Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 5/3/12
Antonio Basagoiti en ABC, 27 de febrero de 2012:
—Habla de ganas, pero es Rosa Díez la única del Congreso que defiende hoy la ilegalización de Amaiur.
—Ella sabe que eso no tiene posibilidades de prosperar. Su objetivo es desgastar al PP desde el populismo. A mí no me importa lo que haga, está en su derecho. Lo que no le consiento es que insulte y diga cobarde al ministro. Porque cuando ella era consejera aquí con el PNV, se negó a dar protección a los cargos del PP vasco mientras ella llevaba cuatro escoltas.
“¡Hola!, pensé al leer la declaración que antecede. Qué Gobierno tan raro, en el que la consejera de Comercio y Turismo da o niega protección policial a los cargos del PP vasco. Es de suponer que, en justa compensación, el consejero de Interior se encargaría de frijar los horarios comerciales y las fechas de las rebajas.
Sé de lo que hablo. Fui director de Comunicación del Gobierno vasco en la legislatura 1986-1990, en la que se produjo la experiencia de coalición de Gobierno entre el PNV y el PSE, abortada durante ocho meses por el tripartito nacionalista PNV-EA-EE, para volver a reanudarse en octubre de 1991 y terminar definitivamente en el verano de 1998, tres meses antes de la tregua de Lizarra. Aquel Gobierno y los que siguieron de coalición entre nacionalistas y socialistas funcionaron con una regla: cada uno en su casa y Dios en la de todos. Quiero decir que el Gobierno era la resultante de yuxtaponer dos grupos de Consejerías y que cada partido se ocupaba de las suyas.Más o menos, porque mientras el PSE no intervenía en el área nacionalista (tanto menos cuanto más sensible fuera el tema) los nacionalistas sí entervenían en los Departamentos socialistas, porque tenían Presidencia y, por tanto, el control de legalidad sobre las iniciativas de sus socios.
Las escoltas eran asunto de Interior y aquello lo decidían Luis Mª Retolaza, ‘Roke’ entre 1980 y 1988; Juan Lasa, entre 1988 y 1991 y Juan Mª Atutxa desde entonces en adelante. Siempre fue Interior el más impenetrable de los Departamentos del Gobierno vasco. El propio Retolaza era un misterio para el lehendakari de su partido. No es ya que el socio de Gobierno no tuviera capacidad de decisión, es que no se le daba ni siquiera información. “Bah”, pensé. “Esta tontería de Basagoiti se le habrá ocurrido en un momento de debilidad o se la habrá proporcionado algu o de los grandes pensadores abstractos que lo acompañan en la dirección del PP vasco.”
Pero héte aquí que alguien de su entorno insiste y pone un nombre propio: el de Gregorio Ordóñez.
Antón Damborenea, en Deia, 4 de marzo de 2012:
—¿El partido de Rosa Díes puede encontrar un filón en las víctimas?
—Algo ya ha encontrado. Si no lo hubiera encontrado, no estaría en esa dinámica. Las últimas declaraciones de Rosa Díez eran, poco más o menos, que el PP no quería la derrota de ETA. Lo que sí recuerdo es que ella pertenecía a un Gobierno vasco que, por ejemplo, le negó la escolta a Gregorio Ordóñez.
El asunto adquiere importancia, porque ahora Rosa Díez viene a ser ‘de alguna manera’ culpable indirecta del asesinato de Gregorio Ordóñez, al que ella y su Gobierno negaron protección. La vaguedad de las imputaciones (poco más o menos) y la imprecisión del recuerdo. ¿Qué hacer? me pregunté con interrogante leninista. Y ayer, a mediodía, decidí preguntar a los testigos. Llamé a Rosa Díez para preguntarla por sus competencias como consejera de Turismo en materia de Seguridad; a Jaime Mayor Oreja, presidente del Partido Popular del País vasco cuando el asesinato de Ordóñez, al secretario general, que un año más tarde, 1996, lo sucedió en la Presidencia, Carlos Iturgaiz; a María San Gil, testigo material del asesinato y presidenta que sucedió a Iturgaiz; a Consuelo Ordóñez, hermana del concejal asesinado, y a la viuda de Ordóñez, Ana Iríbar.
Jaime Mayor Oreja desmiente que Rosa Díez pudiera saber nada del asunto: “yo dudo de que el mismo lehendakari supiera todo lo que había en Interior” y me cuenta lo que él sabe:
“Al empezar el año 1995, Gregorio Ordóñez estaba inquieto. Había descubierto que en la Policía Municipal de San Sebastián había asuntos turbios, incluyendo a ETA. Me pidió que diera una rueda de prensa con él para apoyarle y así lo hice. El mismo día de aquella rueda de prensa, Eugenio Damboriena, que era amigo de Goyo, me contó que temía por su seguridad. Entonces yo llamé a Juan Mª Atutxa, mientras Eugenio lo hacía con el viceconsejero Martiarena. Los dos nos negaron que hubiera peligro para Gregorio. Unos días después lo asesinaron. Atutxa dijo después que no le habíamos pedido formalmente protección, lo cual es verdad. No le escribí una carta, lo hice por teléfono, pero nunca he hecho causa de esto. No me cabe la menor duda de que si Atutxa hubiera creído que la vida de Gregorio corría peligro, le habría puesto escolta.”
Carlos Iturgaiz ratifica la versión de Mayor Oreja en sus memorias ‘Vivir frente al terror’, transcritas rigurosamente por la mano de Chelo Aparicio. Cuenta un episodio sucedido días más tarde del asesinato de Gregorio durante una entrevista con el viceconsejero Martiarena, a quien transmite que son objetivos de ETA la Ertzaintza, los jueces y los políticos del Partido Popular. “Estáis cometiendo un error, Carlos. Lo único que está amenazado aquí es la Ertzaintza”:
“La conversación sube de tono. Carlos Iturgaiz recuerda al alto mando de Interior (Martiarena) que el propio Gregorio ya se sentía amenazado en las últimas semanas, que se sentía cercado de algún modo. Y que se informó a Atutxa de todo ello por boca de Jaime Mayor, aún presidente del PP. Pero Martiarena desmiente los hechos. Las cosas no habían sido así. El viceconsejero niega la mayor.
Insiste Martiarena en que no hay mayores riesgos para el PP, que la presunción de Carlos era como ‘visiones’ sobre la realidad, elucubraciones mentales (…) Tras unos minutos, el viceconsejero elaboró una propuesta (…) A los pocos días, Martiarena llama a Iturgaiz para anunciarle la visita de los responsables de seguridad de la Ertzintza encargados del operativo de seguridad a los responsables políticos del PP del País vasco, para los cargos más relevantes. La seguridad echa a andar”. (Chelo Aparicio. Vivir frente al terror. Memorias de Carlos Iturgaiz. Págs. 100-102)
María San Gil muestra su estupor por la acusación: “las cosas no fueron así y ellos (los dirigentes del PP del País Vasco) lo tienen que saber”. Llamo después a Consuelo Ordóñez que comparte estupefacción. Está al tanto de la conversación de Mayor Oreja con Eugenio Damboriena: “Mi hermano sabía que lo estaban siguiendo. Es verdad que no le pusieron escolta, pero yo no sacaría este dato contra Atutxa. Hasta mi hermano, ETA nunca había asesinado a un concejal por su cargo. Él fue el primero”. Ana Iríbar se mostró de acuerdo con las palabras de su cuñada y con las de Jaime Mayor que yo le leí ayer.
Estrambote: Rosa Díez en su libro ‘Merece la pena’:
“Cuando era consejera del Gobierno vasco presidido por Ardanza fui el primer miembro -y el último- al que le mandaron una amenaza explícita a casa, un paquete bomba. Lo cogió mi marido y tuvimos la suerte de que falló algo cuando empezó a abrirlo y lo sacó fuera. Por lo que dijeron los ertzinas no era un paquete bomba con capacidad para matar. Estaba dentro de un libro -era un anuario de El Correo vaciado-, lo suficiente para que, el que lo abriera sufriera un daño difícil de evaluar”. (Rosa Díez. ‘Merece la pena’. Pág. 49).
Uno no estaba preparado para ver la soltura con que se manejan en la insidia quienes eran víctimas de estas mismas pequeñas, lamentables ruindades hasta ayer mismo. O quizá no hayan cesado todavía. Muy raramente llegó a alcanzar Pepiño este nivel, y no han hecho más que empezar, aunque están a tiempo de corregirse. Como diría el maestro Umbral, o sea.
Santiago González, santiagonzalez.wordpress.com, 5/3/12