Ángeles Escrivá, EL MUNDO, 16/6/12
Los terroristas de Segi –el semillero de ETA– han llegado a la conclusión de que no necesitan ser más gudaris que lo estrictamente necesario y han decidido su disolución. En realidad, las juventudes de la organización estaban disueltas por las Fuerzas de Seguridad desde hace tiempo. No hay más que recordar el documento fechado en 2007, en el que el responsable de esta estructura en Gipuzkoa, tras elaborar una encuesta entre los suyos llega a la conclusión de que los centros en los que se reunían, los gaztetxes, se han convertido en «fumaderos de porros» a los que la gente acude sólo porque «quiere fiesta»; constata que «estamos muy perdidos» y que la «situación es muy desastrosa» y, en un arrebato poético, pretende arengar a los suyos recordándoles que «la trucha tiene dos ojos y los pececillos de río 12». Si en 1994, los batasunos lograban congregar entre 10.000 y 15.000 jóvenes concienciados en cualquier campa, a esas alturas sólo acudían 2.000, y con predisposición para una buena juerga y poco más.
Hasta llegar a ese punto y más allá, tuvieron que pasar muchas cosas. Jarrai es una de las organizaciones a las que ETA incluye en su esquema de los frentes, primero, ya en 1974, junto con HASI, LAB y ASK; y, después, en su teoría del desdoblamiento en la que los elegidos realizaban una doble función, en el ámbito político pero bajo las órdenes de la organización. Fue en 1988 cuando las juventudes protagonizaron la que ellos mismos denominaron «la noche de los cristales rotos», su bautismo de fuego, la demostración de que podían, coordinadamente, sumir en el caos varias poblaciones vascas, hasta conseguir que los partes policiales de los lunes pareciesen partes de guerra. Seguramente no se dieron cuenta, pero con ese nombre, copiado de la noche en la que Hitler y Goebbels ordenaron unos horribles pogromos contra los judíos, se definían perfectamente.
La causa de los detenidos entonces pasó de los juzgados vascos hasta la Audiencia Nacional durante años sin que nadie tomase una determinación. Acabaron sustituyendo a ETA cuando la banda no podía atentar, y ahí está como desgraciada prueba el ertzaina Ander Susaeta. Hasta que se cambiaron las leyes y a partir de 2000 fueron ilegalizados primero Jarrai, luego Haika y Segi; hasta que los detenidos por kale borroka pasaron a ser tratados penalmente como terroristas; hasta que se obligó a los padres a pagar los autobuses que quemaban sus hijos.
La izquierda abertzale, en su nueva estrategia, está blanqueando todas sus estructuras, las está volviendo a legalizar para emprender su ofensiva política en todos los frentes. Ekin, Askatasuna y Segi, derrotados operativamente, han cambiado de nombre. Las juventudes que, por ahora, aglutinan también a las de los partidos del frente soberanista, se llaman Ma- rasma. Pero, sobre todo, tan oportuna disolución tiene un sentido: en la Audiencia Nacional quedan varios juicios pendientes contra los miembros de Segi y, en el último, hace dos días, los imputados fueron condenados seis años. Eso impone. El próximo argumento será el siguiente: «¿Pero cómo es posible que los jueces del Estado represor quieran condenarnos por pertenecer a una organización que se ha disuelto?». Y habrá quien les haga caso.
Ángeles Escrivá, EL MUNDO, 16/6/12