José María Carrascal, ABC 17/12/12
Cataluña se enfrenta ante la disyuntiva de elegir entre la realidad y los sueños. Algo que ha venido evitando desde hace siglos.
Los efectos del nacionalismo son bastante parecidos a los del alcohol: euforia, optimismo, desinhibición, verborrea, agresividad, nula capacidad para medir hechos y distancias. Justo los rasgos de los actuales dirigentes catalanes. Es una huida hacia ninguna parte, un autoengaño increscendo, ante el fracaso cosechado en las últimas elecciones. Artur Mas había hecho a los catalanes una propuesta soberanista clara, firme, concreta. Pero le dejaron plantado para irse con Junqueras, más catalanista que él. Sabiendo que Junqueras no podría gobernar. A eso le llaman hacerse trampas a uno mismo.
Ahora, sin embargo, se enteran de que Junqueras puede gobernar a través de Mas, con el que negocia un acuerdo de 56 puntos, que incluyen una consulta soberanista (legal o no); establecer 12 impuestos (entre ellos el de sucesiones y el de las grandes fortunas); crear un «Banco de Cataluña» (¿qué será de la Caixa?); una Agencia Tributaria, una Seguridad Social y un fondo de pensiones propios. Junto a la Arcadia feliz de una «Cataluña como nuevo Estado de Europa», sin citar para nada que la Comunidad Europea ha dejado muy claro que, antes, tendrá que salir de ella. ¿Es esto lo que votaron los catalanes? ¿Es esto lo que desean? ¿O sólo lo que sueñan? Porque el desastre que significó el tripartito puede ser un juego de niños comparado con la gestión de este bipartito controlado por el más radical y pequeño. Pues ahora la cosa va de veras. Esto no es amagar y no dar. El referéndum no autorizado significaría cruzar un Rubicón sin vuelta atrás.
No todos los catalanes han perdido el sentido. Los hay a quienes el nacionalismo no se les ha subido a la cabeza y son capaces de distinguir la realidad de los sueños. El director de «La Vanguardia», ha advertido que ese preacuerdo es «de incierto recorrido» e incluye «propuestas disparatadas e inviables». Otro de sus colaboradores señala que «la hegemonía de Mas es frágil, muy frágil. Con una ERC controlando su marcha hacia el soberanismo, mientras le deja chamuscarse en la política diaria de recortes y estrecheces». Y un tercero pone el dedo en la llaga: «La elite económica pide estabilidad, ajuste, gobierno estable y presupuestos duros». Justo lo contrario de lo que ofrece ERC. No hay duda, la clase empresarial catalana, como Durán Lleida, desconfía de ese pacto, que amenaza sus intereses. Y empieza a desconfiar de Mas, que se equivocó en las elecciones y se está equivocando en los socios de gobierno. Por ese camino, terminará apoyándole sólo Oriol Pujol. Pero con Pujol Jr. nos quedará siempre la sospecha de si su independentismo es ardor nacionalista o ganas de escapar de la justicia fiscal española. ¿Qué podemos hacer el resto de los españoles? Pues esperar a ver qué quieren realmente los catalanes, hoy más confusos, divididos y españoles que nunca. Pues lo que nos dicen Felipe González y Pujol Sr. son cuentos de abuelitos.
José María Carrascal, ABC 17/12/12