No hay muchos hitos comparables al caso Faisán en la historia de la criminalística española: el crimen de los Galindos y el asesinato de Marta del Castillo. Bueno, y el caso Redondela y el de los marqueses de Urquijo y la desaparición del ‘Nani’, entre otros. ¡Qué nivel, Maribel!
Viene a resultar que durante la investigación de la financiación de ETA que se desarrollaba el 4 de mayo de 2006, un tipo que dijo ser policía se acerca al propietario del bar Faisán, en la frontera de Behobia, y le pasa un teléfono. Al otro lado de la línea, otro policía advierte al sospechoso de que ande con tiento, que tiene el teléfono controlado y que si piensa pasar la frontera con nueve botellas (millones de las antiguas pesetas en clave) lleve botellas de vino de verdad. En aquellas fechas, instruía las diligencias el juez Fernando Grande-Marlaska, por hallarse Garzón en su aventura americana.
El titular vuelve a su juzgado el 30 de junio y el caso Faisán deja de ser noticia hasta ayer mismo, al pedir la Fiscalía el sobreseimiento y archivo de la causa. Es la primera vez que una investigación del juez Garzón con gancho mediático permanece en el más riguroso secreto del sumario, sin filtraciones ni alharacas en cada diligencia. Esto demuestra que cuando quiere, puede.
Llama la atención que los autores del informe policial sean, según el escrito del fiscal, «los que intervinieron en la previa investigación de la trama de financiación y formaban parte del dispositivo policial que se puso en marcha los días 3 y 4 de mayo de 2006». Hace ya casi 20 siglos que Juvenal escribió en una de sus Sátiras: «¿Quién vigila a los vigilantes?»
El escrito considera indemostrable la culpabilidad de los tres imputados: el director general de la Policía, el jefe superior de Policía en el País Vasco, en el papel de garganta profunda, y un inspector de Vitoria (ya ascendido a comisario) como el hombre del móvil. Uno de sus argumentos principales es que el comunicante de Elosua da a éste algún detalle que «sólo se podría saber por alguien que estuviese familiarizado muy de cerca con la investigación, ya que no se ha hecho constar en ningún informe».
Así las cosas, tal vez la investigación debería haberse encomendado a otros agentes menos cercanos. Qué decir de las diligencias de reconocimiento: «Hasta en dos ocasiones han resultados baldías». La primera, con álbum fotográfico; la segunda, con rueda, practicada en enero de 2009, en la que, «de forma concluyente, Elosúa no reconoció a ninguno de los componentes de la rueda, entre los que se encontraba el inspector de Vitoria».
O no quiso reconocer. No era una víctima tratando de reconocer a su agresor, sino un presunto delincuente tratando de no identificar a su cómplice, si de ello se iba a derivar un perjuicio para ambos. La Fiscalía concluye que «no concurren claros indicios incriminatorios que acrediten la participación de persona alguna en los hechos», por lo que pide «el sobreseimiento provisional y el archivo de la causa». Claro que hay indicios de la participación de personas (al menos dos) en los hechos. Lo que el fiscal debió escribir es que no ha podido establecer su identidad.
La cuestión es si las van a seguir buscando o si el sobreseimiento provisional es un eufemismo que significa carpetazo. No hay muchos hitos comparables al caso Faisán en la historia de la criminalística española: el crimen de los Galindos y el asesinato de Marta del Castillo. Bueno, y el caso Redondela y el de los marqueses de Urquijo y la desaparición del ‘Nani’, entre otros. ¡Qué nivel, Maribel!
Santiago González, EL MUNDO, 7/10/2009