- El líder republicano culmina sus primeros tres meses en el poder con una aprobación cercana al 40% y con una guerra declarada a los tribunales, la Reserva Federal y las universidades.
Un terremoto con resultados poco claros. Resumir los primeros 100 días del segundo mandato de Donald Trump, el 45 y ahora 47 presidente de Estados Unidos, supone repasar un listado de escándalos, promesas grandilocuentes y medidas incompletas. Todo ello envuelto en un caos que impide ver hasta qué punto ha llegado exactamente su anunciada transformación de la primera potencia económica y de su papel en el mundo. La guerra arancelaria sacudió los mercados globales pero ahora se encuentra pausada, su alianza con Elon Musk para reestructurar el Gobierno se ha esfumado sin cuantificar el ahorro que ha supuesto y su papel de mediador entre Ucrania y Rusia aún no da resultados. Mucho ruido y pocas nueces, que dirían al otro lado del Atlántico.
“Hay mucho, ¿verdad? Están pasando muchas cosas”, admitía el propio Trump en una reciente entrevista con la revista Time para conmemorar su arrollador regreso al Despacho Oval, celebrando como éxitos propios la reducción de la inflación y la bajada en el número de migrantes que cruzan la frontera sur.
Su índice de aprobación, sin embargo, ronda a estas alturas el 40%, según las últimas encuestas (41%-YouGob, 40%-Pew Research, 39%-Ipsos Poll). Es el más bajo en décadas. Joe Biden se situó tras sus primeros 100 días en el 55% y el propio Trump superó el 42%.
La caída de popularidad de Trump desde su victoria en noviembre de 2024 se explica, en parte, por su enfrentamiento con las instituciones que estructuran la vida intelectual, cultural y económica de EEUU. Harvard, la universidad más prestigiosa del país, respondió con un «no» tajante a las reformas exigidas por el Gobierno bajo amenaza de retirar fondos públicos, que iban más allá del compromiso inicial contra el antisemitismo. Finalmente, otras universidades como Princeton, Berkeley y Columbia -que inicialmente pareció ceder- se han unido para defender la libertad académica que atrae a miles de estudiantes e investigadores cada año.
En el ámbito económico, el entusiasmo inicial de los mercados se ha disipado rápidamente: desde que Trump juró el cargo, el Dow Jones ha caído un 7,2%, el S&P 500 un 7,8% y el Nasdaq un 11,7%, marcando el peor arranque bursátil de un presidente desde el segundo mandato de Nixon en 1973. Ni siquiera los bonos del Estado, tradicional refugio en tiempos de incertidumbre, han esquivado las caídas, en medio de la guerra abierta de Trump contra el presidente de la Reserva Federal, a quien culpa por no bajar más los tipos de interés pese a haberlo nombrado él mismo en su primer mandato.
Trump contra todo y contra todos pero con una dinámica peculiar en Washington. No hay rastro de las voces internas en el Partido Republicano que querían defenestrarle hace tan solo un año. Y los demócratas siguen intentando recomponerse sin dirección ni liderazgo.
«Él tuvo cuatro años para pensar en lo que quería hacer y ahora quiere que se ejecute”, explicaba su jefa de gabinete y eterna estratega republicana, Susie Wiles, también a la revista Time.
Cifras apabullantes, resultados poco claros
Así, estos primeros tres meses de trumpismo acelerado dejan números apabullantes: 142 órdenes ejecutivas según el Registro Federal. Más que ningún otro presidente estadounidense en el último siglo (sólo Roosevelt se le acerca con sus 99 órdenes en 1933). Muchas permanecen bloqueadas por tribunales y ahora el Supremo tendrá la última palabra en asuntos cruciales como la ayuda extranjera y el derecho a la ciudadanía por nacimiento.
Por su parte, la administración ha anunciado más de 275.000 despidos en el Gobierno federal, aproximadamente el 12% de su fuerza laboral, pero hay tantas denuncias de por medio que resulta imposible determinar cuánta gente ha perdido exactamente su empleo y qué ahorro ha supuesto a las arcas públicas. La escabechina laboral se ha enseñado especialmente con el bastión demócrata de Washington DC (donde Trump solo sumó el 6% de los votos) y ha sido orquestada por un Elon Musk que parecía vivir en la Casa Blanca hasta que hace unas semanas pasó a un segundo plano.
Trump también ha elevado el nivel medio de aranceles de EEUU al 28%, el máximo en más de un siglo; ha llevado a Wall Street a jornadas en rojo que no se veían desde el crack de 1929 y la crisis de 2008; ha cancelado y luego reinstaurado las visas de cientos de estudiantes internaciones; ha deportado a cientos de migrantes a las cárceles de El Salvador desobedeciendo a jueces y, entre otros asuntos, ha movilizado al Servicio Postal y la agencia tributaria estadounidense en su plan de deportaciones masivas.
“No ha cedido absolutamente nada a la burocracia, cero”, celebraba Wiles.
Consciente de las barreras burocráticas e internas que encontró en su primer mandato, y de la oportunidad que le brinda contar con mayoría en las dos cámaras del Congreso (al menos hasta 2026), Trump ha aplicado su agenda más ambiciosa con una determinación que ha dejado bloqueados a sus rivales políticos pero también a sus aliados comerciales y socios militares. Es su propia versión de la “Estrategia del Caos” o “Inundar la zona”.
Escándalos opacados
Ese desorden ha beneficiado al mandatario a la hora de escabullirse de escándalos que costarían la carrera a cualquier otro político en una democracia normal: En su evento de investidura, Musk amagó con un “saludo nazi” que no recibió reprimenda por parte de Trump, quien luego indultó a los condenados por el asalto al Capitolio de 2021 en el que murieron cinco personas.
Semanas después, organizó una campaña publicitaria de Tesla en los jardines de la Casa Blanca, puso en peligro la alianza de la OTAN tras su discusión televisada contra Zelenski y declinó tomar cualquier medida después de que altos funcionarios incluyeran por error a un periodista en un grupo de Signal donde se discutían estrategias militares.
Recientemente, el proprio Gobierno reconoció haber deportado por error a un migrante salvadoreño, Kilmar Armando Abrego Garcia, que residía legalmente en EEUU y no tenía antecedentes criminales. A pesar de que el Tribunal Supremo ha decretado por unanimidad que se facilite su regreso, Abrego Garcia continúa en el CECOT, la megacárcel de Nayib Bukele a la que Trump envió a decenas de personas.
“Dejo esa decisión a los abogados. En este momento, simplemente no quieren hacer eso”, zanjó el propio Trump al ser preguntado por ello y sin darle más importancia.
Con una oposición debilitada, tribunales enredados en la lenta burocracia y una base de seguidores totalmente disciplinada… Sólo los mercados han podido frenarle.
El peor presidente para ‘Wall Street’ desde Nixon
“Los primeros 100 días del gobierno de Donald Trump se han caracterizado por un incremento en la volatilidad en todos los mercados y de las dudas de los inversores en cuanto al estatus que comanda Estados Unidos y el dólar en el sistema económico global”, subrayan desde la gestora Janus Henderson.
Tanto es así, que según los datos recogidos por Edmond de Rothschild AM, hasta ahora, abril ha sido el mes más volátil en Wall Street desde la crisis de la Covid-19 en 2020. Tras el anuncio de los aranceles recíprocos, el Vix –el conocido como el índice del miedo y que mide la volatilidad del S&P 500– rozó los 60 puntos, al borde de alcanzar niveles no vistos de lo peor de la pandemia.
Las políticas de la Administración Trump han provocado importantes vaivenes en los mercados financieros, especialmente después de que el 2 de abril iniciara una guerra arancelaria contra sus socios comerciales que pausó a última hora. De momento solo están en vigor el 10% de aranceles universales, los del 25% a la industria automovilística y los gravados a las importaciones de aluminio y acero.
Ni siquiera la escalada contra China, que llegó a exponerse a aranceles de más del 140% parece ahora tan extrema según las últimas declaraciones de Trump.
Las bolsas de todo el mundo se han movido al ritmo marcado por el magnate, reaccionando con caídas a los anuncios de nuevos gravámenes. Y al contrario, disparándose cuando el inquilino de la Casa Blanca ha adoptado una postura más conciliadora.
Aún así, Wall Street no se ha recuperado del todo y el índice dólar, que mide la evolución del billete verde frente a las principales divisas del mundo, ha caído un 9,3% desde el 20 de enero.
El desempeño de las bolsas europeas en el mismo plazo es muy diferente. El Ibex 35, el selectivo de la Bolsa española, sube un 12,2%. El Dax alemán avanza un 7,3%; el FTSE Mib italiano, un 4,4%; mientras que el Cac 40 francés cede un 2% y el FTSE 100 británico, un 0,5%.
“El mercado estima que Estados Unidos sufrirá un mayor impacto de los aranceles que el resto de países. Primero por los aranceles recíprocos, y segundo por los aranceles que el propio Estados Unidos impone y que repercutirá en los costos de las compañías estadounidenses, muy dependientes del exterior”, cree Javier Cabrera, analista de mercados.
Las aguas parecen haber vuelto a su cauce y la ambición proteccionista del trumpismo se ha encontrado de frente con los mercados. Un “nos hemos topado con la Iglesia” del siglo XXI. Aún así quedan más de tres años y medio de Trump en la Casa Blanca, cuya próxima contienda electoral no llegará hasta noviembre de 2026 con las elecciones al Congreso. Hasta entonces, tiene agenda para rato.