Victoria Prego, EL MUNDO, 13/9/12
No se anduvo con ambigüedades el presidente de la Generalitat. Pero lo verdaderamente trascendente de todo lo que dijo fue su anuncio de que se dispone a poner en marcha estructuras propias de un Estado independiente de las que, naturalmente, Cataluña carece hoy. Es decir, que se dispone a preparar la secesión por la vía de los hechos.
Eso es lo más grave de cuanto dijo ayer el dirigente político catalán porque significa que se vaasaltar,o dice que se va a sal tar, las leyes y la propia Constitución. Que eso tenga infinidad de limitaciones y pueda quedarse en una pura quimera no le resta gravedad a sus palabras.
No creará, por supuesto, unas fuerzas armadas catalanas porque esa sí que sería una cuestión que obligaría al Gobierno a intervenir por la fuerza. No intentará acuñar moneda propia porque resultaría grotesco. Pero sí puede ir poniendo en pie una estructura administrativa que permita tener, llegado el momento, no sólo esa Hacienda propia que ahora reclama; también montar y tener lista una réplica catalana de los grandes cuerpos de la Administración del Estado, con sus propias escuelas y con oposiciones propias. Es sólo un ejemplo.
Pero lo más asombroso es que el señor Mas se lanzó a semejante anuncio después de que se hubiera producido la manifestación de Barcelona. Por muy masiva que haya sido, se trató de una manifestación en la calle, y así no es como se mide la voluntad popular. Para eso están las urnas y, que se sepa, ni él ni su partido han acudido nunca a las elecciones pidiendo claramente el voto para promover la secesión.
Si es eso lo que pretende de verdad, cosa harto dudosa, ahora sí que está obligado a convocar esas elecciones anticipadas de las que tanto habla y a acudir a ellas con ese programa.
Sólo si consigue que la sociedad catalana respalde masivamente la opción secesionista, cosa harto dudosa también, tendría la autoridad otorgada por los votos para pronunciar las palabras que pronunció ayer, incluso aunque supongan, como suponen, la total ruptura de la legalidad vigente en España. Pero mientras eso no suceda, se está arrogando un respaldo popular del que carece porque esa voluntad mayoritaria nunca se ha manifestado en esos términos en las urnas. Y no en un referéndum por la independencia, que la ley no permite, sino en unas elecciones.
Más inteligente y más respetuoso que él con la sociedad catalana y con el propio sistema democrático estuvo el político de ICV Joan Herrera al reconocer que para lograr la independencia se necesitaría un 70 u 80% de apoyos porque, dijo, «no queremos una Cataluña partida por la mitad». Ni la quiere ni la podría conseguir.
Muy llamativa también fue la tibia –¿miedosa?– reacción del resto de los políticos. Sobre el asunto de la independencia apenas ninguno fijó posición con rotundidad. Se quitaron casi todos de en medio pidiendo a Mas que se defina: o pacto o secesión. Pero él lo tiene clarísimo: pacto primero y secesión para cuando vuelva a haber necesidad. Los que no parecen tenerlo claro son los demás.
Victoria Prego, EL MUNDO, 13/9/12