La izquierda ha dejado de ser una posición ideológica (más, incluso, que la derecha) para convertirse en una relación de pertenencia a un grupo. ¿Cómo sustentar valores de izquierda -o, simplemente, valores- si el relativismo nos ha instalado en una geometría variable, en matemática borrosa. Descartados los referentes ideológicos, sólo cabe orientarse por la identificación con el líder o la fobia al otro.
Quiso el azar que el diputado Torres Mora, uno de los proveedores de pensamiento mágico del presidente del Gobierno, publicara ayer en el diario de la competencia un fascinante artículo titulado A la espera de la primera derrota. Lo de ayer no fue propiamente una derrota, porque el PSOE pudo sacar adelante un texto. Fue una de esas victorias que hicieron exclamar a Pirro, rey de Epiro: «¡Una victoria más y estoy perdido!».
Si el martes salvó el Gobierno varios asuntos menores con el apoyo de la izquierda, digamos ERC y el par de Llamazares, ayer salvó el decreto de medidas urgentes contra el paro con el apoyo de CiU, pero no fue gratis: para ello hubo de aceptar que el texto será tramitado como proyecto de ley. Y admitir enmiendas de los grupos parlamentarios.
Ahora sí que tiene sentido lo que Zapatero definió como geometría variable para ir tirando en el Congreso. Creíamos que estábamos en la concertación social, un triángulo equilátero que formaban el Gobierno, la patronal y los sindicatos, y ahora los grupos parlamentarios nos lo van a transformar en un polígono irregular con un número de lados aún por determinar. Las dos elecciones autonómicas del día 1 no han salido como se esperaba. Quién iba a decirnos que la España plural y diversa iba a devolverle el poder al PP en Galicia y que lo iba a convertir en aliado imprescindible de Patxi López para llegar a Ajuria Enea.
El espíritu del Tinell se desvaneció en los prolegómenos de una primavera adelantada y rara y el todos los grupos menos el PP que fue un sintagma habitual en los titulares con los que los diarios daban cuenta de las justas parlamentarias en la legislatura pasada, ha cambiado en ésta. Eso no quiere decir que Zapatero no volverá a conseguir mayorías, pero sí que cada una que consiga le va a salir más cara que la anterior, que Soraya Sáenz de Santamaría ha sabido romper el bloqueo de su grupo aun descalza y que el portavoz Alonso tampoco es Rubalcaba, para qué nos vamos a engañar.
¿Es una cuestión de izquierdas y derechas? La izquierda ha dejado de ser una posición ideológica (más, incluso, que la derecha) para convertirse en una relación de pertenencia a un grupo, puro sentimiento identitario, mero nacionalismo. ¿Cómo sustentar valores de izquierda -o, simplemente, valores- si el relativismo nos ha instalado en una geometría variable y en un diccionario de palabras comodín, que «han de estar al servicio de la política» y no al revés (Zapatero, junio 2005)? ¿Cuántos lados tienen ahora los triángulos? ¿Podemos estar razonablemente seguros del sistema métrico decimal? Llegados a este punto, la geometría variable se ha tornado en matemática borrosa y España es una geografía infructuosa, con permiso de Pablo Neruda. Descartados los referentes ideológicos, caminos sobre la mar, sólo cabe orientarse por la identificación con el líder o la fobia al otro. La Polar señala el norte.
El propio Torres Mora, que es un intelectual, confiesa que le saca de sus meditaciones congresuales la ayudante Mamen Sánchez, cuando le explica lo que tiene que votar en cada ocasión, enseñando un dedito para el sí, dos para la abstención, tres para el no.
Santiago González, EL MUNDO, 27/3/2009