DIARIO VASCO, 14/1/12
La hermana del ertzaina asesinado en 1997 en la explanada del Guggenheim recuerda el dolor físico y psíquico que ha sufrido
Han pasado catorce años desde que María José Agirre Larraona perdió a su hermano Txema asesinado por dos miembros de ETA en la explanada de acceso al museo Guggenheim, pero todavía recuerda lo duro que es romperse «por dentro» cada vez que «esa panda de asesinos» ha cometido un atentado. Subraya, sin embargo, que «no conseguirán que me vuelva a hundir».
«Mi asignatura pendiente es visitar el Guggenheim», relató ayer durante su intervención en el acto de presentación del libro ‘Cicatrices del corazón. Tras una pérdida significativa’, de la psicóloga Rosa María Martínez, en el que aborda cómo se sobrelleva el duelo tras la muerte de un ser querido.
María José narró en público su testimonio y recordó que hasta la víspera del atentado mortal contra su hermano Txema, el 13 de octubre de 1997, formaba parte de una «familia normal» con marido, hijos, padres y hermanos. Ese día el er-tzaina ejercía labores de vigilancia en la explanada del Guggenheim con motivo de los preparativos para el acto de inauguración oficial de la pinacoteca, a la que estaba previsto que asistiera el rey Juan Carlos, entre otras personalidades. Txema Agirre observó a dos personas que manipulaban una jardinera y cuando se dirigió a ellas para pedirles la documentación, le dispararon un tiro y murió horas después. En la jardinera había material explosivo preparado para atentar.
«Incapacidad y miedo»
La acción de «unos viles asesinos que dicen actuar en nombre de no se qué patrias», explica María José le provocó una mezcla de emociones, «dolor físico y psíquico, incapacidad y miedo. Miedo porque tenía que decírselo a mis padres». «Quería gritar, clamar venganza, pero no me salía; algo dentro de mí me impedía sentir odio y rabia», reconoce. La hermana del ertzaina asesinado critica la actuación «inhumana» de algunos medios de comunicación que difundieron la imagen de su hermano en el suelo gimiendo. Un año y cuatro meses después su padre enfermó y murió, y su madre ha querido morirse «todos los días de su vida» hasta que finalmente falleció hace ocho meses.
En 1998, y ante los rumores sobre un diálogo con ETA, María José se posicionó públicamente a favor de esa posibilidad al considerar que la sociedad «necesitaba paz y los muertos, descansar», pero recuerda que esas manifestaciones fueron recibidas «con incomprensión» desde diversos ámbitos.
DIARIO VASCO, 14/1/12