Las leyes autonómicas que sustentan las cajas de ahorros describen sus objetivos básicos en el artículo 3 de cada una de ellas: «El fomento del ahorro a través de una captación y retribución adecuadas, y la inversión de sus recursos en la financiación de activos y desarrollo de los diversos sectores económicos de su ámbito de actuación». Pero, ¿qué pintan las CCAA en esta crisis?
El ministro de Industria había dicho por la tele que «al Gobierno se le está acabando la paciencia con la banca» y el vicesecretario general le replicó al día siguiente que «el PSOE tiene una paciencia ilimitada con la banca», para tratar de convencer a todo el mundo de que es necesario «remar en la misma dirección». Están el Gobierno y su partido que rebosan metáforas cooperativas: arrimar el hombro, tirar del carro y remar en la misma dirección.
Hace ya 62 años que Orwell escribió un gran ensayo, La política y la lengua inglesa, en el que advertía contra el uso de las metáforas moribundas, pero aceptemos la que propone Blanco de remar en la misma dirección, siempre que no pierda de vista que la dirección, el rumbo, no es el resultado de la actividad de los remeros, sino el que decide el patrón y marca el timonel.
Al Gobierno se le está acabando la paciencia, dice el ministro, y el político le corrige, argumentando que su partido tiene reservas inagotables de paciencia. Esto habría que matizarlo: no es el PSOE el que tiene una paciencia ilimitada con las instituciones financieras, sino más bien al revés. Que le pregunten, si no, al señor Montilla, que en su calidad de primer secretario del PSC consiguió que una de ellas, la Caixa por más señas, tuviera con su partido la paciencia infinita de la condonación respecto a aquel préstamo de seis millones de euros.
No se oye en esta disonancia la voz del patrón, del presidente, que parece hablar por boca del vicesecretario. La conversión del PSOE en Gobierno y viceversa es algo que roza el misterio de la transustanciación y resulta muy práctico para gobernar: permite al secretario general definir en los mítines del partido la política que va a desarrollar el presidente del Gobierno, y a éste llevarse a La Moncloa a los secretarios regionales del partido para fijar políticas comunes.
En esta telequinesia entre Ferraz y La Moncloa, ósmosis entre lo público y lo privado, se pierde una herramienta que los gobernantes tienen para hacer que fluya el crédito. Son las cajas de ahorros. Representan algo más de la mitad del sistema financiero español y sus órganos de gestión están bajo el control del poder político en las distintas comunidades autónomas. Bastaría con que acordaran reducir hasta donde fuera necesario su margen de intermediación para inyectar liquidez al sistema.
Las leyes autonómicas que las sustentan describen sus objetivos básicos en el artículo 3 de cada una de ellas: «El fomento del ahorro a través de una captación y retribución adecuadas, y la inversión de sus recursos en la financiación de activos y desarrollo de los diversos sectores económicos de su ámbito de actuación». Más claro, imposible, pero, ¿qué pintan las CCAA en esta crisis?
Al presidente se le llena la boca de concertación social porque se reúne a cencerros tapados -metáfora resucitada- con los dirigentes sindicales, mientras se niega rotundamente a promover un gran acuerdo social como el que encabezó Suárez en octubre de 1977, los Pactos de la Moncloa. El patrón de esta chalupa es de lenguaje distraído: no marca el rumbo, pero pide a los remeros que boguen en la misma dirección o, alternativamente, que tiren del carro.
Santiago González, EL MUNDO, 6/2/2009