Rogelio Alonso, EL CORREO, 6/7/11
La legalidad de Bildu no convierte en invención los exhaustivos informes policiales que definen el entramado ETA/Batasuna como diseñador de la coalición
Terroristas del IRA asesinaron a Mary Travers en 1984. Mary McArdle, una de las asesinas, fue condenada a cadena perpetua y excarcelada tras el Acuerdo de Belfast de 1998. Hace unas semanas el Parlamento norirlandés exigió revisar su política de nombramientos tras las críticas por el de McArdle como asesora del Sinn Fein. En el País Vasco, donde un jefe de ETA ha sido miembro de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento, esta anécdota puede parecer insignificante. Sin embargo, revelan las incoherencias y contraproducentes efectos de la impunidad política, histórica, jurídica y moral presente en Irlanda del Norte. Algunos de los métodos allí utilizados para lograr una imperfecta paz que algunos definen errónea e interesadamente como modélica -por ejemplo el abogado de Batasuna Brian Currin- contribuyeron a legitimar el terrorismo obstaculizando un futuro sin violencia. Ahora esa sociedad a la que injustamente le impusieron beneficios para los asesinos ofrecen muestras de rebeldía contra el daño causado a la democracia tras eximir de responsabilidad penal, política, histórica y moral a quienes violaron sistemáticamente los derechos humanos. Estériles son ahora las protestas contra los asesinos cuando destacados dirigentes del IRA ejercen el poder después de que las autoridades les ofrecieron una inmerecida respetabilidad y presionaran a la sociedad al condicionar la paz a su llegada al gobierno.
Tan peligrosa impunidad amenaza con consolidarse en la sociedad vasca si la llegada de ETA a las instituciones mediante Bildu no recibe la adecuada respuesta. Debe subrayarse la evidencia que algunos soslayan: la legalidad de Bildu no convierte en invención los exhaustivos informes policiales que definen al entramado ETA/Batasuna como diseñador de la coalición. La certeza de que Bildu y Batasuna son instrumentos de ETA no queda invalidada por una legalidad forzada por quienes apoyaron el lavado de imagen del frente político etarra. La honestidad intelectual exige reconocer la evidente politización de un tribunal constitucional que incurrió, como apuntó uno de sus más capacitados magistrados, en un «exceso» de su «jurisdicción constitucional». La honradez política exigiría responsabilidades por la legitimación que el Ministro del Interior, el lehendakari y el nacionalismo brindaron a una formación que rehabilitaron al valorar sus ficticios «pasos en la buena dirección» en contra de todo el material probatorio. Esa ficción ha emergido cuando el instrumento de la estrategia de ETA, como concluían los informes policiales, se ha hecho con el poder.
A pesar de las indignadas reacciones tras revelar Bildu la naturaleza que algunos desean maquillar, el intento de engaño no cesa. En lugar de admitir que ETA controla Guipúzcoa, se insiste en la falacia de una inexistente ruptura entre «políticos» y «militares» de la banda, valorando positivamente para el final de ETA su acceso al poder. Se tergiversa así la realidad de un entramado terrorista que, como demostraba una circular de Batasuna en enero, mantiene una estrategia sincronizada con la que presiona para lograr sus objetivos, entre ellos una legalización que, al conseguirla, le permite avanzar hacia sus inalterables fines. Entre ellos uno sin parangón en Irlanda: un proyecto político nacionalista radical y excluyente que no ha impedido la alianza con parte del nacionalismo pese a la existencia de ETA, presagiando pues su profundización.
Otro engañoso artificio de propaganda con el que neutralizar tan inquietante realidad consiste en presentar a Otegi como líder de una Batasuna que supuestamente ha roto con ETA. Sus declaraciones en la Audiencia Nacional han sido presentadas por algunos medios como evidencia de su ruptura con la banda pese a que en absoluto pueda concluirse de dicha retórica semejante voluntad. Cualquier análisis riguroso de las declaraciones del dirigente terrorista obliga a cuestionar su credibilidad y las intenciones de las mismas. Sin embargo, se suelen asumir sus palabras acríticamente, ignorando contradictorios posicionamientos en el pasado y una trayectoria que convierte en papel mojado declaraciones actuales con obvias intenciones propagandísticas.
El 30 abril 2001, al entrevistar Iñaki Gabilondo a Otegi, éste declaró: «Yo sigo haciendo una defensa a ultranza de las vías exclusivamente políticas, que es a las que se dedica EH”. “EH es absolutamente autónoma» de ETA, defendió Otegi; “absolutamente”, remarcó cuando el periodista le cuestionó su independencia de ETA. «Eso es absolutamente mentira», replicó Otegi cuando se le increpó la falta de autonomía respecto de ETA. Finalizó anunciando otra iniciativa para «solucionar el conflicto» decidida, indicó, «sin consultar con ETA», pues ellos sólo consultaban «con nuestra militancia». La conclusión es clara ¿por qué ensalzar su hipotética «ruptura» con ETA hoy si siempre ha negado su vinculación con la banda?
Seducidos por el mensaje de un dirigente que acomoda su discurso a sus necesidades tácticas, numerosos observadores encumbran al líder terrorista ignorando lo que él mismo ha definido internamente como una “estrategia independentista eficaz» en la que Batasuna y ETA reparten sus papeles. Éste procedimiento fortalece a una ETA debilitada operativamente al permitirle interpretar que su estrategia político-militar y sus tácticas propagandísticas tienen éxito. Así lo refleja la impotencia de los periodistas ante desafiantes dirigentes de Bildu que eluden toda responsabilidad por las acciones de una ETA con la que niegan cualquier relación. Coherente actitud cuando diversos políticos, periodistas y jueces han aceptado el espejismo de una ETA separada de su frente político, favoreciendo un escenario idóneo para que ETA y la coacción de sus representantes políticos se perpetúen, como anheló Otegi en una entrevista el 6 julio 2003: «el Estado interpretaba el problema con los vascos como un problema con todo ETA. Hoy el Estado tiene un problema con este pueblo».
Rogelio Alonso, EL CORREO, 6/7/11