Aquel nacionalista erraba al decir «jamón del Estado español», salvo que a partir de ahora empiecen a criar cerdos en los bajos del Ministerio de Fomento, pongamos por caso. Mejor no dar pistas. Para algunos tiene que ser muy tentadora la expresión «jamón de cerdo español».
Ayer, en el pleno del ayuntamiento de Bilbao se trató del nombre de España. La concejala popular Cristina Ruiz denunció que la página web del Consistorio soslaya este nombre con una perífrasis que hace perderse al lector por los predios de la geografía: «Bilbao está en la vertiente atlántica oriental de la península ibérica». La cuestión no es nueva. Azaña daba cuenta en sus diarios del cabreo que el presidente del Consejo de Ministros, el socialista Juan Negrín, tenía con el primer lehendakari y con los nacionalistas en general: «Aguirre no puede resistir que se hable de España. En Barcelona afectan no pronunciar siquiera su nombre. Yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno». (M. Azaña, ‘Diarios completos’. Ed. Crítica, 2000. pág. 1.063).
Citó Cristina Ruiz el caso de un nacionalista que en viaje institucional a la Feria de Munich comentó a sus compañeros: «¿Qué bueno está el jamón del Estado español!» Replicó Ibon Areso con donaire que a él, lo que le gustaba, era el jamón ibérico de bellota. Comparto el gusto de Areso, pero en su aseveración hay una sutil trampa dialéctica. «Jamón» es la pata trasera del cerdo; «ibérico» designa la raza del marrano y «de bellota», su alimentación, pero nada nos dice la frase de la denominación de origen. Ésta puede ser ‘Huelva’, (Jabugo, Aracena o Cumbres Mayores); ‘Extremadura’, que tiene cinco zonas, o ‘Guijuelo’.
Su compañero de partido erraba al decir «jamón del Estado español», salvo que a partir de ahora empiecen a criar cerdos en los bajos del Ministerio de Fomento, pongamos por caso. Claro que mejor sería no dar pistas. Para algún sector del nacionalismo tiene que ser muy tentadora la expresión «jamón de cerdo español», aunque pecara de imprecisión: como sabe Areso, no es lo mismo el de cerdo blanco que el de ibérico.
La gente es que es muy rara. En Frankfurt, las salchichas más comunes se llaman ‘Brüwurst’. Las de Frankfurt fueron invento de un charcutero alemán establecido en Viena que empezó a fabricar salchichas tipo Frankfurt, parecidas a las brüwurst, aunque les añadía ternera en lugar de hacerlas con cerdo solamente. Las bautizó como ‘Frankfurter’ a principios del siglo XIX y hasta hoy.
Santiago González, EL CORREO, 29/11/2007