Cristian Campos-EL ESPAÑOL
Dice Iván Espinosa que la prórroga del estado de alarma «insufla oxígeno al gobierno». La tesis tiene muchos matices. El primero, la sospecha de que Pedro Sánchez, que es un yonqui terminal de sus apoyos parlamentarios, ha comprado una minúscula dosis de Moncloa a cambio de acortar sensiblemente su esperanza de vida al frente del gobierno.
De momento, el aleteo de mariposa del sí de Ciudadanos ha provocado ya un tsunami en Cataluña. Oriol Junqueras, que no soporta un solo día más en prisión y cuya fingida flema jesuita es incapaz de disimular su ataque de cuernos, ha exigido al Gobierno que «escoja» entre Inés Arrimadas y él.
Hay más. Junqueras ha pedido a Quim Torra que convoque elecciones autonómicas inmediatas. El líder de ERC teme que la pérdida de su condición de aliado preferente de Sánchez le cierre las puertas de la Generalidad. Ya sea por una victoria de Carles Puigdemont, ya sea por el no del PSC a un futuro tripartito junto a Podemos y los republicanos.
El segundo matiz a la tesis de Iván Espinosa de los Monteros es la incoherencia de afirmar que este es un gobierno que se alimenta del frentismo, cosa que es verdad, y sostener al mismo tiempo que el frentismo mina al Gobierno, cosa que es mentira.
Sánchez es, para expresarlo en términos de cultura pop, uno de esos supervillanos de los cómics de DC que se alimentan de la energía de sus enemigos. El héroe puede incrementar su fuerza por el entrenamiento, la magia, la ciencia o cualquier otro método a lo largo del tebeo, pero eso acaba revirtiendo siempre en beneficio del supervillano.
Dicho de otra manera. Cuanto más fuerte es el héroe, más le cuesta derrotar a su enemigo.
Recuerdo que la paradoja me fascinaba cuando era un chaval. ¿Cómo vencer a alguien que utiliza tu propia fuerza contra ti? Expresado en términos casi filosóficos. ¿Qué ocurre cuando una fuerza imparable se topa con un objeto inamovible? El guionista Grant Morrison resolvió la paradoja en uno de los mejores cómics de superhéroes de todos los tiempos, All-Star Superman. «Se rinden».
Sánchez no es un héroe imparable o un supervillano inamovible, pero ha cundido entre la oposición la idea de que derrotarle es imposible porque «sus votantes prefieren 25.000 muertos con la izquierda en el gobierno que un perro sacrificado por la derecha desde Moncloa».
La frase es cierta para una buena parte del electorado socialista. Pero también es cierto que Pedro Sánchez ya ha sido derrotado con anterioridad. Dos veces, en concreto.
La primera, el 2 de octubre de 2016, cuando fue obligado por su propio partido a dimitir como secretario general del PSOE.
La segunda, el 13 de febrero de 2019, cuando ERC votó no a los presupuestos generales del Estado y obligó a Sánchez a convocar elecciones generales.
Un buen estratega estudiaría qué tienen en común ambas derrotas de Sánchez. La respuesta no es difícil. Condición de posibilidad para esas derrotas fue el hecho de que el ejército enemigo tenía algo que Pedro necesitaba. Los votos que le iban a permitir perpetuarse en el poder en el PSOE y en Moncloa.
La debilidad de Sánchez es su propia ansia de poder y la posición de debilidad en la que esa ansia le coloca. Debilidad acentuada por su incapacidad, casi genética, para forjar alianzas sinceras con socios fiables. El talón de Aquiles de Sánchez es su consecuencialismo.
Y de ahí que sea mucho más fácil, banal incluso, acabar con Sánchez desde la posición de aliado que desde la trinchera de enfrente. ERC lo ha entendido, aunque apenas lo ha utilizado en beneficio propio, no en beneficio de los españoles. Arrimadas anda camino de entenderlo. Vox y el PP no lo han entendido aún.
Vox y el PP no acabarán jamás con Sánchez –sin elecciones o una hecatombe en España de por medio– con sus estrategias actuales. Porque el presidente del gobierno no necesita para nada los votos del PP y aún menos los de Vox.
En el caso de Vox, su frentismo ha alimentado tanto las expectativas electorales de Santiago Abascal como las de Pedro Sánchez. Vox ha hecho crecer a Sánchez para crecer también él. En términos de la Teoría de la Estupidez Humana del historiador económico italiano Carlo Maria Cipolla, Vox es un malvado: ha generado el perjuicio ajeno, pero se ha beneficiado personalmente de él.
El caso del PP es diferente al de Vox porque su táctica no ha tenido sentido. Su abstención, que Pablo Casado ha intentado justificar como si fuera un no, ha alimentado a Sánchez sin revertir en absoluto en beneficio del PP. De acuerdo a la Teoría de la Estupidez Humana, el PP ha actuado como un estúpido. Ha generado el mal, porque su postura ha alimentado a Sánchez, pero sin obtener un beneficio propio a cambio.
La respuesta a la pregunta de «¿cómo se saca a Pedro Sánchez de la Moncloa?» siempre ha estado ahí, frente a nuestros ojos. ¿En quién ha puesto su esperanza periódicamente la oposición para hacer el trabajo que ella no ha sabido hacer? ¿A quién se ha atribuido intuitivamente la capacidad de dañar e incluso derrocar a Pedro Sánchez? A los barones socialistas. Al diputado de Teruel Existe. A ERC. A Podemos. Porque si ellos hubieran dado la espalda a Sánchez, Sánchez habría caído.
A Pedro Sánchez se le finiquita como él finiquita a sus adversarios. Traicionándole. Pero para traicionar a alguien, primero hace falta estar en posición de traicionarle. Es decir, hace falta estar a su lado. Porque Sánchez no puede evitar ponerse en manos de quien pueda garantizarle unos minutos más de poder.
Es superior a sus fuerzas, además de su máxima debilidad.
A favor de Pedro Sánchez juega el hecho de que el rechazo que provoca su persona, su narcisismo y su soberbia, es tan visceral, tan primario, que resulta muy difícil para un político moral superar esa aversión para unirse a él. Ese, y no otro, fue el problema de Albert Rivera: la imposibilidad de superar su rechazo a corto plazo para tener el control de la situación a largo.
De ahí que los socios de Sánchez sean siempre los peores de los españoles. Bildu, Podemos, ERC. Aquellos cuyo odio a la democracia liberal, al país y a sus ciudadanos, supera cualquier escrúpulo moral.
Arrimadas está en el buen camino. Dudo que haya muchas personas en España que sientan un mayor rechazo por Pedro Sánchez, personal y político, que la líder de Ciudadanos. Pero los nervios que ha provocado el voto de Ciudadanos en ERC y Podemos son la prueba, palpable, de que un solo sí ha generado más grietas en el gobierno que meses y meses de ese frentismo del que se alimenta Pedro Sánchez.
Si no se entiende que a un maestro de la manipulación emocional como Sánchez se le tumba a abrazos, y no a puñetazos, apaga y vámonos. Si no se entiende que hoy los diez diputados de Ciudadanos tienen mucha más fuerza que los ciento cuarenta de PP y Vox, no se ha entendido nada.