es mucho más injusta para el que la pierde -«¡ay de los vencidos!»-, por eso recomendamos gratuitamente ganar todas las que se puedan, y a Bono, que prefiere morir antes que matar, la consigna de Patton: «Que mueran ellos por su patria, vosotros vivid», arengaba a sus soldados.
Además, consideramos que hay guerras justas: que la guerra que venció al fascismo en Europa fue absolutamente justa, porque si no estaríamos todavía en la cárcel, los judíos habrían desaparecido de la faz de la tierra y él no sería lehendakari salvo que hubiera pactado el Gobierno vasco en el exilio con los nazis, cosa que afortunadamente no prosperó, ya que prefirieron colaborar con los americanos. Nosotros, que por rojos somos víctimas del franquismo, sabemos que hay guerras justas; por eso nos metieron en la cárcel y no por pasar a un ciego de una acera a otra. Y, simplemente, eso nos gratifica, personal e íntimamente.
«La guerra y la violencia son el fracaso de una sociedad civilizada», añadió Ibarretxe , y entonces Semáforo y yo pensamos que ya está bien con esa exquisitez que permitió a los nazis hacerse con toda Europa. La violencia está entre nosotros desde el origen de la humanidad y lo que hay que hacer es canalizarla, controlarla, legitimarla en el seno de un Estado de Derecho. ¿Acaso cree el lehendakari que pagamos nuestros impuestos por mero gusto? Si no lo hacemos, el Estado -la Diputación en este caso- ejerce la violencia legítima y nos hace pagar con recargo. Como si la violencia no estuviera en el origen del Estado, incluyendo el Gobierno autónomo que dirige… Exquisitos y correctos, así nos van las cosas como nos van. Uno no siente tanto que le traten como víctima del franquismo; lo que más siente es que le traten como víctima de la ignorancia y la estupidez. Por eso, otro consejo gratuito: no vaya a ningún acto que se organice para hacerle un homenaje; a la postre, es un homenaje para ellos.
El monumento no está mal. Basterretxea, que diseñó también el símbolo del Parlamento vasco -al principio no lo entendí, pero que al final se me reveló como una ikurriña abstracta ondeando en solitario en una institución donde debería ondear junto con la española- hace bien las cosas. En arte abstracto los artistas vascos son excelentes y Basterretxea está en esa categoría del buen hacer. Y ya que empezamos con esculturas por motivos que valen la pena, por qué no una calle a las Brigadas Internacionales -al fin y al cabo, tuvimos una plaza con el nombre de las Brigadas de Navarra- y otra a la brigada Lincoln, y así, antes de ponernos a levantar zanjas buscando cadáveres, nuestro folclorismo izquierdista se verá satisfecho sin tanto esfuerzo. Es cosa de compensar a los perdedores, a los que ni siquiera se les dedicó bienaventuranza alguna. Bienaventurados los perdedores que nunca recibirán la indemnización de Madrazo.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS/PAÍS VASCO, 1/3/2006