Teo Uriarte asegura en esta entrevista que no estamos en un proceso que lleve a la liquidación de ETA, sino que la convertiría en un enorme poder fáctico y en la centralidad de la política vasca en el futuro. Afirma que el mayor inconveniente para Zapatero es su optimismo, ya que éste puede traducirse en ingenuidad cuando se enfrenta a un avispado colectivo de supervivientes, como es ETA.
El 28 de febrero de 1981, hace 25 años, ETA político-militar anunciaba una tregua indefinida y sin condiciones. Ese proceso desembocó el 30 de septiembre de 1982, poco antes de la victoria de Felipe González. Los dirigentes de ETA (pm), a cara descubierta, anunciaron la disolución definitiva, aunque otra parte de la organización terrorista decidió seguir. Eduardo (Teo) Uriarte, antiguo militante de ETA desde 1963 hasta 1969 y uno de los encausados en el Proceso de Burgos, participó en aquella disolución desde su condición de militante de Euskadiko Ezkerra y parlamentario. Posteriormente pasó a formar parte del Partido Socialista, partido en el que sigue militando. Es gerente de la Fundación para la L¡bertad.
¿Qué fue lo que empujó a ETA (pm) a entablar negociaciones con el Gobierno de UCD?
Cuando un colectivo tan cerrado como es un grupo terrorista se plantea situaciones de cambio, la cosa no es anecdótica ni se plantea en un momento determinado, viene de lejos. Anteriormente se habían dado pasos importantes. El inicial fue cuando Pertur en 1976 plantea un informe muy polémico, que probablemente le costó la vida, para que la organización armada cediera la vanguardia a un partido político puesto que era evidente que se iba a acceder a un sistema de democracia formal. La lucha armada quedaría circunscrita a la reserva para garantizar las conquistas de esa vanguardia política que sería un partido.
Otro aspecto importante fue darse cuenta de la importancia del Estatuto de Autonomía, que superó con mucho lo que se pretendía durante el franquismo y que no se había conseguido precisamente gracias a la lucha armada, sino a pesar de ella. Y luego estaban los fracasos póstumos de esa lucha armada, como el del asalto a cuartel de Berga, hecho con el único motivo de chantajear a la UCD y provocar a los militares para que dieran un golpe, cuando ese golpe ya estaba preparado para la semana siguiente. También el fracaso del secuestro del padre de Julio Iglesia o de otras actividades menores. Se produce una cierta desmoralización, una conciencia de que la lucha armada era inútil y contraproducente. Se organiza una asamblea en la que salió adelante una tregua y se inician las negociaciones. Y se inician con la conciencia de esa inutilidad de la lucha, pero también con la conciencia de la derrota. Y cuando sucede eso, ya el proceso duró poquísimo. El primer síntoma de que iba en serio era que el único tema de importancia a resolver era el de los presos y de los que querían volver.
¿Y cómo se produjo ese proceso?
Con tranquilidad, con mucha discreción, sin ningún tipo de alharacas ni homenajes a los “heroicos combatientes”, sino que aceptaron las circunstancias y fue algo que se debiera de tener en cuenta ahora.
Además de resolver la situación de sus presos, ¿consiguieron algo más a cambio de la disolución?
No, absolutamente nada. Es más, gente que había accedido hacía poco a Euskadiko Ezkerra (EE) criticó a Onaindia y a algún otro por no haber puesto ninguna condición de naturaleza material. Y me refiero a las finanzas. Pero es que para la gente que habíamos estado durante el franquismo en la cárcel, plantear algo así nos parecía absolutamente inmoral, nos parecía prostituirnos. No hubo cobro de ningún tipo aunque la situación económica de EE era agónica.
¿Durante aquella negociación hubo alguna posibilidad de que ETA desapareciera por completo?
No, porque para entonces eran evidentes las vacunas de naturaleza nacionalista que había tomado lo que era ETA militar y Batasuna frente al proceso. Se negaban a participar en los núcleos de la reforma política, que era el Congreso, el Senado y el Parlamento Vasco. Todo lo que se hiciera desde EE o desde ETA (pm) lo rechazaban. Incluso con aspectos sin importancia, como la campaña con aquella canción de “Que se vayan, se vayan, se vayan”, que la inventamos en EE para nuestra vergüenza. Bueno, pues ellos la cantaban “Que se queden, se queden, para que puedan volar”. Coincidiendo con la vía negociadora se forzaron mucho los atentados, que fueron fortísimos. Impusieron una disciplina férrea que llegó hasta las palizas en las cárceles para evitar cualquier titubeo que se acercara a posiciones de ETA (pm).
¿Qué hay de esa famosa intervención de Xabier Arzalluz ante los polimilis en plena negociación con el Estado?
Él les dijo que hicieran lo que considerasen que tenían que hacer, pero que no estaba claro que el Estatuto iba a ser una conquista estable y que todavía quedaba mucho por reivindicar para el nacionalismo.
¿Con quién fue aquella reunión?
No lo sé porque yo no estaba. Pero estuve a la semana siguiente con un grupo de polimilis con el que me reunía, que frente a mi apología del Estatuto, de lo que estaba avanzando el país y de los kilos de proyectos de ley que les llevaba desde el Parlamento para que vieran que se estaba trabajando, uno de ellos me expresó sus dudas con estas palabras: “Estuvo aquí Arzalluz la semana pasada y no lo veía nada claro”. Me di cuenta que ya no me miraban de la misma manera que la semana anterior. Se lo comenté a Onaindia y me confirmó que le había pasado lo mismo con un grupo de más alto escalafón. Afortunadamente todos los que estaban en mi grupo entregaron la chapa.
¿Existió dentro de ETA (pm) la reflexión sobre su naturaleza terrorista?
Supongo que no. Ellos se escurrían con lo típico, diciendo que más terrorismo es el que ejerce el Estado opresor y no se qué, no sé cuántos. Se escapaban por ahí. Frente a nuestra generación anterior, en la que se asumía el riesgo del terrorismo y de ser terroristas. Con un cinismo menor, pequeño-burgués, que diríamos los finos, porque al fin y al cabo el terror había sido un arma revolucionaria jacobina y argelina. Así que desde una lógica marxista populista no era tan repudiable. El problema era para estos pequeños burgueses nacionalistas, que no podían asumir el terrorismo aunque cometieran los atentados más obscenos que pudieran.
¿Se pudo hacer más desde ETA (pm) para que el resto de la organización terrorista no siguiera adelante?
Desde ETA (pm) sólo, no. Hubiera hecho falta, entonces y ahora, las denuncias del nacionalismo a cualquier forma de utilización de la inestabilidad política. Si el nacionalismo vasco hubiera insistido permanentemente en la crítica profunda al terrorismo y colaborado más con la estabilidad política, constitucional y estatutaria, esto habría acabado hace mucho tiempo. Si ETA se hubiera encontrado aislada en aquellos años, el efecto polimili hubiera llegado a ETA militar.
Tras la disolución, ¿qué papel tuvieron los militantes de ETA (pm) con las víctimas de su actividad terrorista?
Me consta que en algunos casos han hablado con los familiares y han pedido perdón. Pero quitando ese gesto, que en algún caso sé que se ha dado, lo más importante respecto a las víctimas es que reconocieron el sufrimiento que habían causado y que dejaron de hacer apología o de prestigiar lo que ellos habían estado haciendo. Volvieron derrotados, volvieron para no erigir una Azkoitia, y me refiero al episodio reciente del negocio de un terrorista abierto bajo la casa de una de sus víctimas. Regresaron no para hacer una sociedad en la que la humillación de las víctimas fuera lo hegemónico, sino al revés. Ellos no pusieron en crisis la sociedad en la que las víctimas debían tener un papel hegemónico.
¿Cree que la mayoría de aquellos miembros de ETA (pm) han guardado demasiado silencio sobre lo que ha seguido ocurriendo durante todos estos años?
Creo que han guardado un silencio atormentado. Es más fácil mirar desde fuera lo que hicieron, que desde dentro. Les une un montón de lazos emotivos con aquella práctica que tuvieron el valor de romper. A mí me preocupa mucho que bastantes de aquellos pongan en entredicho hoy la posición que entonces adoptaron, puesto que este proceso que ahora vivimos está dando visos de razón histórica a los que entonces siguieron matando. Incluso, en algunos casos que he podido observar, hacen ahora una lectura apologética de su militancia en ETA sin recordar en ningún momento la consideración que tuvieron de sí mismos de derrotados y de equivocados. Ocurre en función de la situación política actual porque es durísimo encontrarse de repente como un perverso traidor. La cosa da para muchas tragedias. Entiendo que muchos prefieren decir que siguen luchando, ¡eusko gudariak gara! ¡Hasta la muerte, patria o muerte, comandante! Me parece lógico, pero no fue lo que hicieron entonces.
¿La relación entre Euskadiko Ezkerra y ETA (pm) se parecía a la actual entre ETA y Batasuna?
No. Había una relación, más afectiva en unos casos y más distante en otros. En EE había militantes de ETA de diferentes épocas, lo cual era bueno. Y era un partido abierto a que entrara otra gente que compensara la hegemonía inicial de los polimilis reconvertidos en EIA y en EE. Fue muy importante la convergencia con el PCE para eliminar finalmente a ETA (pm) y eso lo sabían los que afectivamente estaban más cercanos a los polimilis, que no vieron con buenos ojos esa entrada de los comunistas. Hubo una gran ventaja, Mario Onaindia pudo sostener su carisma frente a la organización armada. Mario era el del Proceso de Burgos y el nivel formativo de ETA (pm) era más alto que el de los milis, donde abundaba en nacionalismo y un militarismo bastante de cuarto de banderas. Desde EE y desde EIA pronto se empezó a decir que las acciones terroristas se iban a condenar y, además, era lógico porque ETA (pm) no era una organización que al final se creyera de cabo a rabo lo que estaba haciendo.
Sin embargo, en septiembre de 1980, poco antes de que comenzaran las negociaciones, ETA (pm) secuestró al joven dirigente de la UCD en Álava, José Ignacio Ustaran. A las pocas horas fue asesinado y su cadáver arrojado junto a la puerta de la sede de su partido.
Sí, fue muy duro. Y las bombas en las estaciones de Madrid fueron brutales. Es que se pasaron de rosca por el complejo que padecían frente a los milis. Y esos errores, sobre todo esa campaña cruel contra la UCD, fue lo que les llevó a decir que por ahí no iban a ninguna parte. Es más, ante ese asesinato de Ustaran, Onaindía dijo que “hasta aquí hemos llegado, se acabó, y que caiga la Gendarmería y la Guardia Civil sobre nosotros porque esto son canalladas”.
¿Hay similitudes importantes entre aquel proceso de negociación y el actual?
Hay un elemento básico que lo distorsiona. Lo que está haciendo ETA es una negociación política, lo que hizo ETA (pm) es crear una condiciones básicas para su disolución. Entonces se partió del hecho de que se abandonaba la lucha armada y que el único asunto a tratar era los presos y los que querían volver desde otros países. Y ése es el síntoma para saber si de verdad una organización quiere disolverse o no. Lo de ahora es muy diferente. Esto no es un proceso que lleve a la liquidación de ETA. Lo que ocurre es una legitimación del pasado de ETA para hacerla presente en el futuro. Quizás no poniendo bombas o pegando tiros en la nuca, pero sí con la amenaza siempre presente y un poder fáctico para el futuro muy grande, con lo cual la centralidad y la notoriedad de la política vasca quedaría en manos de ETA para el futuro.
¿Piensa que el Gobierno de Zapatero puede conseguir, tal como propone, el fin de ETA sin concesiones políticas?
Sí, pero no por este procedimiento. Citando a la organización terrorista en el Congreso de los Diputados ya has garantizado inmediatamente la negociación política. Y, sobre todo, has enchufado un subidón impresionante de moral a una organización agónica.
¿Cuál sería entonces la mejor forma de conseguirlo?
Partiendo siempre de una base, como en la época de los polimilis, que es que sin consenso político no hay solución. No se puede sin un sistema que sea ejemplo para los que lo atacan. Es decir, sin estabilidad, firmeza y cohesión no hay manera.
¿Pensar que ETA no volverá a asesinar porque no podría justificarlo ante sus seguidores no es conocer poco a ETA?
Creo que sí. Estos están jugando con acciones que puedan suponer algún muerto. Si hubiera muerto un policía municipal de Bilbao la pasada semana, otra vez tenemos espiral. Y, ¿quién nos dice que un día no entra un cóctel molotov por una ventana de una casa del pueblo y se lleva al camarero por delante? Es cierto que el terrorismo islamista le ha quitado la primera página de los periódicos, pero eso no significa que el que juega con la violencia terrorista no va a caer de nuevo en el mismo proceso que abandonaron hace tres años.
¿Qué le parece la posición del Partido Popular en este tema?
El problema del PP es que hay ocasiones en que dice cosas sensatas y hay otras que como siempre va de mal, mal, mal, pues a veces las cosas sensatas carecen de credibilidad. Y como, quitando algún que otro representante, sobreactúan cuando dicen las cosas, no favorecen demasiado que la gente entienda la situación. Ocurre con el tema del pacto antiterrorista. Claro que deben ser los socialistas los que promuevan la vuelta al pacto, pero que la crítica del PP favorezca ese regreso y no sea meter continuamente el dedo en el ojo.
Respecto a Zapatero hay dos grandes teorías, una que es un ingenuo y otra que es tan listo que gana la partida a todo el mundo.
Pues creo que, como todos los presidentes, ha querido resolver esta grave hipoteca que tenemos en nuestra democracia. El problema es que con el terrorismo no se puede ser optimista porque se aprovechan de ti. Y, es más, el Presidente y supongo que algunos de los negociadores que andan por medio, no saben que ETA es un superviviente nato. Se conoce todas las trampas, sabe levantarte la cartera sin que te des cuenta. El optimismo se puede traducir en ingenuidad cuando se mantiene una relación contra un avispado colectivo de supervivientes. Creo que el mayor inconveniente para Zapatero es su optimismo.
¿Cuál sería la posición de los partidos nacionalistas pasados los primeros días de una hipotética vuelta de ETA a los asesinatos?
Se acentuaría una crisis profunda en el PNV con algo que ya está empezando a ocurrir. Sería la vuelta a medio plazo de la hegemonía de la línea Egibar. La vuelta al terrorismo le vendría muy bien a esa tendencia para confirmar la teoría suya del conflicto y la necesidad de solución exclusivamente a través del soberanismo y de un plebiscito cuyo texto lo ponga el propio PNV. Resumiendo, en un primer momento de esa vuelta a la violencia habría mucha preocupación en los sectores más moderados del PNV, pero inmediatamente sería la línea radical la que se haría con el mando, intentando obligar por todos los medios al Gobierno central a aceptar la soberanía.
¿Y qué ocurriría en el PSOE si ETA regresa a los asesinatos?
Eso me cuesta más pensarlo, pero el PSOE se vería ante un serio problema. Con los planteamientos ideológicos que yo conocía en el PSOE, de una concepción general que intentaba hacer frente a los problemas de la sociedad, pero no sector por sector, entonces sí que habría una crisis política. Pero como creo que ya se ha entronizado un sumatorio de ideologías sectoriales de carácter fundamentalmente moral y no político, no habría crisis porque esa moral enjuagaría los posibles errores cometidos.
BASTAYA.ORG, 20/11/2006