Impresiona la noticia de que 62 columnistas catalanes han escrito un artículo conjunto. Parece una desmesura, no sólo por el número, sino por el concepto. Está claro que sobran 61; a ver para qué nos esforzamos en montar una orquesta, si todos los músicos tocan el mismo instrumento, la flauta de Bartolo.
Impresiona la noticia de que 62 columnistas catalanes han concertado sus esfuerzos para escribir un artículo conjunto. ¡62 columnistas catalanes! Parece una desmesura, no sólo por el número, sino por el concepto. Escribir una columna regular sobre cualquier tema que se nos ocurra es uno de los grandes privilegios de la vida, escribió Paul Johnson en un delicioso ensayo titulado «El arte de escribir columnas».
Llama en consecuencia la atención que 62 grandes privilegiados en el ámbito de la opinión publicada renuncien a su prerrogativa para constituirse en pelotón de abajofirmante. La soprano renuncia a ser solista porque ella, en realidad, de lo que siempre ha tenido vocación, es de ser chica del coro. Para qué queremos un coro, si no hay voces distintas. Está claro, en todo caso, que sobran 61, a ver para que nos esforzamos en montar una orquesta, si todos los músicos tocan el mismo instrumento, la flauta de Bartolo.
Hay entre los 62 algunos nombres conocidos: Joan Barril, Oriol Bohigas, Juli Capella, Joan B. Culla, Iu Forn, Alfons López Tena, Pilar Rahola y otros. Luego está el texto. Sin perjuicio de que los más perseverantes se lean el artículo entero, no me resisto a ofrecerles en cubierta la primera parrafada:
El derecho colectivo al autogobierno de Catalunya presenta unas profundas e inequívocas raíces históricas que lo convierten en un caso especial en la política comparada de las realidades nacionales de todo el mundo. Como bien sabemos, la voluntad de preservar el autogobierno fue uno de los vectores de la historia medieval y moderna de Catalunya, que incluye innumerables guerras con Francia y dos guerras contra la monarquía hispánica. En el siglo XX, la voluntad de autogobierno de los catalanes cristalizó institucionalmente con la Mancomunitat, un embrión de gobierno nacional llamado a levantar el país a todos los niveles. La imposición de la dictadura del general Primo de Rivera puso fin a ese tímido episodio de libertad colectiva, pero en el año 1931, antes de que se aprobara la Constitución de laII República Española, se recuperó un espacio de autogobierno con la institución de la Generalitat. No es preciso enfatizar lo que supuso después para Catalunya la imposición de una dictadura y de un gobierno autoritario durante cuatro décadas. Después de la gran manifestación unitaria de 1977, y siguiendo el guión de 1931, la Generalitat fue restablecida antes de que se aprobara la nueva Constitución democrática, como expresión de unos derechos históricos que en aquel momento no discutió nadie.
Prueba evidente de que 124 manos no tocan el piano mejor que dos, quizá por lo que en Economía se llama «la ley de rendimientos decrecientes». 62 columnistas para llegar a esto. debe de tratarse de una forma catalana de ver la política. Urge volver a incorporar al Estatut aquella extraordinaria frase que se cayó del borrador: «Catalunya ha modelado un paisaje».
Santiago González en su blog, 21/5/2010