Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 2/12/11
E l 13 de mayo de 1973 apareció la revista Hermano Lobo («Semanario de humor dentro de lo que cabe») cuya más célebre sección -las «Siete preguntas al lobo»- iba a acabar haciendo historia. Número tras número, el lobo respondía con un aullido (¡Uuuuu!) a seis preguntas de rabiosa actualidad hasta que, en relación con la última (¿Cuándo desaparecerá la censura?) el lobo contestaba: «El año que viene, si Dios quiere».
Con un aullido figurado -más o menos encubierto- se han despachado sin rubor, y al margen de ideologías y momentos, todos nuestros gobernantes cuando se les ha planteado una cuestión crucial sobre la que, sin excepciones llamativas, han pasado como quien lo hiciera sobre ascuas: ¿para cuándo el final del monumental fraude fiscal que padecemos?
Y es que en este país, con crisis o bonanza, el fraude fiscal milmillonario viene siendo desde hace décadas una de nuestras más graves injusticias y una de las más serias dificultades para emprender políticas de gasto racional con que hacer frente a tantas necesidades sociales que siguen sin cubrir.
Por eso, en un momento tan grave como el que atravesamos, cuando los recortes que se anuncian podrían no ser nada comparados con los que todos nos tememos que vengan ya avanzando en retaguardia, es indispensable poner de nuevo en el primer plano del debate la cuestión del fraude fiscal, pues muchos de esos recortes serían probablemente innecesarios si quienes nos gobiernan se molestasen en hacer una fácil deducción: que cuando el dinero no llega, hay una política que permitiría amortiguar la de reducción drástica del gasto: aumentar los ingresos fiscales del Estado luchando contra el fraude.
No se trata de hacer demagogia contra los ricos para acabar después indultando a un banquero casi como último acto de gobierno, que es en lo que ha dado el populismo de Rubalcaba durante la campaña electoral. Ni tampoco de presionar a los millones de españoles que ya pagan de lo lindo, pues han de cubrir con sus aportaciones lo que tocaría a quienes defraudan como lobos. Se trata, por el contrario, de asumir que tenemos un gravísimo problema, que lo es más a la vista de que de él depende, en alguna medida, la solución al círculo infernal en el que estamos: como no recaudamos no crecemos y como no crecemos no podemos recaudar.
Solo hay que mirar las estadísticas del Ministerio de Hacienda para comprobar que quien gana sobre 150.000 euros anuales se sitúa en el entorno de los 200.000 españoles con más renta, para concluir que el fraude fiscal es hoy descomunal. Luchar contra él es no solo hacerlo contra una injusticia intolerable. Es procurar el bien de todos y especialmente el de quienes están llamados a sufrir de forma más dramática los recortes que ya se pueden divisar en cercananza, si ustedes me permiten el palabro.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 2/12/11