El escritor Iñaki Ezkerra dirigirá un curso de verano de la Universidad de Cantabria para acercarse desde el punto de vista académico al «nacionalismo totalitario».
El escritor Iñaki Ezkerra dirigirá un curso de verano de la Universidad de Cantabria que, bajo el título ‘Nacionalismo y totalitarismo’, tratará de acercarse desde un punto de vista académico «a quienes sufren el acoso del terrorismo o del nacionalismo totalitario». El seminario, que se celebrará en Castro Urdiales entre el 26 y el 30 de julio patrocinado por la Fundación Vocento, contará con la participación de Gustavo Bueno, Ferrán Gallego, Aleix Vidal-Quadras, Mikel Buesa, Antonio Basagoiti, Antonio Beristain, Gotzone Mora, Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo.
-¿Por qué no ha invitado a ningún nacionalista si se trata de disertar sobre el nacionalismo?
-Porque me interesaba dar la palabra a personas que estén sufriendo el acoso del terrorismo o del nacionalismo totalitario. Quiero tratar con serenidad y sin tópicos cómo es posible que una ideología tan definitiva para la configuración de la modernidad pueda ser identificada con el totalitarismo, qué tipos de nacionalismo hay, cuáles tienen el germen antidemocrático, en qué medida ha calado ese totalitarismo en la sociedad vasca Lo que desde luego no pretendo, aunque me llamen arbitrario, es contemporizar con los verdugos ni caer bien a la prensa nacionalista, algo que si así fuera me preocuparía mucho.
-¿Qué hay de totalitario en el nacionalismo vasco?
-La anteposición de la ideología al individuo y otros elementos que ya cita Hannah Arendt en ‘Los orígenes del totalitarismo’, como la categorización binaria de los individuos en buenos y malos, la idea de que si uno no profesa la ideología imperante no es un buen vasco
-¿Pero cómo casa eso con el nacionalismo comunmente denominado democrático?
-El hecho de que exista la necesidad de ponerle ese apellido es ya muy sintomático, quiere decir que cuando hablamos de nacionalismo no es la democracia precisamente lo que se nos viene a la cabeza. Me recuerda mucho a cuando se hablaba de la ‘derecha civilizada’. Hace muchos años que no es necesario usar ese apelativo porque ya nadie asocia esa ideología con la derecha salvaje de épocas pasadas. Salvo en los últimos meses, en los que hemos vuelto a una pretransición.
-¿Así interpreta el vuelco electoral a favor del PSOE?
-Lo que quiero decir es que vuelven a manejarse tópicos de la época previa a la Transición, como la noción beatífica y de santidad de la izquierda. Vivimos un momento de frivolidad e infantilismo políticos en un contexto posmoderno y marcado por el fin de las ideologías fuertes. En este momento histórico es sorprendente y hasta cómico que se apele a las grandes ideologías como si estuvieran vigentes. Que se diga ‘soy rojo’ o que José Antonio Labordeta le diga a un diputado del PP que ‘yo sí sé cerrar el puño’. Hay un manejo de los clichés que no se corresponde con la realidad.
-¿Y no puede ser que exista un nuevo clima político en el que ya no se estila la oposición frontal al nacionalismo?
-Lo que hay son complejos y sentimientos de culpa. Hay miedo, por ejemplo en el socialismo vasco, a contestar una ideología que se está imponiendo de manera totalitaria por medio de la violencia y el miedo. Y esa actitud entraña un riesgo de legitimar a ETA y rearmarla, al menos ideológica y moralmente.
-¿Qué papel deben jugar los movimientos cívicos en este contexto?
-Seguir siendo lo que somos sin miedo y levantando la voz cuando hay que levantarla. Lo que no ha conseguido ETA en nombre del terror que no lo quieran lograr los socialistas en nombre del talante.
EL CORREO, 8/7/2004