Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/1/12
La detención en Francia de tres presuntos miembros de ETA, la detección del material explosivo en su poder y el inesperado brote de kale borroka en Bilbao como respuesta a esta acción policial actualizan una duda que en muchos sectores -sobre todo localizados fuera del País Vasco- nunca ha acabado por desaparecer: ¿se ha acabado el terrorismo para siempre?
Bien es cierto que cada una de las tres actuaciones tienen su propio cobijo. De un lado, es evidente que todavía siguen existiendo terroristas con causas pendientes que no han sido detenidos y que, en consecuencia, la policía, aquí y allí, persigue el delito. Sin embargo, resulta mucho más inquietante que los etarras vayan acompañados de explosivos porque queda así al descubierto una supuesta intencionalidad que quebraría la expresa renuncia a la violencia. Y, finalmente, habría que atribuir a tics del pasado aún reciente la violenta reacción de la quema de contenedores.
Ninguno de los tres escenarios anteriores favorece a la hoja de ruta de la izquierda abertzale. Podrán decir, claro está, que no se sienten directamente concernidos porque para ellos se trata de una cuestión que dirimen los gobiernos francés y español con ETA, pero en su fuero interno son plenamente conscientes de que la otra parte de la mesa se sigue cargando de razones para dilatar el proceso que se creía abierto a partir de las conclusiones de la Conferencia de Paz de Aiete.
Con imágenes como las de Francia, el Gobierno de Mariano Rajoy consigue -quizás porque lo buscaba cuanto antes- del antídoto para aminonar suficientemente el impacto efectista de la multitudinaria manifestación de este mes, en Bilbao. Y, mucho más, esas voces que, desde posiciones nada condescendientes con el anuncio de despedida de ETA, reactivan su idea de que el terrorismo durmiente también es terrorismo.
¿Debería ETA decir algo ahora? Quizá, sí, sobre todo para despejar algunas incertidumbres que afloran sin mucha dificultad. Desde luego que no gaste energías para volver a recordar la existencia de un conflicto o únicamente para remontarnos a la represión, sino para hablar de lo suyo. Al menos, tímidamente. La izquierda abertzale, por ejemplo, para despojarse de su malestar por el brote de kale borroka siquiera se ha atrevido a decir que está «fuera de lugar», aunque sin olvidar, de paso, sus críticas a la actuación policial en Francia. Es evidente que hasta la condena del vandalismo les queda un trecho, pero, afortunadamente, no han mirado para otro lado. ¿Hará ETA lo mismo?
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/1/12