- El PP se afianza como la gran opción de centro entre el radicalismo de Vox y el extremismo creciente de Sánchez
La encuesta de SocioMétrica publicada hoy por EL ESPAÑOL arroja un resultado contundente: el Partido Popular consolida su amplia ventaja sobre el PSOE en intención de voto.
El liderazgo templado de Alberto Núñez Feijóo mantiene a su partido como la primera fuerza política nacional, a nada menos que 41 escaños de distancia de Pedro Sánchez, quien no sería capaz de revalidar la mayoría Frankenstein que lo invistió en 2023.
El escenario dibujado por la encuesta de SocioMétrica permite inferir que el electorado reconoce en el PP la única alternativa real frente a la crispación que intoxica el día a día de la política española.
Y ello se debe en gran parte a una calculada estrategia por parte de Feijóo, que ha apostado por la vía andaluza hacia La Moncloa. Es decir, por la metodología de Juanma Moreno, arropado por el líder nacional en su reelección como presidente del PP andaluz este sábado.
El éxito de Moreno Bonilla radica en su convencida aspiración de representar al centro político, distanciándose del extremismo de Vox. Y Feijóo quiere seguir la misma fórmula, cuyo acierto queda ratificado por la constatación de que el alza sostenida de Vox en los sondeos no está reñida con el crecimiento del PP ni con su capacidad para gobernar en solitario.
Cuando empieza a dibujarse en el horizonte un clima preelectoral, el PP ha entendido que competir con la crispación sólo conduce al bloqueo.
Feijóo y Moreno saben que el votante español, por encima de la ideología, busca gestión y previsibilidad. La experiencia andaluza demuestra que la suma de moderación y gobierno responsable puede derrotar tanto a la ultraderecha como a la izquierda.
Es indudable que a la consolidación demoscópica del PP está contribuyendo, desde el otro flanco, Pedro Sánchez, quien con su creciente radicalismo está dejando el camino del centro expedito para su principal rival.
Este domingo, el presidente ha dado un paso más en su temerario abandono a la rampante pulsión autoritaria de la que hace gala no sólo al prescindir del Parlamento, sino al encarnizar su pleito con el Poder Judicial.
Sánchez ha roto con la tradición en virtud de la cual los presidentes del Gobierno no se manifiestan desde su cargo sobre los casos judiciales abiertos que les afectan. Ha insistido en declarar inocente al fiscal general del Estado. Y lo que es peor: ha deslizado que lo seguirá considerando inocente aun cuando el Tribunal Supremo lo declare culpable.
Que, en mitad de un procedimiento en curso, el jefe del Poder Ejecutivo presione al Supremo dictando sentencia e inmiscuyéndose en la jurisdicción del Poder Judicial, constituye una inquietante anomalía democrática.
Queda claro que Sánchez está más convencido que nunca a seguir por la senda de la confrontación institucional y del desprecio por los equilibrios democráticos. Lo cual permite al PP recoger del suelo la bandera de la concordia y la convivencia, escapando a la pinza radical tendida entre PSOE y Vox.
De hecho, la determinación del presidente de presentarse a la reelección (aun cuando, como refleja SocioMétrica, ha perdido 15 puntos de popularidad desde que fue investido) le brinda una baza inestimable al PP.
Porque la suicida obstinación de Sánchez por perpetuarse en el poder va a redundar en la carambola de aupar a Feijóo al Gobierno y fortalecer en la oposición a la ultraderecha contra la que dice luchar sin cuartel.
Lo que parece claro es que, en un tiempo de crispación, la mayoría de los españoles sigue apostando por la moderación. El PP, con su toma de distancia respecto a los extremos, se erige como el refugio para una mayoría social extenuada de radicalismos a izquierda y derecha.