Editorial, ABC, 30/9/12
El problema de Rubalcaba es que se ve incapaz de desmontar la política de Zapatero en Cataluña que llevó al PSC a perder su identidad socialista para vestirse de nacionalista acomplejado
A propuesta de reforma constitucional que lanzó el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, para sustituir el modelo de Estado autonómico por otro federal tenía como única finalidad evitar la quiebra del socialismo catalán. Es evidente que no lo ha conseguido, lo que demuestra dos cosas. La primera es que la autoridad de Rubalcaba sobre el proyecto socialista es muy débil, pues en una cuestión tan esencial como el derecho de autodeterminación el principal partido de la oposición no debería tener discrepancias. La segunda es que la propuesta de reforma constitucional fue, en efecto, una improvisación, sin estudio ni contenido, para frenar la fractura en el PSC. Como toda solución de última hora, ha sido peor que el problema que quería resolver.
Los diputados socialistas se abstuvieron en la votación de la propuesta de referéndum que planteó Artur Mas y que aprobó la Cámara catalana, el pasado jueves. La abstención es una opción formalmente válida, pero políticamente, ante una cuestión como la autodeterminación, es un acto propio de aceptación. La neutralidad no existe ante disyuntivas entre legalidad e ilegalidad, unidad nacional o secesión. El voto disidente de Ernest Ma-
Lragall a favor de la propuesta soberanista de CiU es solo el anticipo de lo que le espera a un PSC que perdió su identidad socialista para vestirse con la nacionalista, quedando convertido en un disfraz irreconocible.
El problema de Rubalcaba es que tiene que desmontar la política filonacionalista de Rodríguez Zapatero, que él mismo se encargó de ejecutar con pulcra eficiencia, elevando a los separatistas de ERC a socios preferentes del Grupo Socialista que el actual secretario general del PSOE dirigía entonces. Y tiene que desmontar la mutación soberanista que experimentó el PSC para justificar su adhesión al Estatuto de 2006, que no era un Estatuto autonómico, sino una prótesis confederal a la medida de Cataluña. Y así le fue en el TC. Los testimonios de inquietud por esta deriva que recogemos entre socialistas relevantes, en páginas de España, dan buena muestra de que dentro del partido algunos intentan borrar la E de español. Detener esa suicida maniobra (socialistas queriendo ser nacionalistas) es tarea de su secretario general, pero la debilidad de Rubalcaba antes mencionada conduce directamente al pesimismo.
Dos candidatos —Pere Navarro y Montserrat Tura— se disputarán la cabecera electoral socialista para el 21-O. Pero más que los nombres importa saber qué quiere representar y a quién quiere representar el socialismo en Cataluña. Los socialistas han fracasado allí donde querían ser una especie de movimiento político transversal, para izquierda y nacionalismo. Fracasaron en Galicia y en el País Vasco, y volverán a fracasar en Cataluña.
Editorial, ABC, 30/9/12