Maximiliano Bernad / Catedrático de Derecho Internacional, ABC 22/11/12
Artur Mas, y otros, han planteado un desafío independentista y es hora de analizar su significado y consecuencias. Porque todo secesionismo acarrea riesgos y cambios que escapan a menudo a sus promotores y pudieran escapar a los votantes, en este caso de Cataluña.
1. La primera consecuencia sería, por definición, la creación de nuevas fronteras con España (por Aragón y Valencia) y con Francia. Una Cataluña hipotéticamente independiente tendría que serlo con todas sus consecuencias, y no sólo me refiero al C.F. Barcelona, aunque también.
2. La Unión Europea está formada por Estados, los que dicen los Tratados internacionales. Hoy son 27. Una Cataluña independizada de España saldría automáticamente de España y de la Unión Europea, convirtiéndose en un tercero.
3. Para ingresar en la Unión Europea no basta con cumplir unos requisitos: los Tratados dicen taxativamente que la decisión de admitir a un nuevo Estado se adopta por unanimidad de los Estados miembros. Y, en su caso, la decisión de admitir a otro Estado comporta la aprobación de las condiciones. Por cierto, también debe ser unánime toda reforma de los Tratados.
Hipotéticamente separada de España, de forma sin duda traumática, España se vería obligada a vetar esa incorporación. Misión, pues, imposible, pero no sólo por eso: ¿alguien imagina que los socios de España van a dejarla sola en esa insisto traumática situación? ¿Cabe imaginar que no veten ingresos de este tipo todos y cada uno de los Estados miembros que tienen tensiones territoriales?
Por tanto, la vía que sigue el señor Mas resulta tramposa y estéril, como los «referenda» celebrados hace algún tiempo con una pregunta irreal, que unía una presunta independencia de Cataluña con la pertenencia de esa nueva entidad a la Unión Europea (y por supuesto al euro, moneda que automáticamente perdería Cataluña, con perspectiva, a lo sumo, de poder en su día negociar con la Unión Europea, como han hecho algunos micro-Estados, el derecho a usar euros).
4. Se ha hablado estas semanas de algunos precedentes. Pero no de otro muy significativo, puesto que la división del país, tan artificial que su nombre era el de sus dos partes superpuesto, «Checoslovaquia», fue absolutamente pactada. Checoslovaquia era miembro del Consejo de Europa y al pactar su división, tuvo que salir del Consejo de Europa y solicitar, tanto Chequia como Eslovaquia, su ingreso.
En definitiva, no existe posibilidad alguna, jurídicamente, de que una Cataluña separada del Reino de España, permaneciera en la Unión Europea o fuera admitida sin más en ella. Me parece relevante que los más sensatos miembros de CiU lo hayan reconocido públicamente.
Hay otra clave en este triste asunto. Por lo visto se trata de plantear un desafío que desbordaría a «los tribunales y a las Constituciones». Esa extremada proclamación de Artur Mas es inequívocamente antidemocrática: las leyes, en democracia, están para ser cumplidas, y tienen, como es lógico, mecanismos para su cambio.
La otra figura de ese partido, un hijo de Pujol, el cual conoce a la perfección el profundo amor por Cataluña de S.M. el Rey —¿se habrá olvidado de aquel su primer viaje como Rey a Cataluña en donde, a menudo en catalán, se enorgullecía de las virtudes y el espíritu emprendedor catalán, que proponía extender por España?— ha dicho que el problema para la independencia de Cataluña es «tener enfrente al Rey». De nuevo estamos ante un desprecio al Derecho, como bien ha apuntado Juan Fernando López Aguilar. ¿Cuál debería ser el papel del Jefe del Estado, colaborar en la desaparición del Estado del que es Jefe, incurriendo en alta traición? Lo que hizo Don Juan Carlos fue pilotar una modélica transición —«tranquilo, Jordi, tranquilo»— devolviendo al pueblo español el poder y lográndose décadas de desarrollo y prosperidad que pasarán a la Historia.
5. Una traumática separación catalana de España implicaría, de golpe, un gravísimo empobrecimiento de Cataluña, además de un serio perjuicio a España, quedando esa Cataluña fuera de la Unión Europea y de la eurozona, reservada por el Tratado a Estados miembros. Queda bien patente la imposibilidad no sólo jurídica, sino también material, de dicha independencia.
Pues bien, los catalanes están llamados a las urnas el día 25. Sería muy conveniente que los muchos ciudadanos que no suelen acudir a ellas en las elecciones autonómicas voten esta vez. Para el futuro de todos sería la mejor noticia que los resultados electorales reflejaran cordura y el máximo de normalidad. Con todo, la vía elegida y las declaraciones hechas desde hace unos meses desde el partido actualmente en la Generalidad, han abierto brechas sentimentales muy profundas, que precisan de un esfuerzo de sosiego y diálogo, sin pretensiones inconstitucionales. España es un Estado de Derecho. Y el Derecho de la Unión Europea debe ser, también, escrupulosamente respetado.
Maximiliano Bernad / Catedrático de Derecho Internacional, ABC 22/11/12