DIARIO VASCO, 19/2/12
«Sin memoria no va a haber futuro en esta sociedad. Es necesario revisar bien el pasado para que tengamos el futuro»
Teresa Díaz Bada tenía 24 años cuando ETA asesinó a su padre, el superintendente de la Ertzaintza Carlos Díaz Arcocha, un 7 de marzo de 1985. Veintisiete años después, el crimen sigue impune y es uno de los más de 300 que siguen pendientes de resolución judicial. En su caso no hay ni una pista. Psicóloga clínica en activo, Díaz Bada ha sido elegida como miembro de la comisión bilateral para la creación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y trabaja para que el proyecto sea realidad cuanto antes. Confiesa que no necesita «el perdón de los presos arrepentidos sino que colaboren con la justicia» para esclarecer casos como el de su padre.
– ¿Quién le propuso formar parte de la comisión para la creación del centro de la memoria que se ubicará en Euskadi?
– Me llamó el delegado del Gobierno, Carlos Urquijo, y me ofreció formar parte del equipo. Le respondí de inmediato que sí porque siempre me ha preocupado mucho que se sepa la verdad de lo sucedido. Mi único afán es que se recuerde a todas las víctimas. Lo hago también en homenaje a mi padre y convencida de que, a través de lo que se cuenta, él sigue vivo. Es un ejercicio de memoria.
– ¿Qué opina de la denominada vía Nanclares a la que se ha acogido un grupo de presos de ETA arrepentidos?
– Me parece muy bien que los presos pidan perdón a las víctimas, lo que no quiere decir que estemos obligadas a perdonarles.
– Se han producido algunos encuentros entre víctimas y algunos de esos presos. ¿Se imagina en esa situación? ¿Qué le diría al recluso?
– No me gustaría estar en esa situación. No necesito que me pidan perdón ni quiero hacer esa escenografía del etarra arrepentido que se da la mano con la víctima y hablan… Si hay víctimas que lo hacen porque lo necesitan y les resulta válido, me parece perfecto, pero a mí no me vale para nada. El perdón es un tema que me es ajeno. Como agnóstica es un concepto judeocristiano que no tiene nada que ver con lo que yo creo. Me parece correcto que alguien sea capaz de hacer un examen de conciencia y decir a una víctima que realmente se equivocó, que asesinó y que eso no estaba bien. Pero me parece estupendo para él, yo no lo necesito, lo que quiero es que se haga justicia, que ese etarra arrepentido, además de pedir perdón, colabore con la justicia diciendo qué ha pasado con esos crímenes de los que no se sabe quiénes son los autores, y cumpla la pena que se le ha impuesto. De lo contrario sería un perdón de cara a la galería, sería un teatro. Si solo es para obtener unos beneficios y enseguida salir a la calle, no vale para nada, es cerrar la herida en falso.
– ¿Le han llegado a proponer algún encuentro de ese tipo?
– No. Lo que necesito es que se haga justicia porque a día de hoy el asesinato de mi padre está impune. Nadie nos ha informado desde la Policía ni desde la Audiencia Nacional ni desde ningún estamento acerca de qué ha pasado con los asesinos de mi padre. Y eso no se puede permitir en un Estado de Derecho. No sabemos nada y no soy la única, hay más de 300 casos. Es una situación que hace que me sienta un poco decepcionada con mi país, porque un país que no cuida a sus víctimas, como de hecho nos pasó hace muchos años, lo que provoca es una enorme tristeza a quien lo sufre.
– ¿Es usted de los que creen que la decisión de ETA de cesar su actividad armada es definitiva e irreversible?
– Quiero creer que esto ha llegado a su fin. A veces tengo dudas porque también ETA dijo antes que había tregua y luego fue mentira. Quiero creer que va a ser el punto final. Quiero, sobre todo, creer que la actuación del Estado de Derecho y las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado son las que han hecho que ETA cada vez esté más debilitada y que así hemos llegado al punto en el que estamos. Además estoy convencida de que el futuro Centro de la Memoria es necesario ahora, no solo porque ETA haya dicho que cesa la actividad armada, sino porque sin memoria no va a haber futuro para la sociedad vasca. Es importante revisar bien el pasado para que tengamos el futuro.
– ¿Qué es lo que no debe faltar en el futuro centro de la memoria?
– La historia de las víctimas del terrorismo, sobre todo teniendo en cuenta que han sido vilipendiadas y difamadas. Que si era chivato, que si era traficante, que si algo habrá hecho… No debe faltar, por ejemplo, la historia de Hortensia. Ella era la novia de un guardia civil que mataron en Salvatierra en los años 80. Los dos eran jovencísimos. Un comando les ametralló en un coche y cayeron abatidos por los tiros encima de la bocina que estuvo pitando durante 20 minutos. Nadie fue capaz de auxiliarles, nadie del pueblo apareció para cogerles y sacarles del coche por si estaban vivos todavía. Tampoco se debe olvidar el caso de otro guardia civil que dejaron malherido en un pueblo de Araba y un vecino avisó al etarra para que volviera a rematarle. Estas historias tienen que estar en el centro de la memoria porque esto es lo que la gente no sabe.
– Quedan fuera de este proyecto las víctimas de la violencia policial.
– En el centro de la memoria tienen que estar, única y exclusivamente, las víctimas del terrorismo porque así lo marca el protocolo. Las de abusos policiales, las de otro tipo de violencias, tendrán otros espacios. Evidentemente tienen que ser resarcidas y la Justicia tendrá que actuar. El Estado de Derecho ya tiene sus mecanismos para que los culpables sean juzgados y condenados, pero no son víctimas del terrorismo. No se puede mezclar a todas las víctimas.
– Se habla mucho de cómo debe ser el relato de lo que ha ocurrido. ¿Cuál es su opinión?
– El relato debe ajustarse a lo que ha ocurrido, a que aquí ha habido una violencia terrorista, fundamentalmente por parte de ETA, sin olvidar que ha habido una época muy concreta con 21 víctimas de los GAL y del Batallón Vasco Español. Hay que despreciar el relato del amedrentamiento, el matonismo, el del ‘algo habrá hecho’… Es el relato del sufrimiento de las víctimas del terrorismo y también de cómo eso se ha extendido como una mancha de aceite al resto de la sociedad con los amenazados, los que se han tenido que ir…
– Pero hay otra parte de la sociedad, ligada a la izquierda abertzale, que reclama su propio relato.
– Pero su historia es la de la intransigencia y el fanatismo, y eso no debe estar en un centro de la memoria que precisamente lo que va a potenciar son otros valores. Su historia es la de ‘te pego un tiro en la nuca porque no opinas lo mismo que yo’ o ‘te quemo el negocio porque eres un chivato porque te he visto tomando un café con un guardia civil’.
– ¿Le ha contado a su hijo que ETA asesinó a su abuelo?
– Sí porque he conocido casos de niños que no sabían la verdad, que creían que la víctima se había muerto por una enfermedad o por un accidente. Ocultárselo me parece terrible, es como darles la razón a los asesinos. Se lo he explicado desde que era pequeñito e incluso ha ido a algún homenaje en Arkaute. La reacción es buena. Siempre le digo que sigue entre nosotros. Y sabe que su recuerdo y su memoria es lo que hace que siga viviendo. Sabe que lo que sucedió fue terrible, que seguimos adelante y que no han podido con nosotros.
– ¿Cómo reaccionó con el comunicado de ETA de cese definitivo?
– Me llevé un gran disgusto. Cuando vi el comunicado me derrumbé, escuchar cómo lo decían fue dolorosísimo. También sentí alegría porque nadie más va a sufrir, pero no podía dejar de pensar para qué tanto dolor, para qué. Realmente, sentí una mezcla de rabia y tristeza.
– ¿Cómo cree que se tiene que construir la convivencia a partir de ahora?
– La convivencia se tiene que construir desde la tolerancia. En el momento en que los intolerantes dejan de serlo la convivencia fluye.
– ¿Qué se debe hacer en el terreno del acercamiento de los presos?
– Creo que se tiene que cumplir la ley y lo que ésta contempla es el acercamiento individualizado. No se puede dar un beneficio penitenciario global porque sería apostar por la impunidad.
DIARIO VASCO, 19/2/12