Iñaki Ezkerra-El Correo
La pude escuchar el 2 de febrero de este año en el Auditorio Nacional. La pieza se titula ‘El amante loco’ y es una maravillosa melodía barroca del compositor inglés John Eccles. La interpretaba un pequeño y extraordinario grupo de cámara nacido en el País Vasco, Euskal Barrok Ensemble, que no sobrepasa los siete miembros y cuyo director es el magistral laudista bilbaíno Enrike Solinís, que lo fundó en 2006 en la misma Villa del Nervión. Solinís ha adquirido un prestigio internacional y es un verdadero mago del laúd, un instrumento tan maravilloso como sacrificado, porque exige una vocacional dedicación que no es compensada por el aplauso de las masas.
Las masas solo aplauden a las grandes y ruidosas orquestas cuando no prefieren otro tipo de espectáculos que no son los de la música barroca, mientras que las delicadas notas del laúd son para la intimidad, para un repertorio musical que es insospechadamente gigantesco y que fue creciendo desde el Medievo hasta el siglo XVIII, sumándole cuerdas al instrumento hasta llegar a la docena, pero que hace brillar las obras de los Bach, los Marcello, los Vivaldi o los Eccles con una luz tenue, recogida y cercana. ‘El amante loco’ es un poema musical, una bellísima pieza no exenta, en su estructura reiterativa, de un dulce patetismo que nos hace entender el dolor, la melancolía y el desamparo inconsolables que a ese herido por las flechas de Eros le llevaron a perder el juicio.
Su origen, como no podía ser de otro modo, es literario. Eccles la compuso para acompañar una representación teatral de John Fletcher del mismo título que se estrenó en 1616. A su vez Fletcher se inspiró, para escribir esa mágica pieza, en ‘La Astrea’, la primera novela de la literatura francesa, y en las cuitas amorosas a las que se enfrentan sus personajes pastoriles. Seguir la pista del origen de esa composición es ir saltando de uno a otro amante loco en una época que debía de asociar la pasión erótica al desequilibrio mental y hacer dogma del cuarteto que escribiría tres siglos después Antonio Machado: «Huye del triste amor, amor pacato / sin peligro, sin venda ni aventura / que espera del amor prenda segura / porque en amor locura es lo sensato».