Editorial en ABC, 28/6/2011
Las víctimas del terrorismo, particularmente las de ETA, se sienten nuevamente agredidas por la presencia de Bildu en las instituciones vascas.
EL Congreso de los Diputados celebró ayer un homenaje a las víctimas del terrorismo sin la asistencia de los principales representantes de las víctimas del terrorismo, pero, y quizá por esto mismo, con la incorporación de Rodríguez Zapatero a última hora. No es el momento de valorar su ausencia con criterios institucionales, sino de asumir que las víctimas del terrorismo, particularmente las de ETA, se sienten nuevamente agredidas por la presencia de Bildu en las instituciones vascas. Habrá quien critique esta decisión de las víctimas recordando que los proetarras siempre han estado en los ayuntamientos y diputaciones del País Vasco, pero este argumento supondría ignorar la evolución de una política antiterrorista que iba de menos a más, que se dotó de una Ley de Partidos Políticos eficaz, y que se sabía lo que iba a pasar en cuanto los electos de Bildu tomaran posesión de sus cargos. Desde la indignación de las víctimas, es lógico que éstas consideren que no pueden participar en actos institucionales mientras en los consistorios vascos, y con la más absoluta impunidad, vuelve la apología de los presos etarras, se pone en indefensión a los concejales del PP y PSE, se elimina la presencia del Rey y de la bandera nacional y se hace del discurso de ETA —conflicto, independencia, negociación— el mensaje central de la nueva política vasca.
Entretanto, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, responde a Bildu con el inane argumento de que pierde credibilidad por no condenar a ETA, reproche que a los dirigentes de esta coalición habrá causado verdadera hilaridad. A Bildu no le ha supuesto ningún perjuicio no ser creíble por no condenar a ETA. Al contrario, su éxito reside en haberse convertido —previo aval del Tribunal Constitucional y con el sacrificio de la Ley de Partidos— en la primera fuerza municipal del País Vasco sin haber hecho o dicho nada que suponga una disidencia frente a ETA. Y luego habrá quien se pregunte por qué no van.
Editorial en ABC, 28/6/2011