Juan Pedro Quiñonero / Corresponsal en Paris, ABC 05/11/12
Francia estima que el debate secesionista catalán es muy nocivo para Cataluña, para España y para Europa, una suerte de callejón sin salida, oportunista y peligroso, ya que complicará y hará más larga la salida de la crisis económica. Daniel Cohn-Bendit publica en el semanario «Le Nouvel-Observateur» un comentario titulado «Los peligros del nacional regionalismo», que concluye de este modo: «Que las regiones hagan lo que quieran, en el marco de una solidaridad acrecentada entre todas las regiones que componen la Unión Europea: pero no en nombre de un egoísmo nacional regionalista profundamente oportunista».
Pierre Rousselin subraya en «Le Figaro» la doble dimensión estatal y europea de la cuestión, insistiendo en que es el Estado español quien dice sí o no a la pertenencia «estatal» de Cataluña a la UE. Y Pierre Beyleau publica en el semanario «Le Point» un artículo titulado «La plaga regionalista», en el que subraya la «contradicción» económica catalana: reclamar la independencia, cuando se tiene la credibilidad internacional del bono basura y se necesita pedir socorro mensualmente a Madrid: «Cataluña ya dispone de una autonomía considerable, pero pone el cazo de la limosna al Estado central para salir de la crisis. Al mismo tiempo que reclama la independencia, es incapaz de asumir financieramente sus problemas propios».
Esos comentarios resumen bastante bien la opinión de la inmensa mayoría de las fuerzas políticas, sociales y culturales. A la izquierda, el gobierno de François Hollande tiene una visión muy jacobina, centralista e institucional de las relaciones políticas: impensable aceptar decisiones políticas fuera del margen institucional más estricto. A la derecha, el patriotismo estatal / nacional es sencillamente incompatible con la vida política regional, ni siquiera en Francia, claro está.
Juan Pedro Quiñonero / Corresponsal en Paris, ABC 05/11/12