Jon Juaristi-ABC

Lo que menos se puede decir del antisemitismo oficial español es que le falta finura

Pensaba dedicar la columna de esta semana a comentar el nombramiento de don Jorge Pérez Naharro como «Director del Gabinete del Director de Gabinete del Presidente del Gobierno», según consta en el BOE de 5 de agosto, o sea, un rizo del rizo del enchufismo sanchista, tipo Jésica, aunque cruzado con los hermanos Marx (la parte contratante de la primera parte es la parte contratante de la primera parte).

Pero creo que debo decir algo sobre los escolares franceses expulsados por la Guardia Civil del vuelo VY8166 de Vueling, Valencia-París, el pasado 30 de julio, a requerimiento del piloto de dicho vuelo, don Iván Chirivella (no Chirimoya, como algún medio lo ha rebautizado). El tal Chirivella fue expulsado a su vez de los Estados Unidos tras probarse que enseñó a pilotar aviones a dos terroristas del 11-S, de los que fue involuntariamente «cómplice inocente», según su propia definición. Eso marca.

Los escolares expulsados eran –y son– judíos, y se ha montado cierto pollo, al que ha contribuido el notorio antisemita Óscar Puente, ministro de caos y confinamiento ferroviario, calificando a aquellos de «niñatos israelíes», infundio insidioso que ha motivado la protesta oficial del ministro francés de Asuntos Exteriores. Pero lo que no entiendo es cómo a unos padres judíos franceses se les ocurre mandar a sus hijos a un campamento de verano en España, el país, hoy por hoy, más antisemita de Europa. Si no me creen, pónganse una kipá y paseen en hora punta por la madrileña calle Preciados, por ejemplo. Ya me dirán.

En fin, que el motivo de la expulsión no está ni medio claro, diga lo que diga Chirimoya, perdón, Chirivella. Al parecer, uno de los chavales gritó algo que causó la alarma del piloto. Uno pensaría que pudo hacer la típica broma estúpida de proferir «Allahu Akbar» o «Alá es grande», pero el caso es que gritó en hebreo, y aún en el improbable caso de que gritara «Adonai gadol» o cosa parecida, supongo que al pasaje le hizo lo que el viento a la impasible estatua de Benito Juárez.

Que se les acuse de manipular chalecos salvavidas y máscaras de oxígeno es de una inverosimilitud grotesca: ¿medio centenar de granujillas judíos destruyendo a la vez los dispositivos de seguridad de cabina? ¡Anda ya, Chirimoya, o sea, Chirivella! ¿Por qué no envenenando fuentes? Pero lo que no tiene nombre es el derribo y detención de la monitora judía, supuestamente por «agredir» a la Guardia Civil. ¿Era acaso la campeona mundial de ‘krav magá’? ¿Había que tumbarla boca abajo y maniatarla? Las imágenes del glorioso momento han dado ya varias vueltas al planeta y se comenta hasta en Japón su innegable parecido con las de los secuestros, previos a las violaciones y asesinatos, de chicas israelíes por terroristas de Hamás, aquel inolvidable 7 de octubre de 2023. En fin, qué cagada, mi brigada.