Santiago González, EL MUNDO, 28/7/12
¿Qué quiere decir copago? Debe de ser un mal asunto, una medida con la que el Gobierno de la derecha quiere atosigar a las clases populares. Copago es una de esas palabras que llevan una carga moral implícita, naturalmente negativa. El prefijo ‘co’ viene a señalar un reparto de la tarea que señala el infinitivo del verbo. La izquierda ha descubierto, como el capitán Renault, qué escándalo, aquí se juega, que el Gobierno del PP ha impuesto el copago farmacéutico. Alguna razón para afearle la conducta al presidente del Gobierno sí tienen, las cosas como son.
Mariano Rajoy había negado repetidamente su intención de introducir el copago. Así, el 16 de noviembre, cuatro días antes de las elecciones, negaba al director de El País su intención de hacer nada que no llevara en su programa electoral. «No va a introducir el copago en Sanidad», apuntó su interlocutor, a lo que respondió: «No voy a introducir el copago en Sanidad». «Yo no voy a hacer el copago», insistió en Antena 3 el 11 de diciembre, para negar por tercera vez, que uno sepa, el 17 de marzo pasado: «Yo no soy partidario del copago en Sanidad», dijo el 17 de marzo, 30 días antes de aplicarlo.
El «no soy partidario» indica una forma de negación más suave, que constituye la expresión de la sentimentalidad de este Gobierno; recientemente explicaba el secretario de Estado de Cultura lo poco que le gusta a él el aumento del IVA para los asuntos de su negociado. A mí me duele más que a vosotros, no creáis, viene a ser el significado. No soy partidario, pero no estamos en este mundo para hacer sólo aquello que nos gusta.
Tampoco es que uno en tiempos tan relativistas como estos se vaya a declarar partidario de la ética de Salmerón, el presidente de la República (la primera) que dimitió para no firmar una pena de muerte. En el siglo XIX la gente era muy rara. Total, una firma, ¿qué daño le hacía a nadie? Transigir con los principios, con la palabra dada, con ese contrato firmado con los ciudadanos que es el programa electoral es un hecho muy frecuente en nuestros tiempos. Los gobernantes se esconden en su desmemoria, y a veces también en la de sus votantes. ¿Es un mentiroso un gobernante que incumple su programa electoral? No forzosamente, pero sus incumplimientos revelan, como mínimo, que era un candidato insuficientemente preparado.
Hubo copago, claro, aunque en rigor, ya lo había antes. Por qué llamamos de esa manera a lo de ahora, cuando antes veníamos pagando el 40% del precio de los medicamentos es uno de esos miste- rios que produce el uso libérrimo del lenguaje.
El Gobierno vasco busca la forma de paliar sus efectos para los bolsillos de los pensionistas, lo que es una forma de aceptar su inevitabilidad y aligerar el asunto de la retórica, que ayer lucía Gemma Zabaleta: «Defenderemos nuestro autogobierno porque también creemos que el autogobierno es el que nos permite definir otra política antagónica a la política equivocada que está llevando a cabo el Gobierno del PP».
La cosa le quedó entre la simple tautología y Agustina de Aragón. Ya me perdonarán la comparanza, pero es que históricamente nuestro mujerío, salvo Catalina de Erauso, la monja alférez, ha sido más de atender la cantina que de tirar con la escopeta, de ahí el lío de los alardes.
Santiago González, EL MUNDO, 28/7/12