El Correo 27/11/12
JESÚS LOZA AGUIRRE, COMISIONADO DEL LEHENDAKARI PARA LA CONVIVENCIA
Si de verdad quieren cerrar esas heridas saben perfectamente lo que tienen que hacer, al igual que son conscientes de la dificultad que entraña hacerlo y del valor que se necesita para llevarlo a cabo
Ese terrible grito de «ETA mátalos» ha sido proferido con odio, con rabia y con total consciencia por miembros de la denominada izquierda abertzale durante muchos años, e iba dirigido contra quienes no comulgábamos con el proyecto político totalitario y excluyente que pretendía imponernos. Y lo ha sido hasta hace cuatro días.
Es cierto que quienes dirigían a la muchachada que nos amenazaba de forma tan meridiana han variado el rumbo. Han analizado la realidad y han sido conscientes de que, si querían hacer política, tenían que virar. Que lo de ‘o bombas o votos’ iba en serio. Y han comenzado su ciaboga. Un giro que, aunque tenga un componente fundamentalmente táctico y basado en el más puro pragmatismo, supone la adopción de una decisión estratégica. Podríamos decir que no se han caído del caballo, como San Pablo, pero que, al menos, se han bajado del burro. Que no han tomado la decisión tras una reflexión ética, sino tras un análisis de costo/beneficio. Pero bienvenidos los pasos dados en la dirección correcta.
En estos días ese mundo está tratando de escenificar un acercamiento a las víctimas del terrorismo. Primero en Barcelona y luego en Beasain. Un acercamiento que calificaré, siendo prudente, de farisaico. El calificativo de ‘suceso’ empleado por Pernando Barrena para definir el asesinato vil y cobarde de Ernest Lluch, la expresión de que su muerte no debió producirse, sin hacer referencia a que tampoco tenían ninguna justificación los otros centenares de asesinatos cometidos, y la petición de disculpas aduciendo que sentían el dolor que «hayan podido» causar, sin ninguna pretensión de disculparse, explica con claridad por qué afirmo que su acercamiento es farisaico.
Y en Beasain, los mismos que hasta hace poco gritaban «ETA mátalos» a los miembros de la Ertzaintza, animan ahora a sus conciudadanos desde el Ayuntamiento de dicha población que gobiernan a acudir al homenaje a dos ertzainas asesinados por la organización terrorista. Pero la izquierda abertzale no acude y deja la representación de Bildu en manos de las otras formaciones de la coalición.
Evidentemente se está produciendo un cambio que debemos de reconocer y de valorar de forma positiva. Pero a la vez que lo hacemos, estamos en la obligación de manifestar a ese mundo que se equivocan de medio a medio si piensan que con esos gestos han cerrado las heridas que ellos provocaron. Y no las cierran porque todavía no son capaces de calificar la muerte de Ernest Lluch como asesinato y a sus autores como asesinos; porque no son capaces de reconocer su complicidad política en ese y en los otros más de ochocientos asesinatos perpetrados por ETA, y tampoco lo son, en consecuencia, de pedir disculpas por ello. Porque sólo desde el fariseísmo cabe que manifiesten el «pesar» de la izquierda abertzale «por si su posición política haya podido suponer, aunque no de manera intencionada, un dolor añadido o un sentimiento de humillación a las víctimas».
Considero a los dirigentes de la antigua Batasuna personas inteligentes y con una gran capacidad política. Y es un insulto a la inteligencia que pretendan que creamos que no eran conscientes del daño que hacían cuando, por ejemplo, coreaban el «ETA mátalos».
Si de verdad quieren cerrar esas heridas, saben perfectamente lo que tienen que hacer, al igual que son conscientes de la dificultad que entraña hacerlo y del valor que se necesita para llevarlo a cabo. Porque no tiene que ser sencillo para ellos reconocer haber apoyado y jaleado el asesinato político del oponente y pedir disculpas por ello; o pedir a la organización que han sostenido durante más de treinta años que se disuelva sin haber conseguido ninguno de sus objetivos políticos; o hacerse cargo de la suerte de los presos y huidos, siguiendo lo previsto en el ordenamiento jurídico contra el que han luchado y que ellos mismos han acatado ahora sin mover una pestaña.
Reconozco que no tiene que ser tarea fácil. Pero tienen que saber que tampoco es tarea fácil para mí y para muchos otros construir convivencia con quienes nos han insultado, extorsionado o amenazado. No es fácil, pero lo estamos sinceramente intentando y nada nos gustaría más que poder acompañar a ese mundo a la hora de afrontar sus tareas pendientes. Pero queremos hacerlo sobre la memoria de lo acontecido, sin medias verdades que son peor que las mentiras. Queremos pasar página, sí, y construir una Euskadi en paz y libertad, pero después de haberla leído completa. Por eso el subtítulo de este artículo es ‘Memoria para la convivencia’.