Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 27/9/12
Martin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, lo tiene muy claro. Como, en su opinión, carecemos de competencias para hacer frente a la crisis, “la única vía para lograr un nuevo modelo socioeconómico es la independencia”. Plis-plas y no se hable más, que diría él, y cuán largo me lo fiáis, que diría don Juan. Pero es que Martin Garitano no tiene ninguna prisa ya que “el camino para la transformación de Gipuzkoa es largo”, si bien él está convencido de que lo conseguiremos.
Conviene no equivocarse en el alcance de sus palabras, ni mezclar lo que para él significan con lo que puedan significar para los demás. No es la crisis lo que aquí se pretende superar, es otra cosa, y Garitano, con el desdén característico del iluminado, deja que la oposición se entretenga con la crisis mientras él le hace un corte de mangas. Los problemas puntuales, por graves que sean, no parecen preocuparle demasiado, los parchea, los sortea, aunque para ello se vea obligado a modificar algunos objetivos previos, como en el caso de los peajes. No, su proyecto es de más largo alcance, pues es fundamentalmente ideológico. La independencia nos la presenta como el remedio a todos los males, pero aún no nos ha aclarado cuáles son los males de los que pretende liberarnos ni cuáles los bienes que nos aportaría. Si la oposición no entiende lo que Garitano dice y hace, es porque hablan dos lenguajes distintos, y la impresión general de ese diálogo de sordos es bastante penosa.
Garitano asegura que la llegada de Bildu al Gobierno foral no ha supuesto ningún cataclismo. No vamos a tener que solicitar rescate alguno y las calles se limpian, pero en términos democráticos es un desastre. Una parodia, una charada. El desprecio de un Ejecutivo en minoría a las Juntas cuestiona el valor de éstas y el de nuestras instituciones, y la charada se eleva a la dimensión de la burla cuando el partido que gobierna, Bildu, reprueba en Juntas, y ante el estupor de la oposición, una decisión asumida por el Ejecutivo, todo en aras de la demagogia y del electoralismo más infame. La mano derecha no sabe, al parecer, lo que hace la izquierda; sólo coincidirán y se pondrán de acuerdo, ¡oh!, con la independencia.
¿De verdad cree Bildu que la independencia puede resolver los problemas que ahora mismo nos acucian? ¿Cuál, la de Euskadi, la de Euskal Herria? ¿A qué calendas nos envía esa solución? No, la independencia, por mucha premura que se aparente, por muchas proclamas y declaraciones que se hayan de aprobar a todos los niveles institucionales, no es sino el señuelo que marca el camino hacia un objetivo regresivo y autoritario. Es la larga marcha, pues Euskal Herria —que no Euskadi— está lejos, lo bastante lejos como para que el proyecto soñado, sin mutilaciones territoriales ni ideológicas, se haga realidad. Zamora no se ganó en una hora. La Euskal Herria independiente de Bildu tampoco. Aunque para lograrlo, el cataclismo lo arrolle todo.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 27/9/12