Santiago González, EL MUNDO, 7/4/12
Las noches urbanas del País Vasco han vuelto a conocer la kale borroka, esa forma de terrorismo que se funde con el gamberrismo en el terreno de los hechos y dibuja con sus contenedores en llamas un mapa de Bonanza los fines de semana. En los últimos días han sido Bilbao y Andoain. Antes fue una decena de municipios desde que empezó el año.
En Salvatierra fue atacada una oficina del Servicio Vasco de Empleo (Lanbide) con un artefacto casero que apenas causó daños. Aquel mismo día, 19 de marzo, el consejero de Interior del Gobierno vasco, Rodolfo Ares, atribuyó el ataque a la kale borroka y exigió a la izquierda abertzale «que lo condene de manera contundente y con toda claridad si quiere ser creíble en su rechazo a la violencia terrorista». La destinataria del mensaje hizo el oportuno acuse de recibo, manifestando que tales hechos «están fuera de lugar».
Miró de soslayo, y no hubo nada. Era la primera vez que Ares atribuía a la kale borroka un acto de esta naturaleza. Los anteriores eran «protestas anticapitalistas», conflictos laborales y en protesta por las víctimas del 3 de marzo de 1976 en Vitoria. Bueno, también alguno por las detenciones de etarras, pero la kale borroka había desaparecido «prácticamente», aunque queden nostálgicos. Anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, ¿qué ha de ser, si además es kale y es borroka? Un anticapitalista, naturalmente, sobre todo si el pato ha dicho que él no ha sido. Pato en vasco se dice ata y ése era el nombre primero que los fundadores de ETA se plantearon para la banda (Aberri ta Askatasuna, Patria y Libertad), hasta que Txillardegi dijo que iba a parecer poco serio y cambiaron la ‘A’ de Aberri por la ‘E’ de Euskadi.
La portavoz del Gobierno de López dio por buena la citada reacción de la izquierda abertzale, que calificó de «condena» y se felicitó por que «los nostálgicos de la kale borroka» no cuenten con el amparo de la izquierda abertzale. No se descarta ninguna hipótesis, pero es significativo que cuando los ertzainas se encuentran con un paisaje de contenedores incendiados de madrugada, abran diligencias bajo el epígrafe de desórdenes públicos. Ya se temía algo de esto Pilar Ruiz Albisu: si la realidad no desaparece, basta con cambiarle el nombre.
El Ministerio del Interior ha resuelto alejar al recluso Ekaitz Samaniego, que pasará de Nanclares a la prisión de Topas, en Salamanca, mientras concedía el tercer grado penitenciario a Andoni Díaz Urrutia, que a partir de ahora pasará a disfrutar de régimen abierto, también llamado ceni‘Kale’ y ‘borroka’cienta por tener que volver a la cárcel para dormir. El palo y la zanahoria. Después de todo, y ya que estamos en Semana Santa, no era justo que sólo obtenga su libertad un preso de Málaga. El ministro es hombre de fe y el brazo articulado de Jesús el Rico bien puede llegar hasta Nanclares.
Santiago González, EL MUNDO, 7/4/12