Eduardo Uriarte fue miembro de la primera ETA y uno de los condenados en el proceso de Burgos. Después, contribuyó a la disolución de los ‘poli milis’. Cuando se le pregunta qué les diría a los terroristas actuales, responde: «La vida de los etarras sirve para que ciertos políticos vivan como Dios».
Pregunta.- ¿Desde esta perspectiva, cómo se ven aquellos inicios?
Respuesta.- El otro día me preguntaba un mediador norteamericano si volvería hacerlo y le dije que no, y me dijo, ¿se arrepiente de algo?, y le dije que tampoco; entre otras razones porque las condiciones políticas y sociales eran muy diferentes. Tendemos a pensar que toda la historia de ETA ha sido en unas condiciones políticas iguales, y no. Esa ha sido la gran trampa de los que sobrevivieron como ETA en la democracia, pero de todas maneras el error estaba cometido en el inicio de la violencia cuando se podía deducir que el régimen estaba decrépito y el futuro sería casi seguro democrático.
P.- ¿Le parece que entonces se pensó que se llegaría hasta hoy?
R.- Yo creo que el pensamiento no era único afortunadamente.El pensamiento único se produce cuando ETA tiene que combatir la democracia y se pasa de un pensamiento apasionado a un pensamiento fanático. Había un componente nacionalista principal y un componente antifranquista secundario. Entonces había personas que consideraban que, con la desaparición de la dictadura, ETA cerraba la persiana, y había gente que consideraba que hasta la independencia final, nada. De todas maneras, los que la constituyeron hablaron de violencia pero no la aplicaron. Yo creo que si no hubiera sido por razones exclusivamente internas, ETA no salta a la violencia.
P.- ¿ A qué se refiere?
R.- Teorizar la necesidad de matar se había hecho hasta el 69. Cuando se descubrió que se podía hacer sindicalismo y dejarse de radicalismos violentos y nacionalistas, ahí ya se habla de dejar la lucha armada. Pero vuelven unos cuantos del exilio que habían estado en Argelia, como Julen Madariaga, y se echa mano del nacionalismo revolucionario. Poníamos bombas simbólicas, y no hubiéramos pasado de ahí pero se produjo el encuentro del guardia Pardines con Txabi Etxebarrieta.
P.- Pero, cuando ocurre ese encuentro, Etxebarrieta ya estaba planeando atentados contra los comisarios de San Sebastián y Bilbao.
R.- Pero eso se había planteado en 1961 y nunca se había dado el paso. Viejos militantes aseguran haber estado con aquellas metralletas Stein regaladas por la resistencia francesa apuntando a un guardia que pasaba, sin decidirse a disparar.
P.- ¿Qué ocurrió en el asesinato de Pardines, el primero de ETA?
R.- Además de una situación de euforia alimentada por estimulantes para superar una depresión casi congénita, Etxebarrieta había defendido la violencia frente a los que estábamos con la lucha obrera. En eso era de una coherencia trágica porque también era consciente de que iba a ser uno de los primeros en caer. Después, le vence el remordimiento y sale a la calle de una manera temeraria. Se queda haciendo gestos para que le maten los que buscan al asesino de Pardines.
P.- En realidad, cuando ETA pasa a tener repercusión es en el juicio de Burgos por el primer asesinato planeado, el de Melitón Manzanas.
R.- Con Manzanas se venga a Etxebarrieta. El juicio es una puesta en escena, no por parte de ETA, sino de determinados sectores del Ejército, relacionados con el servicio de inteligencia de Carrero Blanco, que consideraron que hacía falta favorecer la existencia de un enemigo creíble a los aliados, que garantizase la supervivencia de la dictadura aun desapareciendo el dictador.
P.- A usted le condenan en el juicio de Burgos, ¿cómo lo recuerda?
R.- Pues en el seno de unos momentos de inmolación y enajenación, dispuestos a dar nuestra sangre por los ideales y todas esas cosas. Todo mártir es un enajenado y, además, nosotros nos habíamos entrenado durante el año previo en el que estuvimos encerrados. Y dimos la batalla. Onaindía estaba convencido que era mejor dar la batalla a que nos dieran garrote vil. De acusados pasamos a ser acusadores y Europa quedó sorprendida por aquel acto de rebeldía frente a Franco.
P.- El asesinato de Manzanas es uno de los secretos mejor guardados. ¿Quien le mató?
R.- A estas alturas no lo vamos a contar y está bien que quede así. No lo decimos porque nadie está orgulloso de aquello. Por que a nosotros sí nos daba verguenza matar. Estábamos orgullosos de luchar contrala dictadura pero de matar nadie se enorgullecía.
P.- ¿Usted cree que muchos de los que estuvieron en esos momentos viven una existencia complicada por haber engendrado al monstruo?
R.- Sí, al monstruo lo engendramos nosotros sin duda. En unos casos es evidente que hay tormento, a otros nos ha evitado mayores dosis de culpabilidad y arrepentimiento romper con aquello como fuera y trabajar para solucionarlo. Es evidente que la mayor parte de nosotros, salvo los que militan en HB, no le indicaríamos a nadie que lo hiciera. Los que no se manifestaron políticamente lo están pasando muy mal. Es más, su silencio es la asunción de la culpa, se reprochan en lo más profundo de su ser y con mucho dolor el promover esa aventura.
P.- Participó en la disolución de los peemes, si tuviera que convencer a un etarra actual para incorporarse a la política, ¿cómo lo haría?
R.- Mediante la desmoralización. Es decir, matar sirve para todo lo contrario de lo que quieres. Es más, tu sacrificio va a servir para que otro viva como dios. La violencia es un elemento políticamente aprovechable, muy manipulable. De ella viven determinados políticos, empresarios, abogados y bastante gente más. Y, al final, además de la víctima, el que lo paga es el propio terrorista. Aunque no fuimos los que salimos de ETA los que la pusimos en valor. ETA ha tenido un gravísimo problema: el coro político del PNV que le decía: «Oye, todavía quedan muchas cosas, queda la soberanía, quedan un monton de cuestiones». ¡Mentira!, lo que quedaba era garantizar el poder para el PNV, y ahí estaba ETA para eso.
P.- ¿Cree que el PNV ha estado utilizando a ETA?
R.-Ha sido clamoroso y brutal. Como plantearse objetivos que eran de ETA para que ETA no tuviera más remedio que continuar. Y no me refiero sólo al momento en el que Arzalluz se reunía con los etarras, cuando el Estatuto, para advertirles que quedaban muchas cosas por cerrar. Me estoy refirieno a Ibarrexte cuando planteaba la soberanía mientras el terrorismo todavía pervive en el País Vasco.
P.- ¿Se puede acabar con ETA?
R.- Ya está acabada.
P.- Acaba de matar a dos personas.
R.- Son los coletazos de una organización agónica. Quieren asustar, demostrar que están ahí. Mientras estaba Ibarretxe, ¡cómo teníamos que llorar la muerte de los asesinados!, pero desde que está Patxi, no es que lloremos la muerte, es que nos conjuramos a defender la libertad ante su cadáver. Eso no lo permitiría el PNV.
P.- Hay 120.000 votos.
R.- El 50% hace lo que les mandan, otros, les temen, y otros están ahí porque los sostenía el PNV, que financiaba su mundo cultural.
P.- ¿Y dar contrapartidas políticas?
R.- Ese es el problema. La negociación en sí se convierte en un acicate para volver al terrorismo. ETA se dice: «Como siempre nos van a ofrecer una negociación, siempre tenemos un puente de plata de retirada». El problema es que el listón ha ido subiendo y la última negociación ya sólo podían traerla los Reyes Magos. Las negociaciones del 76 eran presos y Estatuto, pero esta última era promover un proceso constituyente en España cuyos proponentes eran ETA. Cuando se dice «no hay negociación», es cuando está más cerca la única posible. Con el tiempo y una caña, resolvamos los problemas.
P.- ¿Cómo ve el País Vasco gobernado por el PSE?
R.- Es una revolución democrática. Simplemente que la gente contemple que el País Vasco forma parte de un sistema que se llama España, que se resuelven o no los problemas pero sin montar guerras carlistas. Es pasar a otra dimensión.
Entrevista a Eduardo Uriarte en EL MUNDO, 2/8/2009