Patxo Unzueta, EL PAÍS, 6/9/12
Una alianza del PNV con la izquierda ‘abertzale’ solo sería posible en torno al programa de los radicales
Para defender su posición favorable a la libertad condicional del preso etarra Bolinaga, enfermo de cáncer, el ministro del Interior quiso comenzar por dejar sentado ante Mayor Oreja, en la reunión de la dirección del PP del lunes pasado, que ETA estaba derrotada; a lo que respondió el exministro afirmando que no solo no está derrotada sino a punto de alcanzar el poder.
La idea de un sector del PP, compartida por la parte más crédula de las asociaciones de víctimas, es que el cese de ETA no equivale a su derrota porque es el resultado de un compromiso con el Gobierno anterior que sigue vigente y cuyo punto esencial ha sido la legalización del brazo político de la banda. De ahí la interpretación de que ETA se ha colado en las instituciones a través de Bildu y Amaiur, y que se dispone a alcanzar su objetivo esencial: ser la fuerza mayoritaria en el Parlamento vasco para, desde esa posición, lanzar un desafío rupturista a las instituciones españolas.
Los sondeos dan a la coalición Euskal Herria-Bildu (EHB) la segunda posición, a una distancia del PNV de entre 7 y 9 puntos, que podrían traducirse en una diferencia de entre 2 y 5 escaños. No es imposible, por tanto, que pueda convertirse en el partido con más diputados en la Cámara vasca; pero tampoco es probable, y mucho menos que pueda articular una mayoría suficiente para que haya un, o una, lehendakaride la izquierda abertzale. Socialistas y populares ya han dicho que en ningún caso pactarían con ellos, y tampoco lo haría el PNV si EHB fuera la primera fuerza.
Pero ¿podrían entrar en un Gobierno de unidad nacionalista presidido por el candidato del PNV? Entre ambas formaciones sumarían más del 60% de los votos y en torno a 45 escaños, muy por encima de los 38 que marcan la mayoría absoluta. Y según una encuesta de junio pasado, son más numerosos (el 38%) los vascos que se inclinan por una alianza nacionalista que por una transversal con el PSE (34%).
Pero es difícil que Urkullu se arriesgue a un pacto con EHB, que beneficiaría mucho más a los radicales que a su partido. Primero, porque esa alianza solo sería posible sobre la base del programa soberanista-rupturista de la izquierda abertzale; y segundo, porque ello aumentaría su influencia con vistas a su objetivo esencial en este periodo: arrebatar al PNV su hegemonía en la comunidad nacionalista. La izquierda abertzale ya fue la segunda fuerza del País Vasco en las primeras elecciones autonómicas, celebradas en 1980, pero entonces la hegemonía del PNV era manifiesta: doblaba de largo los votos de Herri Batasuna, que agrupaba al 26% del voto nacionalista. Mientras que ahora Bildu supone el 44% de ese voto.
Urkullu insinuaba ayer en una entrevista que si gana podría intentar gobernar en solitario pero pactando con todos porque “la crisis nos exige grandes acuerdos y consensos”. Y no quiere comprometerse, como le ha planteado Basagoiti, a concluir un acuerdo con el PP y el PSE para frenar a la izquierda abertzale. Iniciativa similar a la intentada sin éxito por los partidos constitucionalistas tras las elecciones locales y forales de 2011 a fin de cerrar el paso a los candidatos de Bildu a la Diputación de Guipúzcoa y Ayuntamiento de San Sebastián. Urkullu argumentó entonces que era conveniente dejar gobernar a Bildu para que se evidenciase su incapacidad para gestionar las instituciones. Esa incapacidad se ha podido verificar, pero ello no tuvo influencia en las siguientes elecciones, las generales del 20-N. En este tiempo también se ha evidenciado que ese sector, aun habiéndose alejado de la estrategia terrorista, conserva comportamientos, entre fanáticos y antidemocráticos, visibles en episodios como las amenazas del asesor del alcalde donostiarra contra unos vecinos que celebraban el triunfo de España en la Eurocopa, la negativa de su candidata, Laura Mintegi, a condenar el asesinato de Miguel Ángel Blanco o la incapacidad de Otegi para recordar el suplicio de Ortega Lara cuando se declaró en huelga de hambre en solidaridad con el secuestrador de ese funcionario.
Por no hablar de su atroz comentario ante la posibilidad de que los amenazados por ETA que se tuvieron que ir puedan votar en Euskadi: “Claro, para que voten todos los txakurras y sus putas familias”. Comentario muy revelador de las obsesiones que siguen atenazándoles y no tan improvisado como podría parecer: entrevistado en El Periodicoel 29 de mayo de 1999, la periodista le preguntó quiénes podrían votar en un referéndum celebrado en el País Vasco: “Todos los que viven y trabajan en Euskal Herria excepto las fuerzas de ocupación y la Administración estatal”, respondió. Ella insistió: “El hijo de un guardia civil nacido en Euskadi ¿es tan vasco como usted?” Y Otegi: “Esa pregunta no me la había hecho nunca. Si no trabaja de guardia civil, podría entenderse, pero habría que estudiarlo detenidamente”.
Patxo Unzueta, EL PAÍS, 6/9/12